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Ciudad de Mar | La costa más canina

La playa de Jinámar, terapia para perros

Bocabarranco de Jinámar, la única playa de Las Palmas de Gran Canaria que permite perros, atrae a decenas de amantes de los animales

Terapia para perros | ANDRÉS CRUZ

Los perros también quieren disfrutar del verano. «Cada vez que lo llevamos a la playa, luego a la noche duerme como un bebé, disfruta como nadie de este sitio», señalan Airam Cabrera y su pareja mientras recogen las cosas para volver a casa después de un día de playa en la costa de Jinámar. Ludo, «de peludo, por supuesto», es un labrador con unos ojos de un azul intenso -como el mar-; ha vivido un día intenso de playa y todavía se le escurre alguna gota de agua por su denso cabello de color negro. Tiene artritis, señala Cabrera, su mejor amigo de dos patas, y está medio ciego, por lo que nadar en el mar le viene de perlas para fortalecer los músculos y hacer su rehabilitación particular.

La playa de Bocabarranco de Jinámar, situada en el mismo linde entre los municipios de Las Palmas de Gran Canaria y Telde es la única playa de la capital con un área delimitada para mascotas. Este espacio natural se ha convertido en todo un refugio para los amantes de los animales y son numerosos los vecinos de la ciudad y de otras localidades que se acercan cada día -especialmente los fines de semana- a disfrutar de unas horas junto a su perro al aire libre y, sobre todo, para que estos puedan nadar y vivir una experiencia diferente, más en los meses calurosos del verano.

Son múltiples los beneficios que el agua del mar puede producir en un perro. Especialmente, según recomiendan los veterinarios, para aquellos que padecen enfermedades relacionadas con las articulaciones, como puede ser la artritis. Al igual que ocurre con las personas, el ejercicio físico es fundamental para llevar una vida sana y un cánido no es diferente en este sentido. El estar activo previene la obesidad y facilita que estos animales sean más sociables con otros de su especie.

Fiesta canina

Airam Cabrera es adiestrador canino y tiene la lección bien aprendida. Entrena a perros que utilizan en terapias con distintos tipos de personas y lleva a Ludo a la playa de Jinámar con mucha frecuencia. «En verano intentamos venir al menos una vez en semana, dos o tres horitas», apunta. «Disfrutamos todos, pero él más», añaden entre risas estos vecinos de la capital. Y es que en ocasiones invitan a otros amigos que traen a otros peludos de cuatro patas, por lo que la fiesta canina está asegurada en los pequeños charcos que se forman en Bocabarranco cuando baja la marea.

La playa de Jinámar ostenta la bandera roja la mayor parte del tiempo por sus fuertes corrientes que en un descuido pueden llegar a ser peligrosas, según comentan los bañistas. Dependiendo de las mareas, hay más piedras o más arena -de color negro-, pero estos cambios e inconvenientes no son excusa para que los grancanarios vengan a esta parte de la costa a disfrutar con sus animales. «Hay días que esto está lleno por las mañanas», señalan varios.

El pequeño 'Beethoven', enchumbado hasta las trancas.

Para la perra Pancha la playa también es un bálsamo. Tiene 15 años y ya siente los achaques propios de la edad, pero se priva toda cuando Bea Pérez Rodríguez la trae a Bocabarranco. «Me gusta meterla en el agua y que vaya haciendo sus ejercicios, que mueva las patitas», cuenta ella, «le sienta bienísimo, es como una terapia». Esta peluda sabe de sobra lo que es enchumbarse en los charcos que se forman en la costa de Jinámar cuando baja la marea, por lo que disfruta como ella sola.

Para la perra ‘Pancha’ la playa es un bálsamo, tiene 15 años y ya siente los achaques de la edad

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Junto a ellas también están Queen y su hijo Beethoven, el intrépido, porque a diferencia de su madre, este perrito no le tiene miedo al agua y corre de charco en charco en busca de alguna pelota o lo que se le ponga por medio del hocico. Mientras tanto, Bea se calza las calamares para andar por las rocas, «aquí hay que venir preparados», aclara; su objetivo es intentar que la pequeña Queen se dé margullo tal y como lo hacen el perro sangre de su sangre y la pobre anciana de Pancha -acostumbradísima ya al mar-.

La operación remojo se queda en intento, porque aunque Bea logra introducir a su perra Queen en el charco, ella dice que no, y como reina soberana que es -queen significa reina en español- sale nadando a tierra firme y desde los callaos prefiere observar el correteo del director de la orquesta canina de Jinámar: su hijo Beethoven, quien sí que está enchumbado hasta las trancas.

«Incluso cuando hay panza de burro o viento, la gente viene», señala Carla Socorro mientras permanece en la playa acompañada de sus perros Nublo y Famara. «Esta es una forma distinta de que ellos se diviertan, interactúan con otros perros y llegan a casa cansados», apunta -eso último para muchos es casi lo más importante-. «La primera vez llevé a Famara a una playa que está por La Aldea, porque esta tiene mucha corriente, y aún así le dio miedo, pero ahora ya cogió confianza», indica. Y es que esta cachorra de border collie es un tanto novelera, queriendo olisquear a cada nuevo paseante que se acerca por allí; aunque el más enérgico es Nublo, deseando meter los hocicos en la bolsa donde está guardada la preciada pelota de playa.

«Es una pena que no podamos ir a otras playas», indica Mónica Sarmiento junto a sus perros

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Socorro indica que intenta venir todos los fines de semana en verano y alguna tarde entre semana para «desconectar». En esta ocasión tiraron para la costa de Agüimes, pero en la playa de los Tres Peos, donde también permiten el uso de mascotas, «había demasiado viento». Y en caso de día desapacible siempre les quedará Bocabarranco de Jinámar.

Precisamente, varios bañistas muestran su malestar ante la escasez de playas habilitadas para perros en otras partes de la Isla, especialmente en la zona de la capital y Telde. «Suciedad de los perros no ves», comenta Mónica Sarmiento, «al menos en mi caso, mis perros hacen pipi y caca antes de bajar a la playa, procuro que sea así para no ensuciar esto», continúa. Al revés, entre las rocas los desperdicios que se pueden observar han sido traídos por las corrientes marinas, al estar esta costa situada en el extremo sur de la bahía de Las Palmas de Gran Canaria. Hasta una bota cubierta de algas aparece entre los callados.

«Los perros se lo pasan estupendamente, es una lástima que no podamos ir a otros sitios», repite Sarmiento mientras llama a la pequeña de cuatro patas Rosa, de tres años, para darle una galleta. «Pero por unos pocos incívicos pagamos todos», añade. La perrita, sin embargo, prefiere esconderse detrás de los curiosos que frecuentan la playa, es un tanto temerosa y se huele que su dueña quiere meterla en el charco a traición. «Ni con una golosina va a engañarme», pensará.

Noah, en cambio, tiene ocho años y ya está más que acostumbrada al mar. Entra y sale de la orilla como quien entra y sale del pipican cuando van al parque. «Nos gusta pasar el día aquí en la playa como hace cualquier familia», apunta Sarmiento, la diferencia es que «nosotros venimos también con los perros».

«Cuando se revuelca en la arena es como una pechuga de pollo empanada», señala Guerra

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Unos charcos más allá, también Deliama y Joel disfrutan de un día de playa con su perra. Esta pareja de Jinámar aprovecha para venir con frecuencia con Keiko, una cachorrita de bullie que todavía no ha cumplido el año, por lo que no para de derrochar energía a su paso. «Bañarse y bañarse, es lo único en lo que piensa desde que venimos», apunta Deliama. Con la ayuda de una soga basta para que la pequeña de cuatro patas disfrute corriendo y nadando.

A medio día muchos bañistas aprovechan para regresar a casa tras pasar un par de horas corriendo detrás de los perros en la playa. Es el caso de Tino Santana y Corina Guerra, quienes suben la cuesta hasta el aparcamiento acompañados de sus dos chihuahuas: Yina y Chloe. «Les encanta», matiza ella, «tanto que cuando se revuelcan en la arena son como dos pechugas de pollo empanadas». Rebozados a parte, lo cierto es que estos pequeños de cuatro patas «se privan todos» desde que ven el mar al bajar del coche.

Santana y Guerra regresan a su casa, en Tafira, pero en un par de horas piensan volver a la playa, explican, con sus otros dos perros, un presa canario y un labrador. «Luego habrá menos sol», apunta ella, «cuando traemos al presa canario no para de correr y se asfixia, por eso no me gusta venir con tanto calor», explica. Pero, «aquí hay gente que está todo el día», señala rotunda sin despeinarse.

Kilian Betancor, vecino de la zona, también acude a dar una vuelta «a veces, cuando me da el punto y libro», a Bocabarranco acompañado de su perro Narco, un pitbull grande pero bonachón. «Es como si fuera aún un cachorro, le encanta venir aquí», explica. Y es que la playa de Jinámar es una auténtica terapia para perros.

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Playa para perros en la costa de Jinámar Andrés Cruz

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