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Los otros cascos históricos

Tenoya, entre trapiches y cañas de azúcar

El actual pueblo de Tenoya es heredero de las fincas de la familia Lezcano-Muxica del siglo XVI

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Casco histórico de Tenoya Juan Castro

El 17 de junio de 1502 el entonces gobernador de Gran Canaria otorgó a Juan de Civerio -fundador de la casa de Lezcano-Muxica- una ampliación de sus tierras en el valle de Tenoya para poder explotarlas con el cultivo del momento: la caña de azúcar. Este vizcaíno llegó a la Isla cuando los castellanos todavía no habían terminado la conquista y los guanartemes dominaban aún algunas zonas. Según escritos recogidos por Vicente Hernández Jiménez, antiguo cronista de Teror ya fallecido, los repartos de tierras en este fértil barranco se remontan a las dos últimas décadas del siglo XV. El comercio del «oro blanco» acababa de llegar a Canarias procedente de Madeira y prometía hacer ricos a quienes lograran unas pocas parcelas.

El antiguo cantón de Atenoya, topónimo aborigen del castellanizado Tenoya, según explica el historiador Juan Francisco Santana Domínguez, abarcaba las tierras que hoy circundan la cuenca del barranco que lleva el mismo nombre, aunque curso arriba es conocido como «de Lezcano». Este último nombre hace alusión a la familia noble que cultivó la mayor parte de estas tierras desde finales del siglo XV y de ahí en adelante. Los primeros trapiches -lugares donde moler la caña de azúcar para extraer su jugo- aparecieron en la zona por esta época. Un pasado cuyo rastro es posible visitar en la actualidad recorriendo el casco histórico de esta localidad a medio camino entre Arucas y Las Palmas de Gran Canaria.

A principios del siglo XVI se construyó en tierras de los Lezcano una ermita para recordar la muerte de Doramas

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La plaza de Nuestra Señora de la Encarnación es el mejor punto para comenzar una visita a su casco histórico. No hay que confundir esta con la plaza situada junto a la iglesia del mismo nombre en la carretera GC-300 que va de Tamaraceite a Arucas; está situada lomo abajo y es el corazón de la zona más antigua del pueblo.

La ermita bajo la advocación de la virgen de la Encarnación centra todas las miradas. Parroquia desde 1937 -año en el que se separó de la de San Lorenzo, extinto municipio al que pertenecía Tenoya-, data de los siglos XVII y XVIII y destaca por su espadaña de cantería y la insignia de María esculpida en el frontis. El templo comparte protagonismo con otro inmueble situado mirando al profundo barranco. Se trata de una serie de edificaciones conocidas como ‘El Trapiche’; están presididas por dos grandes araucarias y han soportado alteraciones.

Lo cierto es que la Encarnación no es la advocación original de esta ermita, pues en un primer momento fue de San Pedro. Entonces, ¿de dónde viene el cambio de titular? Según cuenta Hernández Jiménez en su artículo Aguas del Barranco de Tenoya, a principios del siglo XVI se construyó una pequeña iglesia en tierras de los Lezcano-Muxica para conmemorar la muerte de Doramas. Y es que, presuntamente, el guerrero canario fue asesinado por las tropas de Pedro de Vera en este lugar camino de la Arehucas aborigen, conocido como el Portichuelo.

Esta ermita estuvo dedicada a la virgen de la Encarnación, pero una riada acabó con la misma en el siglo XVIII; por aquel entonces, cuenta Santana Domínguez, el barranco era conocido como «el río». La familia Lezcano-Muxica fue propietaria de una gran plantación en esta zona, «con muchos esclavos», destaca el historiador. Desde la actual plaza de la Encarnación de Tenoya es posible ver una panorámica de todas esas fincas ya en desuso, salvo algunas que todavía tienen plataneras, entre otros frutales.

Ingenios azucareros

Los descendientes de Juan de Civerio, fundador del linaje de los Lezcano-Muxica, mandaron construir en 1600 un templo dedicado a San Pedro junto al trapiche que tenían en el Lomo del mismo nombre, según relata Hernández Jiménez. Este lugar, presumiblemente, sería la actual ermita y su entorno, según los expertos. Poco queda de aquellos ingenios azucareros. El conjunto conocido como ‘El Trapiche’ ha soportado numerosas modificaciones con el tiempo. No hay que olvidar que uno de los últimos intentos por hacer resurgir la producción de la caña en esta zona fue en 1937, apunta la historiadora María de los Reyes Hernández Socorro en el estudio Los hombres del azúcar y sus rostros en Canarias.

Con la vista puesta en el barranco es posible divisar las dos palmeras más antiguas de Gran Canaria, de 300 años

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Aún así, quedan vestigios en la zona. En un lateral de la plaza, detrás de la iglesia, hay una casa estrecha de dos pisos con el escudo nobiliario de la familia Lezcano-Muxica en la planta alta, el cual ha sido repintado recientemente. Pero los elementos más interesantes están en ‘El Trapiche’. Allí se pueden ver varias construcciones con tejado a dos aguas y ya en la calle Camino a Casa Ayala, en un lateral del edificio más antiguo, hay una ventana con un arco conopial, propio del gótico tardío del siglo XVI, según destaca el Catálogo Municipal de Patrimonio.

 En este último camino hay otras edificaciones importantes. Se trata de la antigua senda que conectaba Tenoya con Casa Ayala y Costa Ayala, terrenos propiedad de Guillén de Ayala tras el reparto posterior a la Conquista, apunta Santana Domínguez. Allí destaca una casa de campo de dos plantas, con balcón de madera, elementos de cantería, sillares y argamasa; además, de un tejado a dos aguas. La casona es del siglo XVIII, según el Catálogo de Patrimonio.

Desde este mismo camino, unos metros más abajo, ya con la vista completamente abierta al barranco de Tenoya, es posible divisar entre las fincas las dos palmeras más antiguas de Gran Canaria, según el catálogo de árboles singulares elaborado por el Cabildo. Nacieron a principios del siglo XVIII, por lo que tienen casi 300 años de antigüedad, según los botánicos. La más alta, con sus 36 metros de altura, supera a las torres de la catedral de Santa Ana.

Toca subir la cuesta y regresar al núcleo fundacional de Tenoya. Entre las calles Camino a Casa Ayala y Camino a Tenoya se conserva un puñado de ejemplos de sencillas casas terreras con tejados a dos aguas distribuidas en estrechos callejones, algunas están en ruinas y otras restauradas. Se trata de las antiguas viviendas donde residían los jornaleros y las familias de menos recursos.

Una vez arriba del todo, el visitante encontrará en el número 43 de Camino a Tenoya una destacable mansión. Situada justo enfrente de un grupo de casas terreras con el tejado derrumbado, esta casona de dos plantas fue construida en 1920, según el Catálogo de Patrimonio. Está elevada sobre una pequeña escalinata y por delante tiene un patio con flores cerrado por un muro y una verja a modo de puerta con pilares de cantería a ambos lados.

La plaza tiene otros edificios antiguos en el lado pegado a la ladera, donde hay un pilar de agua. El historiador Santana Domínguez apunta que sería en esta zona cercana a la ermita donde hasta el siglo XVIII estuvo situada la conocida como «Casa de los Padres», un nombre que hacía referencia a la Compañía de Jesús, orden disuelta en 1773 y cuyos bienes fueron expropiados por el Estado. «En esta zona tuvieron varios edificios y parcelas», aclara.

La acequia de Tenoya tiene su historia, allí un grupo de mujeres lavanderas hicieron frente a Tejero en 1966

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Por medio de estas casas suben una serie de estrechas escalinatas que conectan con el pasaje de Los Estanques. En esta zona quedan rastros de la tremenda ingeniería hidráulica construida para regar las plantaciones de caña de azúcar primero y plátano después. Una vez en la calle Rodadero el camino llega a la carretera general GC-300 y la actual iglesia de la Encarnación. El templo es de los años 60 y acoge desde entonces la parroquia del barrio.

Basta con cruzar la carretera para disfrutar de una calle que conserva el empedrado original. Se trata del inicio de la calle del Molino. A mano derecha hay una casa de una planta del siglo XVIII, con un patio al que se accede por un portón bajo un muro almenado. Justo enfrente, en la esquina con la carretera, está el que fue Bar Luciana, importante punto de encuentro de los vecinos desde la década de 1930.

Calle del Molino arriba, antes de acabarse el empedrado, hay un cruce del que parte la calle Acequia de Tenoya. Parte de este canal del siglo XIX que transportaba el agua desde Teror está sepultado, pero quedan tramos visibles, al igual que una cantonera de la misma época. Este es un lugar que tiene su historia, pues fue allí donde un grupo de mujeres lavanderas hicieron frente en 1966 al entonces comandante de la benemérita en Las Palmas de Gran Canaria, Antonio Tejero -el del 23F-; estas se oponían a las obras para entubar la acequia. Llegados a este punto, la panorámica es inmejorable.

Otros lugares de interés

Ingeniería

Túnel y acueducto

  • El túnel de Tenoya es, probablemente, el monumento más conocido de la zona. Se trata de la estructura de este tipo más antigua de la Isla y data de primeros del siglo XX; con una estructura hecha a base de piedra, cal, cantería y arena, tiene un solo sentido y 195 metros. Sobre el mismo se conserva un acueducto del siglo XIX que traía las aguas de La Milagrosa y Teror a las fincas de Teror y Bachicao -de hecho, en una cueva de la zona hubo una ermita en el XVIII-.

Barranco abajo

Camino Real a Gáldar

  • De la plaza de la Encarnación parte la calle Camino a Gáldar. Si se baja por esta pista, el visitante verá varias casonas de campo antiguas, algunas con alpendre, y pronto se encontrará con los tramos empedrados del antiguo Camino Real a Gáldar, una calzada original del siglo XVI que baja al barranco.

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