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Puerto

Caridad Cuyás: «Aquí vale lo mismo un hombre que una mujer»

La presidenta de honor de Fedeport, precursora de la presencia femenina en el Puerto de Las Palmas, repasa su trayectoria vital

Caridad Cuyás, en la sede de la Zona Franca de Gran Canaria.

Caridad Cuyás, precursora, siempre ha combinado con exquisito equilibrio la delicadeza y la decisión. La actual presidenta de honor de Fedeport (Federación de Empresas del Puerto) acaba de participar en el podcast Conversaciones Francas, una iniciativa impulsada por la Zona Franca de Gran Canaria (ZFGC) en la que personas clave en la evolución del recinto portuario de la capital grancanaria reflexionan sobre su historia y el futuro que le depara.

Cuyas, protagonista de la historia reciente del Puerto, se encuentra ya jubilada (solo oficialmente) y reconoce tener siempre muy presente los muelles de La Luz: «Cada día salgo a la avenida marítima para ver mis barcos, es mi segunda casa y es una satisfacción ver ese escenario».

Fundida en el mar, así se siente: «Para mí es muy importante». Caridad representa la quinta generación de la saga Cuyás, junto a su abuelo materno José Jorge García, apoderado de la Casa Elder, para concluir en el presente «con mi hijo, Juan Carlos, actual director general de Hamilton y Cía».

Su atraque en el Puerto fue en el año 1980. Desde entonces, nunca se separó. «¡Es imposible!», argumenta. En la actualidad, el hecho de ser presidenta honorífica de Fedeport se ha convertido «en un estímulo comprobar cómo avanza nuestro puerto».

«Si yo no sé nada del Puerto»

Fue su hermano Javier quien le propuso entrar en el Puerto. «¡Si yo no sé nada del Puerto!», respondió ella, aunque tras su muerte asumió la máxima responsabilidad de la consignataria. Caridad Cuyás aún lo recuerda con nostalgia: «Gran amigo, trabajador, simpático con chispa pero, sobre todo, un gran hermano, aún siendo él el benjamín de la familia y yo la primogénita».

Sobre la conciliación entre trabajo y familia, asegura que en los principios se sintió «impotente al afrontar las responsabilidades de la empresa». En esas circunstancias, el apoyo de su marido fue fundamental: «Me apoyó desde el primer momento».

Con indisimulada familiaridad, menta a su padre como «papá». El patriarca «era agente de aduanas y posteriormente trabajó en la Casa Elder», pero falleció con 56 años, «en la flor de su vida». Los últimos recuerdos que guarda son «ir con él a visitar los buques de Navicasa, donde era el director». Desde joven le enseñó «cómo se estibaba un barco» y le transmitió «esa atracción por el puerto y su universo».

Estibadores, grandes amigos

Reitera, clara y contundente, que quiere al Puerto. «Ese es mi gran activo y por eso estoy y estaré aquí». Respecto al papel de los estibadores de La Luz, Caridad los define como grandes amigos. «Antes se les llamaba portuarios y mis recuerdos son de profunda admiración y cariño».

«En el año 2000», prosigue, «veía el trabajo de los estibadores desde la ventana de mi oficina y cuando descargaban las bobinas salía corriendo para pedirles que tuvieran cuidado. Ellos siempre me respetaron, pero yo los respetaba más todavía». Admite haber tenido altibajos con ellos «en los momentos de negociación, pero nunca escatimaron horas para descargar un barco».

El hecho de ser mujer nunca menoscabó su papel de jefa en un ambiente de hombres: «Las cosas se solucionan con diálogo y respeto», subraya. No duda en afirmar que era duro, «pero el respeto lo solucionaba todo».

Una mesa enorme y eterna

El momento más importante de su entonces incipiente trayectoria se suscitó la primera vez que asistía a una reunión de consignatarios. «¡Una mujer en una sala de juntas llena de hombres! Aquella mesa enorme me pareció eterna... Entré muy tímidamente y saludé a don Armando Bordes, presidente por entonces... Solo había una silla vacía, era la mía. Me temblaban las piernas, me sentía una alumna que se enfrentaba al examen ante un tribunal», relata mientras esboza una sonrisa.

«En un instante de esa reunión», prosigue Cuyás, «don Armando Bordes se dirige a mi y me pide ante todos que le dé mi opinión sobre un conflicto que se había suscitado con los portuarios. Respondí que lo sentía, pero no tenía argumentos sobre el tema, porque acababa de entrar en aquella sala».

Ese día fue la primera vez que constaba en acta que una mujer, Caridad Cuyas, asistía a una cumbre de consignatarios del Puerto de La Luz y Las Palmas. «Eso es histórico y, fíjese, la vida acabó llevándome a ser la presidenta».

En ese tiempo, Caridad era consciente de que la mujer era invisible en el ámbito portuario. «Fue por ello que decidí dar un paso hacia adelante para darme a conocer más, como mujer». Con cierto ímpetu afirma que «esta ciudad sin el Puerto no sería lo que es. Gracias al Puerto comemos, vivimos».

Una presidenta para el Puerto

Prosigue Caridad Cuyás rememorando el principio de su vínculo con el Puerto: «En esos inicios estaba yo sola. Hoy por hoy ya contamos con un plantel importante de mujeres asumiendo cargos de responsabilidad, sobre todo en empresas familiares, como me inicié yo misma».

Y va más allá: «Le he pedido al Señor que me dé vida para ser testigo de ver a una mujer siendo la presidenta de la Autoridad Portuaria, por qué no».

Enumera los presidentes comenzando por Rafael Bittini (presidente no ejecutivo), Barreto, Anastasio Travieso («Un gran presidente»), Luis Hernández («¡Qué voy a decir de él, gran amigo!»), José Manuel Arnáiz, Emilio Mayoral («Gran persona»), Javier Sánchez Simón y Luis Ibarra, «persona excelente, gran conocedor de este puerto» y, entre medio, Cardona. «¿Por qué no una mujer ahora? Abogo por eso».

La asociación de empresarias

En 2005 se crea Aeport (Asociación de Empresarias del Puerto), «periodo que fue una experiencia magnífica». Fue la primera asociación de todo el territorio español de empresarias del puerto.

Esa es la razón por la que apuesta «por la formación de la mujer, por su reciclaje y evolución profesional». Uno de sus proyectos iniciales fue crear una guardería para los hijos e hijas de todos los trabajadores del Puerto, así como el primer curso de formación de carretilleras. Se hizo el curso, pero posteriormente nadie las contrató: «Fue una gran pena», admite.

Cuyás no oculta su emoción e intención al relatar la siguiente anécdota sucedida en la década de los 90: «Fui a un puerto de Finlandia donde estibaban bobina de papel de cuatro toneladas. Era un envío a Japón. De repente, los carretilleros me ven, a una mujer, manejando la carretilla cargando las bobinas. Al percatarme de cómo miraban, asombrados, me dije que esto no podía seguir así».

Ni un grito

En 1997, Caridad Cuyas recibe el Premio al Trabajo Personal por parte de la Autoridad Portuaria como primera fémina galardonada con este reconocimiento, acto celebrado en el Gabinete Literario en tiempos que presidía Luis Hernández. «Agradezco muchísimo ese reconocimiento», incide.

Caridad vuelve a abrir su rumbo interior. «En todos estos años ha habido luces y sombras, tristezas y alegrías. Me he encontrado con mucha gente buena y también con otras, no tanto».

Confiesa que antes de comparecer en esta entrevista desempolvó recuerdos en forma de fotografías, escritos, artículos periodísticos. «Reviví tantos momentos que me he vuelto a emocionar esta misma mañana», confiesa.

Nunca fue una persona «de dar un grito, de dar un puñetazo en la mesa o una palabra mal sonante. Así no se arreglan las cosas», recalca. «Mamá y papá han sido mi referencia y mi luz y ese carácter lo heredé de ellos, aquí vale lo mismo un hombre que una mujer, siempre que estén bien e igualmente formados», agrega.

El pecado, no el pecador

Desde la otra vertiente, desde el lado más gris de sus vivencias profesionales, Caridad Cuyás tiene perfectamente claro cuál fue el peor momento experimentado. Esboza una amplia sonrisa de suspense y Confiesa el pecado, pero no el pecador. «Tengo muy clara esa situación y cuando lo veo se lo digo a la cara, me hizo una gran trastada y hasta llorando se lo sigo diciendo». A pesar de ello, continúa, «lo sigo queriendo porque estuvo a mi lado mucho tiempo. La diferencia está en respetar a la persona, pero no pisarla y comunicarlo a priori si me vas a causar daño».

La Zona Franca

En torno al nacimiento de la Zona Franca de Gran Canaria, refiere a Luis Hernández como impulsor. Son gratos los recuerdos que tengo de esta casa y estoy convencida que esta Zona Franca, en no mucho tiempo, tendrá un auge en su crecimiento y consolidación como ya lo estoy apreciando de forma evidente».

Las expectativas que describe del devenir del Puerto son muy positivas y esperanzadoras. «Infraestructuras mejores, empresarios más y mejor formados»... Por último y a modo de broche final, Caridad Cuyás apuesta por la paridad en los órganos directivos del Puerto de La Luz y Las Palmas. «Hoy, por fin, la mujer tiene un gran aliado: su marido o pareja. Antes no existía ese vínculo, aunque en mi caso particular mi marido sí que fue mi gran aliado».

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