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San Lorenzo al alcance de todos

Juan Francisco Santana presenta un nuevo libro que muestra a la juventud la historia del distrito

Dolores Paz y Pineda con sus hijos en San Lorenzo, en una fotografía de 1906. | | FEDAC

El 30 de diciembre de 1939, poco después del término de la Guerra Civil Española, concluye el libro de actas del municipio de San Lorenzo de Tamaraceite. En su última página, puede leerse: «Con esta fecha, queda cerrado el libro por extinción del Ayuntamiento de San Lorenzo, por agregación al de Las Palmas», firmado por el que fuera último secretario de la Corporación, José Betancort. En ese momento se pone punto y final a la historia de un municipio independiente que había aparecido en documentos oficiales, grabados, fotografías y demás herramientas de estudio histórico desde hacía más de tres siglos. Toda esa centenaria vida queda ahora condensada en un libro de casi 700 páginas escrito por el historiador Juan Francisco Santana Domínguez, que transita por sus acontecimientos más relevantes, por su toponimia, por su demografía y su religiosidad, desvelando algunos secretos que mucha gente, no solo de Las Palmas de Gran Canaria, sino del propio distrito, todavía desconoce.

La Historia: San Lorenzo de Tamaraceite, título de la obra de Santana Domínguez, tiene una doble finalidad. Por un lado, busca dar a conocer esa historia oculta por los vencedores de la contienda española del pasado siglo, que ha quedado durante décadas escondida en los archivos del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria sin verdadero interés por aflorar. Por otro lado, quiere convertirse en un libro de consulta para historiadores o curiosos de la historia en general que quieran ahondar en los episodios del antiguo municipio grancanario, pero también entre la propia población del distrito de Tamaraceite-San Lorenzo-Tenoya, ya que se han repartido ejemplares a cada una de las asociaciones de vecinos e institutos públicos del mismo.

Vista de las Vegas de Tamaraceite sobre 1903. | | FEDAC

El autor aseguró que este reparto es «una idea maravillosa», puesto que la considera la «única forma de que la ciudadanía se entere de lo importante que fue esta zona, no solo a nivel político, sino también económico». Y es que el desconocimiento de los hechos históricos que acontecieron aprovechando la situación de inestabilidad provocada por la Guerra Civil, que concluyó con la anexión por la fuerza y el fusilamiento de cinco representantes públicos de San Lorenzo de Tamaraceite, es prácticamente total entre gran parte de la población isleña, así como entre las nuevas generaciones del otrora municipio. También destacó lo silenciado que ha estado esta «oscura faceta» de la historia de Las Palmas de Gran Canaria entre los expertos y estudiosos, lo cual le «sorprende» de que nadie se haya cuestionado cómo, por poner un ejemplo, la ciudad dobló su superficie de la noche a la mañana, sobre todo «porque las cosas no suceden por milagros».

Según el estudio del historiador, San Lorenzo de Tamaraceite surge en la primera mitad del siglo XVII, cuando la zona de Lugarejo, dentro del cantón de Tamaraceite, se convierte en lo que en aquella época se conocía como Lugar independiente y se le pone el nombre de San Lorenzo de Tamaraceite. La autonomía de este municipio se confirmó en 1681 al erigirse el curato independiente. Ello se gestó en base a una serie de causas, como la lejanía de este núcleo poblacional de la parroquia del Sagrario Catedral, en Vegueta, por caminos peligrosos que impedía a mucha de esta gente, muy pobre en su inmensa mayoría, acudir a oír las misas o a satisfacer sus necesidades espirituales en general. Así lo reflejaron varias personas del Lugarejo en un escrito de 1638 que hicieron llegar al Obispado, en el que solicitaban permiso para poder construir una ermita. El obispo de entonces, Don Francisco Sánchez de Villanueva y Vega, les concedió el permiso ese mismo año, si bien sería el propio vecindario el que tendría que costear el erigirla y dotarla de lo necesario para el ejercicio eclesiástico.

Este mismo año, la parroquia matriz de San Lorenzo cumplió 340 años desde que se erigiera como tal, en 1681, si bien esa primigenia ermita, que costó un dineral para la época -2.648 reales aportados por el vecindario-, quedó erigida en 1645. Ello dotaría de una gran autonomía a la localidad para lo que era normal en pleno siglo XVII en los barrios pertenecientes a la capital de la isla. Desde ese momento y hasta aquel año 1939, San Lorenzo de Tamaraceite dispuso de sus propios alcaldes, siendo el primero de ellos conocido el capitán Lázaro de Ortega. Una rica historia que, según Juan Francisco Santana, ha despertado un sentimiento de pertenencia que sigue estando «muy arraigado entre la gente del pueblo». « Y pese a que las nuevas generaciones lo han perdido, en las de más edad todavía pervive esa creencia» de autonomía e idiosincrasia propia más allá de la capital, añadió.

Una propuesta participativa

El libro La Historia: San Lorenzo de Tamaraceite se ha editado después de salir adelante una propuesta de la asociación de vecinos El Román del Escorial a los presupuestos participativos del año 2020 del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria. Durante la presentación del mismo, que se celebró con la presencia de los presidentes de muchas de las entidades vecinales del distrito, el presidente del Román, Carlos Batista, lamentó que a día de hoy, San Lorenzo sigue siendo un pueblo «que sigue condenado y olvidado por las instituciones» e hizo un llamamiento para «disfrutar de esta riquísima historia compartida».

Prologado por el ex fiscal general del Estado, Eligio Hernández, la obra también cuenta cómo el cantón de Atamarasaid fue el germen de la posterior ciudad de Las Palmas, fundada por los conquistadores españoles en el siglo XV. En ese lugar en el que se encuentra la actual Tamaraceite, insiste en su libro Juan Francisco Santana, se fundamentó el origen de la capital. En uno de sus capítulos, ahonda en esa etapa prehispánica y cómo en escritos posteriores a la conquista se habla de construcciones de los antiguos pobladores en varios puntos de la geografía municipal, cuya toponimia, de hecho, está plagada de recordatorios de este hecho: Cuevas Blancas, Cuevas de Torres, Cueva de Ladrones o Cuevas del Monte.

En palabras de Juan Francisco Santana, San Lorenzo de Tamaraceite es mucho más que un núcleo poblacional que llegó a estar habitado en torno al año 1930 por casi 20.000 personas. «Tiene un arraigo enorme en nuestra historia, idiosincrasia, economía, nuestro patrimonio cultural, histórico, etnográfico». Además, contaba con un territorio fértil y en su suelo había abundancia de agua, piedra de cantería y cal, elementos que desde el principio de los tiempos convirtieron a este lugar en un importante asentamiento prehispánico, y que hizo que, más allá de este momento, también tuviera núcleos poblacionales de relevancia.

Esconder las vergüenzas

Pero, ¿a qué se debe que la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria haya mantenido oculta durante tanto tiempo la historia de San Lorenzo? Juan Francisco Santana respondió que puede deberse a dos motivos: por un lado, quieren «esconder los errores» que se cometieron en el pasado, pese a que lo hicieron «otras personas, en otros momentos y con otras ideologías que nada tenían que ver con las actuales». Y, por otro lado, porque no interesa. «Si hay una ley de Memoria Histórica, lo primero que debemos hacer es reconocer la injusticia que se cometió con todo un pueblo que fue obligado a callar a punta de pistola, y que sus representantes políticos fueron asesinados para que la gente callara», demandó.

Y ese callar a punta de pistola todavía es un sentimiento que se podía notar en las calles del otrora municipio hasta hace bien poco, «enquistado hasta el otro día». El historiador recuerda haber entrevistado a muchas personas mayores de San Lorenzo y Tamaraceite que todavía tenían el miedo de hablar sobre su vida antes de la anexión forzosa, o de nombrar el antiguo pueblo independiente, como si alguien les volviera a poner la pistola en la cabeza por hacerlo. Una situación «dramática» que está muy lejos de ser el reflejo de un estado democrático en el que se potencia la memoria histórica, en opinión de Santana.

Y en cuanto a las nuevas generaciones, las que ya nacieron y vivieron en el distrito de Tamaraceite-San Lorenzo-Tenoya, su desconocimiento hacia ese pasado autónomo es prácticamente total. «Estoy convencido que si los jóvenes, que son el motor de la cultura, fueran conscientes de la importancia y de la cantidad de datos que tiene nuestra historia, se habrían movilizado ya en pro de saber más», defendió el autor del libro, en cuya presentación abundaban las canas. Por ello, La Historia: San Lorenzo de Tamaraceite también será entregado a los tres institutos públicos que perviven en estos barrios capitalinos, para hacer llegar ese pasado y que no caiga en el olvido conforme vayan pereciendo los pocos habitantes que tienen en su recuerdo los tristes hechos acaecidos entre 1937 y 1940.

Pese a que lleva más de 40 años dedicándose a conocer los entresijos de la historia de San Lorenzo de Tamaraceite, Juan Francisco Santana admitió que todavía sigue encontrándose sorpresas y desvelando nuevos aspectos que permanecen ocultos entre los archivos. De hecho, hace pocas fechas, descubrió la relación de uno de los grandes escribanos de la ciudad, Francisco Martinez de Escobar, con el diseminado de Siete Puertas, lugar en el que fundó un oratorio público para su familia, pero que terminó abriendo al resto de moradores de la zona. «Siguen saliendo notas cada día entre los escribanos que consulto y sigo anotando. Todavía sigue sorprendiendo esa rica historia», puntualizó.

Con una portada obra del artista aruquense Antonio Cerpa, que traslada al lector a uno de los momentos más negros de la historia reciente de Las Palmas de Gran Canaria con el fusilamiento de cinco persoans inocentes por defender sus creencias, La Historia: San Lorenzo de Tamaraceite ya se encuentra en las bibliotecas de las asociaciones vecinales e institutos públicos de todo el distrito. Con el deseo, como expuso Santana, de mostrar que la historia «no es la que queremos que sea, sino que es la que es», y que por ello su obra «va por la verdad, por lo que creo un ejercicio de justicia y de moral».

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