Los puesteros del Rastro de Las Palmas de Gran Canaria recogen firmas contra el traslado a la carretera GC-110, también conocida como autovía del Guiniguada. La Asociación Rastro Parque Blanco ha conseguido ya el apoyo de más de 240 comerciantes del mercadillo capitalino para revertir la decisión tomada por el Ayuntamiento ante el comienzo inminente de las obras de la MetroGuagua en la rambla Juan Rodríguez Doreste para realizar la parada subterránea de Santa Catalina.
El ambiente estaba caldeado este domingo en el rastro; muros y farolas permanecieron durante toda la jornada empapelados con soflamas del estilo «Señor Quevedo, no somos 20», en relación a las declaraciones que realizó el concejal de Desarrollo Local -Pedro Quevedo- el viernes en el pleno de enero, u otros solicitando comparecencia con el alcalde, Augusto Hidalgo y reclamando una reubicación en la zona Puerto en lugar del casco histórico.
Y es que a la crisis que les ha generado la pandemia -con bajada en las ventas, clausura del negocio en varias ocasiones y reducción de aforos- se le une ahora un traslado a una ubicación que, a su juicio, «no es la más adecuada». Por el momento, buena parte de los comerciantes mantienen su negativa a montar el rastro en el entorno de Triana y Vegueta a partir de la próxima semana. «Esa zona está muerta los domingos», argumentan. «Queremos hacerles ver que somos muchos y que queremos quedarnos en el Puerto», indican varios en corrillo.
La ubicación del rastro de la capital ha cambiado en varias ocasiones en las últimas dos décadas. Durante los 2000: el Parque Blanco, la cubierta de la estación de San Telmo y los aledaños a la iglesia de La Luz, en La Isleta. «Casi siempre hemos estado en el Puerto», apunta el puestero Miguel Heredia. «Es verdad que estuvimos en El Hoyo, pero allí por lo menos tenías a toda la gente que iba a coger la guagua, junto al Monopol no tienes eso», añade, «aquí tenemos a los cruceristas, la gente que va a la playa».
«Sería como mandarnos al paro», apunta enojado el puestero José Santiago, «ese lugar es desértico los domingos, nadie irá allí». A lo que añade, «así será imposible sacar adelante a nuestras familias, si ya estamos en una mala situación», en referencia a las calamidades que han pasado por culpa de la pandemia.
El descontento es «generalizado», recalcan, en un mercadillo con 400 puestos y un aforo de 300 personas ahora en nivel 4 -este domingo se hacían colas de más de media hora para entrar-. «Deben darles un sitio estable y ellos quieren estar en el Puerto», recalca el edil popular, Ignacio Guerra, quien acudió en compañía de la portavoz, Pepa Luzardo, y el viceportavoz, Ángel Sabroso.
