La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Un gestor para la historia del periodismo canario

Tomás Hernández Pulido, la ausencia de un gran hombre silencioso

Hernández Pulido, izquierda, con García Alcalde

Casi centenario, nos deja Tomás Hernández Pulido. Fue consejero delegado de Editorial Prensa Canaria durante el tiempo en que Matías Vega Guerra presidió la empresa editora del vespertino Diario de Las Palmas, y en espera de la recuperación del matutino LA PROVINCIA, que, habiendo sido clausurada por el régimen de Franco, volvió a la calle con la llamada Ley Fraga de 1966.

Hernández Pulido fue un brillante gestor de ambos diarios. No era su profesión la de periodista ni administrador de medios informativos, pero asumió la responsabilidad con inteligencia y afán de superación, además de un talante de ilusión y respeto que muy pronto le ganó la buena voluntad de los profesionales. Y es así como consiguió en poco tiempo situar el matutino como primer diario líder en su ámbito de difusión y aceptación social.

Formé parte de la redacción refundadora, en la que él confió la dirección a José Luis Martínez Albertos, gran profesional y prestigioso didacta univeritario. Ambos creyeron en la Ley Fraga mucho más de lo que merecía, lanzando un medio liberal y abierto al pluralismo y el contraste de ideas. En sus primeros nueve meses de vida, la citada ley le infirió el castigo de nueve expedientes administrativos y un secuestro. Los periodistas nos sentíamos orgullosos pero la empresa temió el ukase de un cierre, y necesariamente tuvo que moderar el tono de aquella libertad, sin ceder en el proyecto.

A la derecha, Javier Moll de Miguel, en los tiempos de la adquisición de Prensa Canaria. | | LP/DLP

Reaparecida en diciembre de 1966, LA PROVINCIA sorteó como pudo el constante asedio de la dictadura a través de sus delegados de información y sus censores nocturnos, que en varias ocasiones obligaron el paro de la rotativa para retirar o reescribir los originales que «se pasaban».

Tomas Hernández Pulido resistió con admirable firmeza el marcaje, el coste técnico y económico de los parones de la impresión y las broncas de Vega Guerra, muy afín al franquismo. Su ideal de información libre tuvo que esperar hasta la muerte del dictador y las primeras aperturas de la transición para legitimar su pensamiento. Pero en 1967 tuvo que cambiar el director, con plena aquiescencia de Albertos, que proseguiría su carrera periodística en Barcelona y después en su cátedra universitaria de la Complutense. Hubo cambios en la Redacción, incluido el mío, que me obligó a regresar a Asturias.

A comienzos de 1972, Matías Vega y Hernández Pulido me citaron en un hotel de Barcelona para ofrecerme la dirección de LA PROVINCIA. Llamé a mi esposa y con su conformidad acepté el cargo sin hablar de condiciones.

Me incorporé a la dirección en mayo, con 31 años. En aquel momento fui el director de prensa más joven de España y sabía que la iniciativa era de Hernández Pulido. Trabajamos en muy buena sintonía aquel tiempo decisivo para los grandes proyectos de Canaria. En 1977, tras las primeras elecciones generales previas a la Constitución. Fui cesado por Vega Guerra, que me hacía culpable del gran fracaso de Alianza Popular en Canarias. Preparé mi regreso a la Península y Tomaso, como cariñosamente llamaban a Hernández Pulido, me aconsejó quedar. El arregló con el presidente mi permanencia en la empresa como consultor y al poco tiempo ya estaba integrado en el consejo de administración.

Vega Guerra sufrió un descalabro en otra de sus empresas y se empeñó, contra la voluntad de Tomaso, en cubrir las pérdidas poniendo en venta a Editorial Prensa Canaria y sus dos diarios.

Esta venta trajo a Canarias a Javier Moll de Miguel, abogado-economista de 28 años, nacido en Zaragoza, que inició de inmediato la impresionante puesta al día de Prensa Canaria y la expansión incesante por toda España con la adquisición de cabeceras existentes y la creación ex novo de muchas otras.

La transformación del conjunto en Prensa Ibérica suma hoy 24 diarios en el país, presentes en las capitales más importantes, además de diarios digitales con todos los de papel, editoriales de libros, emisoras de radio y televisión, etc.

El punto de arranque de esta formidable estructura multimedia fue Prensa Canaria, como Javier Moll proclama siempre con el mayor afecto, el mismo que dedica al empresario isleño Niceto Flores Ganivet, que le hizo conocer la situación de venta de esta empresa y apoyó decididamente sus primeros pasos; actitud que suma al inolvidable compañero Juan Ignacio Jiménez Mesa, gran periodista y creativo gestor que falleció en plena juventud después de jugar un rol extraordinario en el análisis y consolidación de los diarios fundadores y los nuevos.

Además de esta relación profesional mantuve con Tomaso otra de contenido artístico. Muy aficionados ambos a la música, había cuidado él en sus ocios las facultades de una estupenda voz de barítono lírico y cantaba en reuniones de amigos y amigas arias y duetos de ópera

Con saber y belleza muy superiores a las de un amateur, era un canto cultivado, serio, casi profesional. El repertorio operístico era su afición dominante. Fue miembro de la dirección de las temporadas de Las Palmas durante la preidencia de Alejandro del Castillo. No era ni mucho menos fácil hacerle cantar fuera de aquel pequeño círculo de voces, donde se le admiraba y estimaba. Tuve la idea de dedicarle un cuaderno de mi composición con motivo de la fiesta de sus bodas de oro con la entrañable Lavive Haddad, de gratísimo recuerdo en Las Palmas.

Nunca supe si llegó a cantar aquellas piezas, ni siquiera a leerlas. Así era de secreto en su principal afición, debido a una timidez que contrastaba con su recio carácter. Tampoco coincidimos en el salón de música de la inolvidable doña María Suárez Fiol, maestra de tantas voces canarias. Pero le oí en alguna de aquellas reuniones amicales y puedo decir que con su preciosa voz y su rigor en el ejercicio de la técnica podría haber hecho, si fuera su deseo, una carrera profesional en los escenarios líricos.

Por desgracia, una torpe intervención de traqueitis en Barcelona acabó para siempre con su voz como instrumento cantábile. Creo que el disgusto le entristeció de manera extraordinaria, llegando a limitar mucho más su presencia social, un paso más en la secuela de una retirada que llegó a ser total. Todos nos preguntábamos qué sucedía, hasta convencernos de su preferencia por la soledad y la dedicación exclusiva a sus cinco hijos.

Le ví por última vez hace pocos años en el funeral de su esposa Lavive.

Estaba en una forma espléndida para su alta edad y, a pesar del motivo luctuoso, charlamos por los codos. Seguía siendo el Tomaso lúcido, irónico, bromista y entrañable de siempre, aunque en esta ocasión trataba de forzar un optimismo que, dadas las circunstancias, era pura cortesía. El se ha ido, pero su memoria es imborrable, como la de todos los que dejan huella. La suya sobrevive por encima de las ausencias y silencios.

A Cristina, a Maso y sus hermanos, un enorme abrazo.

Compartir el artículo

stats