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La familia numerosa de Angelita Rodríguez, vecina de Jinámar

Es la menor de veintidós hermanos, de los cuales conoció a doce | En 1958 emigró a Venezuela con su marido y su hijo

Angelita Rodríguez, vecina de Jinámar, en una cafetería del Centro Comercial Las Terrazas Andrés Cruz

Angelita Rodríguez es una señora de 86 años perteneciente a una familia humilde de Jinámar que ha trabajado toda su vida como ama de casa, cocinera y niñera para numerosas personas de Gran Canaria. Vivió una infancia alegre, pese a haber tenido que empezar a trabajar muy joven para ayudar económicamente a su familia. Hoy vive con su hijo y dos nietas adolescentes pero sigue desprendiendo la misma vitalidad. Admite encontrarse ansiosa por llegar al fin de la pandemia y volver a disfrutar con normalidad de espectáculos como conciertos o las galas del Carnaval.

De pequeña vivía en un portón con tres familias más en el Risco de San Nicolás. Su madre vendía pescado en el barrio de San Cristóbal y su padre trabajaba en Vegueta haciendo obras. Era la segunda hija menor de veintidós hermanos, de los cuales conoció a doce y tres de ellos murieron por diarrea. "Mi madre, de tener tantos hijos, a lo mejor estaba siempre enfadada y por eso quería más a mi padre", confesó Angelita Rodríguez. 

De día asistían al colegio los niños de las familias más pudientes, mientras que los varones de su familia iban por la noche. Sus hermanos trabajaron durante un tiempo repartiendo los periódicos de LA PROVINCIA que su madre compraba. Cuando Angelita tenía ocho años dos de ellos se habían marchado a la guerra pero ella era muy pequeña en aquel momento y aún no entendía por qué su madre se emocionaba cuando veía regresar a los chicos. Ella empezó a trabajar junto a dos de sus hermanas ayudando en una casa, con tres juguetes guardados en una caja de cartón. Explicó que su familia juntaba la basura al fondo de la casa y después la vendía para conseguir dinero.

"En los años 60 Venezuela era un paraíso"

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"Todo iba a mejor. De tantos hermanos, saltar después a vivir con un baño individual e incluso hasta un cepillo de dientes para mí sola fue un gran paso", comentó. Con 22 años Angelita Rodríguez se casó con Alfonso Artiles y al mes quedó embarazada del primero de sus hijos. En ese momento su marido se marchó a Venezuela porque trabajaba como actor de telenovela. Reconoció que lo pasó muy mal cuando su marido se fue y que, cuando se subía al barco para despedirse, él le hacía un silbido característico que seguía oyendo conforme se alejaba. 

En 1958, con lo puesto y con una niña de tres meses debajo del brazo, cogió un barco para ir a vivir con su pareja y tuvieron allí a su segunda hija. "En esa época Venezuela era un paraíso en todo", aclaró. Por aquel entonces Rodríguez no trabajaba, sino que se ocupaba de cuidar a sus hijos. Comentó que tenían mucha amistad con los canarios que vivían allí y que "cuando nos reuníamos era como un tenderete". A los cinco años viviendo en el país la situación política se empezó a complicar, lo que les llevó a querer volver a Canarias. En el trayecto de vuelta, a la altura de La Palma, nació su siguiente hijo y fue bautizado en el mismo barco. 

Carmen Artiles es la menor de los seis hijos que tuvo Angelita y destacó que "nunca le faltó de nada, ni comida ni ningún juguete de navidad". En esos momentos "aún no estaba tan asentada la idea de que todos tenían que estudiar pero del resto no tengo nada que reprochar", añadió la más pequeña de la familia. Hoy su madre tiene dieciséis nietos, once bisnietos y una tataranieta a los que disfruta cuidando porque admite que le encantan los niños. 

Angelita Rodríguez junto a su hija Carmen Artiles paseando por el Centro Comercial Las Terrazas Andrés Cruz

Uno de los momentos más difíciles que vivieron tuvo lugar cuando Angelita se quemó tras un accidente en la cocina, mientras Carmen aún era pequeña. Guardando la compra en un armario debajo de los fuegos se le cayó sobre la espalda una olla en la que estaba preparando arroz y fue ingresada en el Hospital El Pino. "Para mí fue traumático de niña porque estuve más de seis meses en los que no la vi y vivía con mis tíos", confesó su hija. La familia no quería que los niños vieran a su madre hasta que no estuviera más recuperada. 

Angelita Rodríguez vive en casa con uno de sus hijos y con dos nietas adolescentes y disfruta ir de compras y asistir a los conciertos a los que le invita su hija Carmen. Hasta hace poco tiempo iba a nadar al Consejo Insular de Deportes, pero reconoce haber parado porque le es difícil ir en guagua después de haberse caído en algunas ocasiones. En su día a día disfruta escuchando la radio, viendo la televisión y leyendo la prensa. Este año ha ido a ver las galas del Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria, en las que reconoce pasárselo muy bien todas las ediciones. 

Angelita le dejó una libreta con deberes a Pedro Sánchez

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En los últimos años la afincada en Jinámar admite haber desarrollado un gran interés en la política, que el resto de su familia no comparte. Una de las anécdotas que mejor recuerda es cuando, en un congreso del PSOE, Pedro Sánchez, antes de ser elegido presidente, se acercó a darle un beso cuando ella contó que estaba empezando a aprender a leer y a escribir. En el siguiente encuentro Angelita le dejó una libreta con deberes a su secretaria. 

Angelita Rodríguez ha participado en varias ocasiones en programas de Televisión Canaria, en los que confiesa divertirse mucho. También se le pudo ver en la pantalla pequeña en un vídeo que le grabó su hija Carmen cuando su familia contrató a un grupo de mariachis para que le dieran una sorpresa. "A a mi marido y a mí todo lo que eran los mariachis y los boleros nos volvían locos", contó entre risas. 

Su hijo la acompaña regularmente en coche al Centro de Día para Personas Mayores de Marzagán, en la que recibe ejercicios para la memoria que la ayudan a mantenerse activa. Lo único que desea ahora es que todo le vaya bien a su amplia familia, con la que guarda una relación muy estrecha. Admite que quiere recordar solo lo positivo y olvidar las malas experiencias de su vida, por lo que le encanta rodearse de gente que siempre ve el vaso medio lleno.

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