La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Comercios históricos de Las Palmas de Gran Canaria

Daviflor, cien años de la floristería más antigua de Las Palmas de Gran Canaria

Este negocio, con un centenario de antigüedad, hace frente a las grandes superficies en el Mercado del Puerto

Juan Dávila, propietario de la tienda, en la Floristería Daviflor del Mercado del Puerto Juan Carlos Castro

Tres generaciones de una familia han regentado durante un siglo la Floristería Daviflor, la más antigua del Mercado del Puerto. El negocio ha hecho frente durante años a las grandes superficies con una clientela que ha permanecido fiel. Hoy Juan Dávila está al frente de una tienda que guarda para él una gran carga sentimental.

Una transeúnte se acerca con su hijo a mirar una flor en un establecimiento del Mercado del Puerto. Cuando eleva la vista se encuentra con el comercio al que iba de pequeña y, en cuanto ve a Juan Dávila, lo reconoce como el nieto de Carmen, la mujer que inició la floristería, y el hijo de Rosario, nuera de la fundadora. El actual dueño de la Floristería Daviflor, ubicada en la Calle Albareda del Mercado del Puerto, reconoce que es habitual que esto pase y que muchos de sus clientes son fieles desde hace muchos de sus 100 años. 

Su abuela Carmen fue durante toda su vida una apasionada de las flores. Ese interés le animó a dedicarse a ello y le trasladó después su entusiasmo a su familia, que ha mantenido la tradición. El actual propietario atribuye la longevidad del negocio al "legado" que le dejó su familia y aseguró que él tuvo las "cosas muy fáciles" porque cuando lo tomó ya "había una base de clientes muy sólida". Hoy regenta una tienda que contiene una gran carga sentimental para él. 

Muchos vecinos llegan al Mercado del Puerto preguntando por las dos primeras propietarias. Unos identifican la floristería con la imagen de Carmen, que su nieto asegura que "era una señora de esas antiguas con un pañuelo negro en la cabeza que vestía toda de negro". Otros aún se imaginan la cara de su madre Rosario que "era todo lo contrario, una señora muy moderna".

"Tengo clientes que han venido con sus hijos y he tenido que llevar las flores en sus fallecimientos"

decoration

El establecimiento continúa presente en la calle en la que empezó su actividad aunque poco a poco se ha ido ampliando unos metros porque la acera ocupaba antes solo un metro. Solo se desplazaron durante tres años, cuando les reubicaron detrás de la plaza de forma provisional para aumentar el espacio. "Ha sido una modernización de la tienda que antes era una cajita de madera y ahora es un ordenador para cobrar pero yo creo que el espacio en sí sigue siendo el mismo", explicó Juan Dávila. 

El dueño se encarga solo de la tienda, al igual que todos sus antepasados. Para "tratar a la flor cortada lo mejor que se pueda" va todos los días al establecimiento, corta las flores, les cambia el agua y las riega. "Siempre hay trabajo, si te incorporas en él y empiezas a vivir tu profesión yo creo que las horas del día se te hacen cortas", comentó sobre el trabajo que implica atender el negocio.

Antes de empezar a trabajar en la tienda, Juan Dávila ejercía en el sector de la alimentación pero su madre fue quien le animó a tomar las riendas del lugar cuando cayó enferma. Ambos trabajaron juntos durante dos años en los que el actual encargado vivió un gran cambio. "Ella me lo inculcó de tal manera que hoy para mí es algo muy bello. Si te gusta la profesión que realizas como a mí lo llevas a cabo de corazón y eso es bonito", destacó de aquella experiencia. También pasó durante un tiempo por el negocio su hermana Isabel, que le aportó otros conocimientos que sigue aplicando a diario.

Gran parte del éxito de la floristería es obra de los clientes, de los cuáles muchos se mantienen a pesar del paso del tiempo. "Yo creo que todo el que se dedica a la belleza de la flor lo hace de corazón y es algo que hay que amar para inculcar ese cariño a la gente que venga a comprarte y que sean fieles a ti", señaló el propietario sobre la permanencia de sus compradores. Destacó: "Para mí los dueños de la floristería son los clientes, que se sientan cómodos y ahí está la base".

Dávila se avergonzó al recordar una anécdota con un cliente que además era amigo suyo. "Me encargó un ramo y yo pensé que era para su mujer así que se lo envié directo a ella", explicó. Sin embargo, el señor que lo encargó quería hacérselo llegar a una compañera de trabajo. "Entonces quedé fatal y él me lo recriminó durante mucho tiempo pero al final no se enfadó tanto", relató entre risas.

Las épocas de mayor auge para la tienda son en las fechas determinantes para la compra de flores como en San Valentín, el Día de la Madre, el de los Fieles Difuntos y en Navidad. "Con esas etapas a nosotros se nos hace más cómodo llevar la empresa", comentó Dávila. Si preparan bien la campaña de las fechas señaladas pueden superar sin problemas los meses de menores ventas como septiembre, octubre y noviembre.

Sin embargo, no todas las experiencias son alegres en una floristería. Muchos clientes acuden a comprar flores para después llevarlas a algún ser querido en el cementerio y esa carga emocional también llega en cierta forma a los vendedores. Dávila contó: "Yo tengo clientes que han venido aquí con sus hijos y que, por desgracia, he tenido que atenderlos para llevar las flores en sus fallecimientos. Eso es muy duro porque no es que sea solamente tu cliente sino que aquí somos casi como familia".

El negocio vivió su etapa más dura hace dos años con el inicio de la pandemia. Durante el confinamiento el propietario permaneció en su casa, sin poder atender a un "producto perecedero como es la flor". De un día para otro se vio encerrado entre cuatro paredes y la actividad de la floristería estaba completamente parada. El propietario relató que "estaba con la inseguridad de si al cliente le costaría volver o no pero, gracias a Dios, la incorporación fue fácil. El cliente parece que necesitaba esa vida que le da la flor".

Pero, pese a las épocas difíciles, nunca cruzó por su cabeza la idea de cerrar el negocio. Hubo una época en la que le llegaron a ofrecer dinero por vender la floristería pero "yo no sé el amor tan grande que se siente por una abuela pero por una madre es diez veces más. Recordarla solo para mí es darme vida y al llegar aquí es como que vive todavía y eso para mí es algo muy bonito", expresó el dueño.

Cuando hay una crisis "la flor pasa a un segundo nivel", expresó Dávila

decoration

Con las consecuencias de la guerra en Ucrania está experimentando una nueva baja importante en las ventas. En épocas de crisis, dijo Dávila, "la mente es algo muy fácil y difícil de llevar". Ahora la población española está preocupada por lo que está pasando a su alrededor y por abastecerse de los bienes de primera necesidad. "Si la televisión dice que hace falta comprar papel higiénico la gente no deja papel higiénico en el super. Si sale que va a haber una necesidad de aceite, la gente sale y compra aceite. Cuando pasa esto la flor pasa a un segundo nivel", comentó.

Dávila ve un posible relevo cuando se jubile en su sobrino Fran, que "es un apasionado de las flores", aunque espera poder continuar bastante tiempo porque disfruta de su trabajo en la tienda. Sin embargo, aún no tiene claro si el negocio va a poder seguir funcionando durante muchos años más.

Comentó que la situación en la plaza no es fácil ahora mismo porque "está dedicada un 50% al ocio y el otro 50% es tradicional". Otra traba que han venido enfrentando en los últimos años es que "el cliente fiel a nosotros se nos va haciendo mayor, por desgracia va falleciendo, y sustituirle por nuevo cliente está costando mucho". Pese a todo, no prevé una retirada en el futuro cercano porque se ve bastante capacitado y cómodo con su trabajo "pero la verdad es que a veces sí que se te hace duro porque vas viendo la falta de clientes. Con la inseguridad que existe ahora mismo en el ciudadano de a pie te das cuenta de que la flor es una cosa que podemos sustituir".

Compartir el artículo

stats