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Comercios históricos de la capital

El legado de Panchito Monagas en La Isleta sigue muy vivo 97 años después

La Panadería Monagas mantiene viva la tradición del pan artesanal pese al vendaval del cambio porque cree en un producto de calidad

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Panadería Monagas José Carlos Guerra

La panadería Monagas abrió sus puertas en 1925, gracias al impulso de Panchito Monagas, y pronto se ganó la popularidad en La Isleta, un barrio donde el boca a boca es indispensable. Cuatro generaciones han pasado en estos 97 años por detrás del mostrador, y todas ellas han mantenido vivo el legado del fundador, con el mayor de los respetos por lo que consiguió durante tantos días de trabajo. Una tarea que tiene todavía futuro.

Panchito Monagas, donde quiera que esté, mira con orgullo cómo su familia sigue manteniendo vivo su legado después de que, hace ya 97 años, abriera su panadería en el corazón de La Isleta. Cuatro generaciones han continuado con la elaboración tradicional y artesanal del pan y se han convertido en auténticos supervivientes entre los establecimientos de este tipo en Las Palmas de Gran Canaria. Incluso tras pasar 13 años cerrados porque no encontraban un local adecuado para seguir su actividad al abandonar el primer obrador, situado en la calle Juan de la Cosa, en 2001. Con todo, su fiel clientela seguía esperándoles con los brazos abiertos y las ganas de consumir un producto de calidad.

«Permanecer abiertos es un homenaje a mi bisabuelo y mi tía abuela, con todo mi respeto», afirma Ángel

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El calendario marcaba 1925 cuando Panchito Monagas, después de dedicarse a otros menesteres en su vida, decidió abrir una panadería bajo su casa, en el barrio portuario de La Isleta. Pronto, se convirtió en indispensable gracias a la cercanía y buen trato que dispensaba a sus vecinos y clientes. Su pan moreno se volvió muy popular gracias al colorcito tostado que le imprimía el estar hecho en horno de leña. También su pan blanco, elaborado a base de manteca de cerdo. Ese rico legado es el que se afanan por mantener sus descendientes. Carmen Monagas es la tercera generación de esta familia, que siempre ha vivido entre harinas y con aromas de masa madre recién cocinada. Fue la única de las seis nietas que tuvo el fundador que continuó con el negocio, y recuerda con especial cariño, y algo de morriña, cómo se despertaba de pequeña y lo primero que hacía era bajar a la panadería y su abuelo le decía que aquel "no era lugar para una pequeñaja".

Con la reapertura de 2014, tras un impasse de 13 años en el que Monagas no tuvo actividad, fue su bisnieto, Ángel Fernández Monagas, el que se hizo cargo de mantener viva la tradición familiar. Y lo hizo, al igual que su madre Carmen, porque lo mamó "desde que llevaba pañales". Pese al cambio de ubicación -pasaron de la calle Juan de la Cosa a Saucillo-, el espíritu del negocio permaneció invariable y la respuesta que obtuvieron de su clientela fue inmediata. "Mucha gente nos decía que cuándo íbamos a reabrir, y mi propio hijo me decía que si no lo hacía yo, lo haría él, y así fue", recuerda Carmen, alrededor de ocho años después de aquel día en el que las puertas volvieron a abrirse.

Esas ganas que mostraba la población isletera de que reabrieran fue una de las cosas que empujó a Ángel a no rendirse en la búsqueda de un nuevo local que cumpliera sus expectativas y que siguiera "a pie del cliente". Admite que tuvo un "mal comienzo" los primeros años tras la reapertura, pero cree que ya los ha superado y solo ve con optimismo el futuro que tiene por delante. "El permanecer abiertos es un homenaje a ellos -su bisabuelo y su tía-abuela, que les cuidó como una madre-, con todo el respeto que les tengo por lo que lograron con mucho trabajo", asegura el joven, de 33 años.

Carmen señala que las nuevas generaciones no tienen constancia de qué pan es artesano y no lo saben valorar

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Y ello pese al bache que se ha interpuesto en su camino con la pandemia y, ahora, la crisis provocada por la guerra de Ucrania. Desde que comenzara la crisis sanitaria, en marzo de 2020, Ángel ha venido reclamando un mejor trato y esfuerzo para el comercio de La Isleta, que ha traído resultados positivos porque "la gente se ha concienciado y ha colaborado con las tiendas del barrio". Pese a ello, y aunque han ido sobreponiéndose al encarecimiento de la producción, en enero, y tras siete años inamovibles, Ángel se vio obligado a subir el precio del pan cinco céntimos. Y eso fue antes que saltara el conflicto en Europa del Este y todo se encareciera más. Su madre, en cambio, cree que es una oportunidad para "reinventarse", disponiendo nuevos productos y apostando más por las redes sociales que ya comenzaron a utilizar desde la reapertura en 2014.

El pan 'yé-yé'

La mujer también comenta cómo ha cambiado la percepción de la población respecto a lo que, de toda la vida, se consideró un buen pan. Las nuevas generaciones, a partir de la suya propia, no están acostumbradas a encontrar ese verdadero producto artesanal que antes se hacía unidad por unidad, a mano y con masa madre, tal y como asegura se hace en Panadería Monagas. "Empezó una transición hacia el ‘pan yé-yé’, y todo se fue desmoronando", cuenta, en referencia a las elaboraciones de las boutiques y las franquicias. De hecho, añade, a muchos clientes les cuesta entender que el pan se hace detrás del mostrador en el que lo compra, y no en hornos a varios kilómetros de distancia. 

Entre su fiel clientela, Monagas también cuenta con restaurantes y cafeterías que apuestan por ellos porque quieren ofrecer "el mejor complemento posible" a su menú. Y es que, señala Ángel, "está demostrado que es un factor determinante para muchas personas a la hora de escoger un lugar u otro para comer", por lo que muchos propietarios de establecimientos de restauración entienden que ese producto que ponen en la mesa para acompañar "también tiene que estar bueno". 

Una tarea, en la que está inmersa ya la cuarta generación de la familia Monagas, que busca recalcar el prestigio del fundador, Panchito Monagas, cuyo legado sigue vivo como en un principio.

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