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PATRIMONIO

La iglesia de Los Dolores busca dinero para evitar el derrumbe de la torre

Urbanismo impone varias sanciones a la Diócesis por el mal estado y el peligo que entraña el campanario. Restaurar la construcción cuesta 300.000 euros

Iglesia de Los Dolores Juan Carlos Castro

La Diócesis de Canarias busca financiación para rehabilitar la torre de la iglesia de Nuestra Señora de Los Dolores, en Schamann, que amenaza con venirse abajo por el pésimo estado en que se encuentra debido a su antigüedad, el efecto de las inclemencias del tiempo y la falta de mantenimiento desde que se construyó hace más de sesenta años.

La Concejalía de Urbanismo ha impuesto varias sanciones al Obispado por no restaurar la torre, que entraña un peligro, debido a los desprendimientos, por lo que se ha aislado la zona más cercana con un muro para evitar que la gente pase por debajo

La restauración cuesta más de 300.000 euros y tirarla abajo, otra de las alternativas que baraja la Diócesis, precisaría más de 100.000 euros, cifras ambas que se han incrementado con el aumento de los costes de la construcción.

Desde el Obispado aseguran que no tienen dinero para asumir cualquiera de las actuaciones, debido a su alto coste, por lo que inició hace meses conversaciones con el Cabildo de Gran Canaria y el Ayuntamiento para firmar un convenio que garantice la financiación del arreglo de la estructura.

Así lo informa el delegado episcopal para Asuntos Económico y Relaciones Institucionales, Eloy Santiago, quien reconoce que la torre precisa de una actuación urgente porque «se está cayendo» por la oxidación de los hierros y el deterioro del hormigón.

El consistorio abrió un expediente sancionador tras realizar una inspección en 2018 e instó a la parroquia a asegurar el estado de la torre, un expediente que ha derivado en varias sanciones.

«El Ayuntamiento», indica, «hizo notar que la torre entrañaba riesgo y nos pidió que pusiéramos algún elemento de seguridad. Pusimos una red inicialmente en 2020 y luego colocamos un perímetro de hormigón para que la gente no pasara, pero es verdad que requiere una intervención urgente. Mejor hoy que mañana»

Santiago señala que está a la espera de que ambas instituciones contesten a la petición de ayuda económica, porque se trata de «una obra bastante costosa». Lo más barato, aclara, sería tirarla abajo, algo que se puede hacer porque la iglesia no está protegida, pero el Obispado prefiere conservarla porque se trata «un icono de la Ciudad Alta, de la que forma parte». Otra opción que se baraja «sería quitar la que está ahora y construir una nueva con elementos actuales de arquitectura», una actuación que también «tiene sus más y sus menos».

La falta de protección del inmueble dificulta, a juicio de Santiago, la obtención de una subvención y, de hecho, lo que pretende la Diócesis es conseguir algún grado de protección para el edificio, teniendo en cuenta su gran valor arquitectónico.

 La iglesia y la torre fueron construidas en 1959 por el arquitecto catalán Joan Margarit Serradell, cuando este trabajaba como técnico del ayuntamiento capitalino. El resto de la iglesia está en buenas condiciones, «en lo que cabe», dijo.

«Tuvo un problema serio de humedades hace unos años, se actuó y hubo que poner un falso techo, lo que conllevó que una parte de las pinturas de Jesús Arencibia quedaran un poco cubiertas, algo inevitable».

El párroco actual Alejandro Santana, añadió, «ha hecho obras de mantenimiento y cambiado la instalación eléctrica, pero estos edificios requieren un mantenimiento permanente».

El deterioro de la torre, que tiene cinco plantas y más de 10 metros de altura, «se ha agudizado porque está a la intemperie y el aire y la marisma ha oxidado el hierro y deteriorado el hormigón, que es de los años 50 y carece de protección y aislamiento contra las humedades», lo que ha provocado la aparición de grietas.

Margarit construyó la torre de Los Dolores, al estilo italiano, «como un baptisterio, con la pila bautismal fuera de la iglesia, que estaba en la planta baja de la torre». Así funcionó durante los primeros años, pero después quedó sin uso, salvo el campanario, que también dejó de funcionar tras las quejas de un vecino por los ruidos de las campanas.

«Somos conscientes de que la situación actual es delicada y queremos actuar de manera urgente», sostuvo Santiago, quien consideró que la iglesia, muy vanguardista para la época -con paredes onduladas que simulan olas y un techo que parece una quilla de barco- tiene valores suficientes para ser protegida . «No tiene la suficiente antigüedad para obtener la protección como patrimonio histórico, pero es una cuestión de proteger el patrimonio cultural y la arquitectura moderna».

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