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Premios Puertos de Las Palmas: Pedro Mederos, el hombre de las 7.000 emergencias

Los galardones reconocen la vida profesional de quien fue capitán marítimo de Las Palmas entre 2001 y 2020

Pedro Mederos, durante su tiempo al frente de la Capitania Maritima de Las Palmas. YAIZA SOCORRO

El palmero Pedro Mederos asumió la Capitanía Marítima de Las Palmas con el cambio de milenio y durante los 20 años que la dirigió tuvo que hacer frente a más de 7.000 emergencias marítimas, una labor que llevó a cabo con rigor y acompañado de «un equipo excelente», según destaca. Su dilatada experiencia y vinculación con La Luz ha sido reconocida por los Premios Puertos de Las Palmas con un galardón a la vida profesional en el entorno portuario que le será entregado el próximo jueves en las naves humanitarias del Programa Mundial de Alimentos.

A Mederos le llamaban la atención los barcos desde que, aún siendo niño, su padre le llevaba a ver el muelle. Subía a bordo de los buques y se quedaba encantado; tanto, que acabó convirtiendo esa afición infantil en una vocación que se materializó a través de su formación como ingeniero naval. 

El futuro capitán marítimo obtuvo su titulación académica en la Universidad Complutense de Madrid, aunque para llegar a Las Palmas de Gran Canaria todavía tuvo que pasar algún tiempo. Primero trabajó como inspector de buques en la Armada durante dos años –«Ahí adquirí una experiencia importantísima», apunta– e incluso llegó a dar clases de Formación Profesional, pero cuando se convocaron unas oposiciones para la antigua inspección de buques no lo dudó: «Las hice y al final toda mi vida profesional estuve en la administración marítima». 

Mederos recuerda perfectamente el día que empezó a trabajar en la provincia marítima de Las Palmas, el 15 de julio de 1985. Su primer cometido –por entonces ni siquiera existían las capitanías marítimas dentro de la estructura de las administraciones públicas– era similar «a las ITV de los coches», aunque «mucho más intensas y con mayor periodicidad». 

En el caso de los barcos, explica, «tienen que ser reconocidos todos sus elementos, el casco, la estructura, la maquinaria, todos los medios de propulsión que pueda tener, maquinaria auxiliar, instalación eléctrica...». En cualquier caso, el trabajo no termina ahí: «También hay que cerciorarse de la buena preparación de la tripulación», agrega Mederos, porque la parte humana «es la que más influye en la seguridad».

La inspección tiene como objetivo principal la flota española, aunque también lleva a cabo trabajos en barcos de cualquier bandera que llegan al Puerto, siempre de acuerdo con un sistema informático europeo que calcula un factor de riesgo para buques a partir de una base de datos global. «Es un procedimiento bastante complicado, pero es el sistema quien elige al barco, no los inspectores», aclara. La elección tiene lugar a partir de una larga lista de factores –la calidad de la bandera o de la sociedad de clasificación, el historial de deficiencias del buque o del armador...– y de ese modo «se consigue que el esfuerzo sea repartido entre todos los países y por tanto que los medios de inspección, que siempre son escasos, se empleen con eficiencia».

Tras unos años como inspector, Mederos asumió la jefatura del equipo de Las Palmas en la década de 1990. Siguió llevando a cabo inspecciones, aunque también coordinando el trabajo de sus compañeros, hasta que en 2001 accedió al cargo en el que se mantuvo hasta la jubilación, el de capitán marítimo. Entre sus responsabilidades, todas las aguas de soberanía española de la provincia –Las Palmas tiene 860 kilómetros de costa, detalla– y también aquellas sobre las que el Estado tiene algún tipo de jurisdicción, como la zona económica exclusiva y la gran superficie de un millón de kilómetros cuadrados del área SAR.

Los equipos toman muy rápidamente las acciones necesarias en cada caso, explica Mederos, aunque la última palabra recaía en él. «Por ejemplo, cuándo se suspende una búsqueda: esa es una decisión muy dura que tiene que tomar el capitán marítimo», reconoce. Eso sí, tuvo «muchísima suerte» con los profesionales de Salvamento Marítimo, a los que menciona uno a uno. «Funcionan de manera muy eficiente, son profesionales de bien orden, entrenados», recalca. 

Mederos explica que «la única salvación» ante las dudas que pueden surgir durante los momentos más complicados de una emergencia «es aplicar con rigor, cueste lo que cueste, los procedimientos». Al fin y al cabo, «encontrar a alguien en la mar es como buscar una aguja en un pajar; en la teoría es prácticamente imposible, pero en la práctica sí lo logramos casi siempre».

La Capitanía Marítima, que ocupaba una zona del edificio de la Autoridad Portuaria, logró poner en pie una nueva sede durante el mandato de Mederos. El nuevo edificio, localizado también en el muelle Benito Pérez Galdós del Puerto de Las Palmas, se inauguró poco después de que él se jubilara, pero pudo supervisar todo el proceso constructivos y no tiene más que buenas palabras para el inmueble: «Es un espacio que no es exagerado, pero tampoco se va a quedar pequeño mañana». 

Mederos ha podido recorrer el edificio junto a su sucesor en una de las visitas que continúa realizando de vez en cuando por La Luz. Sobre el entorno portuario en el que transcurrieron tres décadas y media de su trayectoria profesional, es optimista: «El Puerto tiene una propiedad muy importante, y es que sabe adaptarse a lo que se le venga encima», explica mientras menciona los saltos de la pesca a los contenedores o el offshore que ha experimentado el recinto en las últimas décadas. «No solo el puerto, sino los servicios a su alrededor, como los consignatarios o los talleres, se adaptan con admirable rapidez y elasticidad a los cambiazos que hay a lo largo de la vida de La Luz», concluye.

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