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Los presos de Salto del Negro rememoran las tiendas de aceite y vinagre

La profesora Fátima Díaz imparte un taller a alumnos de la cárcel con la ayuda del libro de Teresa Sosa sobre los antiguos comercios

Fátima Díaz(d) y Teresa Sosa (i), profesoras. ANDRES CRUZ

«¿Quién no conoció una tienda de aceite y vinagre?». Bajo esta premisa Fátima Díaz, profesora de secundaria en la cárcel de Salto del Negro, comenzó una de sus clases el pasado mes de octubre. Nació así un proyecto educativo y social que acaban de presentar ante la consejería de Educación del Gobierno de Canarias. El taller está basado en dos pilares fundamentales; por un lado, la experiencia personal sobre este tipo de comercios de cada uno de los alumnos, que no son otros si no diferentes reclusos del centro penitenciario de Las Palmas de Gran Canaria; y por otro lado, el libro ‘Tiendas de aceite y vinagre’ de la profesora de primaria Teresa Sosa.

Díaz lleva ocho años trabajando en centros penitenciarios, «además de impartir el temario me gusta siempre trabajar por proyectos, implicas más al alumno y es más proactivo». En este caso, decidió que era buena idea utilizar los dos libros que ha escrito Teresa Sosa sobre esta temática -uno más enfocado a niños con ilustraciones y otro más de adultos-. «A través de las tiendas de aceite y vinagre puedes trabajar muchísimas temáticas, algunas relacionadas con la asignatura, puedes enlazar con temas de actualidad», apunta la profesora. De hecho, ha vinculado este tipo de establecimiento con los objetivos de desarrollo sostenible.

Díaz: «Eran un sostén contra la pobreza, por eso podemos trabajar los objetivos de desarrollo sostenible»

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Pero, por encima de todo, lo que ha buscado con este proyecto, ha sido «trabajar las emociones» de los alumnos. «Cada uno te cuenta su experiencia personal, hablan de sus madres, de sus tías, de cuando les mandaban a comprar cualquier cosa», apunta Díaz, «incluso te dicen que su padre tenía una tienda como esta, te hablan de la que había en su calle, es algo muy bueno ese ejercicio de memoria». Y es que este ejercicio de memoria les hace a cada alumno retrotraerse en el tiempo a su infancia, una realidad muy distinta a la que están viviendo actualmente en prisión.

«Era donde compraban nuestras abuelas y abuelos, allí se podía encontrar desde una bombona de gas butano hasta unas botas para trabajar en el campo», señala uno de los relatos aportados por los alumnos durante estos meses. «Iba siempre a la tienda de Paquito, era inconfundible: el olor de las verduras y el trato familiar y afectivo», resalta otro. La cercanía, la variedad de producto y la facilidad de pago son algunos de los valores que realzan en sus vivencias, donde algunos incluyeron agradecimientos a Sosa por esta difusión de la cultura isleña.

Material que utilizan en el taller en Salto del Negro. ANDRES CRUZ

«Es un llamamiento familiar a esa época», añade Sosa, quien ha acudido ya a Salto del Negro para dar una charla y dar a conocer de primera mano la experiencia y el trabajo que ha supuesto esta recopilación sobre las tiendas de aceite y vinagre de Gran Canaria. «Es algo que agradecen mucho», señala, «al final la gente dice que estos establecimientos han desaparecido, pero si te mueves descubres que sí quedan varias».

«El que compra fiao»

A través del uso de estos libros, la profesora ha marcado una serie de fichas con ejercicios sobre las características de las tiendas o comparándolas con los supermercados actuales. «Les enseñas frases como ‘el que compra fiao, compra callado’, al final gracias a estos sitios muchas familias podían vivir, el fiao era como la tarjeta de crédito de entonces», apunta Díaz. Además, trabaja conjuntamente estas tareas con la profesora de inglés, Sonia López Rodríguez, para reforzar el carácter transversal de esta actividad.

Y es que las tiendas de aceite y vinagre supusieron un sustento para numerosas familias. «Eran un sostén contra la pobreza, por eso podemos trabajar los objetivos de desarrollo sostenible 2030», indica esta Díaz, profesora de sociales. De esta manera, los alumnos aprenden sobre sostenibilidad a través de los productos de cercanía, aprenden de consumo responsable, cuidado del ecosistema con la promoción de los productos de temporada, acción contra el cambio climático por el reciclaje, «que es algo que se hacía en estas tiendas», o crear comunidad.

«Al final, si te das cuenta, son cosas, reciclar por ejemplo, que ya se hacían antiguamente», comenta Sosa. De ahí el valor que intenta inculcar Díaz a sus alumnos a través del papel que jugaban estos establecimientos en los barrios y pueblos de las Islas. Es más, la también coordinadora de Igualdad destaca «el papel fundamental que tenían las mujeres, tanto detrás del mostrador como sostén del hogar a la hora de hacer todas las tareas y recados».

En el caso de los reclusos de otras nacionalidades el taller para ellos tampoco ha pasado desapercibido. «Muchos se quedan extrañados cuando nombro este tipo de comercio, luego les explico lo que es y te cuentan las maneras de llamarlos en sus países y sus propias experiencias», explica Díaz mientras enrrolla una cartulina confeccionada por sus alumnos con frases de sus experiencias y dibujos. Estos últimos están basados en las ilustraciones del libro para niños de Teresa Sosa, diseñadas por Cristian Piña Pino. Y es que estos comercios han marcado a generaciones.

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