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Viaje al mundo perdido del Guiniguada

Decenas de personas disfrutan con los cinco sentidos del paseo sensorial Kleos por el barranco para conocer su historia, la flora, la fauna y su evolución geológica

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Paseo por el barranco con la nueva app Kleos Guiniguada Andrés Cruz

Internarse en el barranco Guiniguada, ese paraíso que Fernández-Aceytuno quiso rehabilitar y se quedó a medias, es como viajar a muchos mundos perdidos, como el del agua, que un día reinó dentro y fuera del cauce y apenas se la ve hoy aunque se la intuye y, a veces, se la oye; o aquellos molinos, canteras y fincas desaparecidos. Decenas de personas disfrutaron este domingo de un viaje sensorial al pulmón verde de la ciudad.

El paseo interactivo por el Guiniguada, un proyecto impulsado por el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria e ideado y comisariado por Nomad Gardens para explorar el barranco a través de los cinco sentidos, comenzó este domingo a primera hora con una invocación al agua en la plaza Fuente del Risco, en San Nicolás. El pilar permanece vacío desde hace años, al igual que las acequias donde se lavaba la ropa y de las que hoy sólo quedan vestigios, aunque la aplicación móvil Kleos Guiniguada permite al paseante escuchar el sonido del líquido corriendo por los viejos canales, acequias, fuentes y lavaderos. En esta plaza comienza la primera de la instalaciones paisajísticas que han realizado con algo más de seis metros de soga a lo largo del barranco, alumnos de la Escuela Técnica superior de Arquitectura, dirigidos por los arquitectos Evelyn Alonso, Ángel Casas, Héctor García, Elisenda Monzón, Juan Manuel Palerm, José Antonio Sosa y Noemí Tejera. Varias cuerdas salen del pilar evocando el agua perdida y reivindicando su vuelta, junto a liñas de ropa.

La excursión comienza en la plaza Fuente del Risco de San Nicolás, con una invocación a la vuelta del agua al pilar

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Móvil en ristre, los excursionistas pueden escuchar en la aplicación Kleos los 83 temas musicales elegidos, relacionados con el origen de las especies vegetales, los bancales, invernaderos, las cuevas, los aromas o los estratos. Por ejemplo, en la parte de los invernaderos, se puede escuchar una grabación de los cables golpeando el plástico y cuando aparecen las cuevas, se inician los cantos y danzas del Atlas (Marruecos). Una vez pasado el Pambaso y dentro del sendero del barranco aparecen los viejos bancales de las fincas de plataneras, construidas con sillares de toba y basalto, muchos de ellos en peligro de abandono o literalmente abandonados. Las plataneras sobreviven milagrosamente, al igual que las fonolitas una piedra muy sonora, cuyas lascas servían para asentar los cantos de toba y también para llamar a las cabras. «Cada cabra tenía un sonido específico que reconocía», explica Salas Mendoza, una de las comisarias del proyecto.

La tercera parada del camino tiene lugar en el viejo molino y la casa del molinero -ahora habitada por una palmera- o más bien lo que queda de ellos. Hay que echarle imaginación para recrear lo que fueron en su día estas ruinas. Situado a un tiro de piedra de San Roque, se convirtió en uno de los principales centros de encuentro de la zona, a donde acudían los lugareños a moler el gofio.

Barranco adelante aparecen horadadas en el risco las primeras cuevas de los antiguos canarios, antes de llegar a Albiturría. Justo debajo ha crecido un enorme molle, un falso pimentero, cuya sombra se convierte en el lugar ideal para hacer un alto en el camino. No en vano, ha sido elegido como madriguera por varios lagartos de Gran Canaria (Gallotia Stehlini), engolosinados con sus frutos, una especie de pimienta rosa. Los Gallotia son de los pocos lagartos que comen flores. «Nosotros decimos», indica Mendoza, «que son el jardinero del barranco, porque muchas de estas semillas necesitan pasar por su tracto digestivo para germinar». Justo debajo del pimentero han realizado la cuarta intervención Kevin Reyes, Cristina Falcón y Ariadna García de Saa. «Quisimos trasladar todas las cuevas que se ven en el risco y trabajar el hueco que deja el árbol como si fuera una de ellas, trazando con las sogas pintaderas y cazoletas en el suelo», comenta Reyes. Uno de los lagartos ha empezado a familiarizarse con ellos y cada vez se acerca un poco más. Más o menos a la mitad del camino es el momento de comerse la galleta aborigen, una de las seis propuestas gastronómicas de la ruta, elaborada por Ave Pastelería, con semillas tostadas de cebada, un alimento contundente que aporta la energía suficiente para llegar hasta un poco más arriba de Fuente Morales.

Los lagartos son los jardineros del lugar porque las semillas germinan tras pasar por su tracto digestivo

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Antes de llegar al aula de Fuentes Morales, que lleva 15 años abandonada ante la incomprensión de los paseantes que tampoco entienden el abandono de la zona repleta de chamizos y basura abandonada en las laderas, le toca el turno a los aromas, a la vuelta de una curva pronunciada a la altura del Almatriche. O más bien, entre Almatriche y Lomo Blanco.

A partir del viaducto de Riquianez, empieza a aumentar la riqueza botánica y se multiplican los pasteles de riscos, acebuches, retamas, salvias, hasta un total de 160 especies, entre ellas los hediondos, aunque estos se reproducen por todos lados. Su intenso aroma les delata donde quiera que están y ello facilita a los lagartos la tarea de encontrarlos. En el lugar elegido para la intervención de los aromas, junto a una gran piedra que parece expresamente labrada por la naturaleza para que el caminante se recupere, se desarrolla la mayor concentración aromática. Ahí se colocaron nidos con cuerda deshilachada impregnada con el aroma de las flores.

El viaje finaliza con la espectacular visión de los estratos geológicos que han creado a lo largo de millones de años las sucesivas explosiones volcánicas.

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