Con más de 125 años de vida en sus distintos emplazamientos, la peluquería La Mascota no solo ha sido testigo de la historia reciente de la ciudad, sino también un taller para muchos aprendices.

El sonido de las tijeras que sale del interior de la peluquería La Mascota se escucha desde que una persona pasa por delante de su puerta, en el número 9 de la calle Malteses. Así ha sido desde el año 1915, momento en el que abrió el establecimiento en su emplazamiento actual, aunque realmente forma parte del barrio de Triana desde 1896, cuando un peluquero cubano, don José Díaz, la fundó justo en frente de donde se encuentra en la actualidad. Pasando de maestros a aprendices, el local no ha cesado su actividad en más de 125 años de trayectoria, en los que ha sido testigo de la historia reciente, no solo de Las Palmas de Gran Canaria, sino también del país y del mundo entero. 

En la actualidad, son Ismael Alemán y su prima, Carmen Rosa, los que están al frente de la peluquería. De hecho, ella fue una de las primeras mujeres en trabajar en una barbería, allá por los años 90. Por este hecho, relata una de las anécdotas que le tocó vivir en esos comienzos. Uno de los clientes más «distinguidos» fue un día a cortarse el pelo y, como Ismael estaba ocupado con otra persona, le dijo que se pusiera en manos de su prima, pero el hombre no quiso. Y, más allá de su negativa, le instó a que se marchara a su casa a fregar el piso, porque era donde tenía que estar. «Son cuestiones de otras épocas que, gracias a Dios, ya han cambiado con los nuevos tiempos y el impulso de muchas mujeres», afirma.

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Comercios históricos: peluquería La Mascota José Carlos Guerra

En cualquier caso, y más allá de esta situación, la clientela de La Mascota siempre ha sido fiel, hasta el punto que en algunas familias hasta cinco generaciones han pasado por las manos de sus peluqueros en todo este tiempo, desde bisabuelos a bisnietos que han seguido la tradición familiar por el trabajo bien hecho. Además, que son una de esas pocas barberías que siguen cortando a peine y tijera, cuando ya la mayoría de establecimientos han seguido la corriente hacia las máquinas. Según Alemán, todavía hay mucha gente que prefiere los modos tradicionales. 

Esos modos que comenzaron en 1896 en un local de la vivienda en frente de donde se encuentra la actual. Don José Díaz arrancó su andadura y pronto fue un referente en esta zona en expansión de la capital grancanaria en aquella época. A principios del siglo XX, decidió contratar a un aprendiz, Rafael Perdomo Caballero, que fue el que se quedó posteriormente con el negocio, trasladándolo a su emplazamiento habitual. Al jubilarse el cubano sin tener herederos, le dejó el local a Perdomo, que durante casi 60 años lo dirigió. De hecho, hasta 1973 siguió trabajando como peluquero, con la friolera de 86 años. En ese momento, y para evitar tener que cerrar la peluquería, hizo un llamamiento a otros profesionales de la isla, y desde Guanarteme llegó Juan Santana al rescate. Junto con Julio Sosa, tío de Ismael, regentaron durante más de 40 años el establecimiento, hasta que se jubilaron.

Hay familias de clientes que ya van por la quinta generación acudiendo a cortarse el pelo al establecimiento

En 1987, con apenas 13 años, Ismael Alemán entró como aprendiz a la peluquería, gracias a su tío Julio. El miércoles cumplirá 35 años desde ese momento inicial, cuando se percató que no quería seguir estudiando porque no se le daba bien y, antes de irse a la construcción como le dijo su padre, decidió probar suerte entre tijeras y pelos. Y hasta hoy en día. «Nunca pensé que fuera a convertirme en el dueño cuando empecé limpiando el pelo del suelo», recuerda.

El peluquero psicólogo

Sobre el futuro, lo que tiene claro es que le quedan ocho años de contrato de alquiler del establecimiento y que, como el local no es suyo, no puede saber a ciencia cierta si podrá seguir más allá de este tiempo o no. Su intención es la de continuar hasta la jubilación, y ya lo que venga más allá es todavía más incierto. «Mis hijos no van a ser peluqueros, porque ya han estudiado otras cosas, y el de Carmen Rosa sí que se ha preparado y parece que le gusta, veremos qué es de él en el futuro», explica Alemán. Lo cierto es que no lograr alguien que siga, sería cerrar un negocio centenario que es historia viva de la capital grancanaria, por lo que espera poder conseguir a alguien igual de entusiasmado que todos los dueños que ha tenido La Mascota hasta ahora, aunque sea complicado encontrar peluqueros a peine y tijera jóvenes.

Su fundador fue un peluquero cubano, don José Díaz, que luego se lo cedió a su aprendiz, Rafael Perdomo

En el día a día del mundo de la peluquería, se viven muchas conversaciones, muchas tertulias y también se cuentan muchos secretos. Los que esconden las cuatro paredes de La Mascota durante los más de 125 años de historia que tienen tras de sí dan para escribir una saga. Tanto Carmen Rosa como Ismael lo tienen claro: «Nos han contado cosas algunos clientes que no se las contarían ni a sus psicólogos». Tampoco han faltado nunca los encarnizados debates sobre los resultados de fútbol, que se oían sobre todo los lunes al finalizar la jornada de liga desde prácticamente toda la calle Malteses. Pero esas animadas charlas cada vez se escuchan menos ya que, según cuenta Alemán, «los jóvenes casi ni hablan porque están siempre en su mundo y creen venir con la lección aprendida, por lo que no escuchan a los mayores». 

Esas nuevas generaciones se entremezclan con aquella clientela que lleva toda la vida, y que ha conocido a cada uno de los peluqueros que han pasado por el establecimiento en todo ese tiempo, convirtiéndose en amigos y hasta confidentes. Uno de los clientes actuales de La Mascota lleva cortándose el pelo allí desde hace 82 años, cuando su padre le llevó por primera vez. En la actualidad tiene 97 años, pero su memoria permanece intacta, cargada de anécdotas que no duda en contar en sus visitas. Luego están los que acuden desde muchos puntos de la geografía insular: Tejeda, Artenara o hasta La Aldea de San Nicolás. Es su lealtad pese a todo lo que ha pasado en 126 años la que mantiene vivo un negocio que ha vivido dictaduras, monarquías, repúblicas y guerras sin moverse del sitio.