Paradojas de la vida, a la persona con el corazón más grande y noble, le falló el corazón, en el que sólo atesoraba bondad y alegría. Javi Brugos era la persona más buena que lo haya conocido cualquiera.

Al nacer le tuvieron que apañar el corazón, pues venía con uno normal, pero con eso no le daba para ser quien iba a ser, para ser como iba a ser. Motes como molesto, supermolesto, pegatina, … Demasiado cariño para aceptarlo los machotes de sus amigos.

Se nos fue el pasado 17 de junio, sin avisar, de repente, dejándonos a todos sin saber qué estaba ocurriendo, en una nube de confusión que a medida que van pasando los días se convierte en una maldita realidad que no queremos, ni podemos de momento, aceptar.

Me reconforta pensar que pocos tenían tantos amigos como Javi, pues nunca conocí a nadie que contara en plural a su mejor amigo: Melo, Fanfi, Ricardo, Jaime, Kompo, Frani, Guerra, Juanito, Guillermo, …

Era tan sencillo que su ideal de felicidad era pasar un puente en Fuerteventura (su Tierra Santa) con su Cris, su furgo y sus tablas. Y si además le cuadraba tomarse un vino con su hermano Mati a los pies de la montaña de Tindaya, o su leche y leche con alguno de sus amigos locos del viento en cualquier bar a la orilla de la carretera de Lajares, alcanzaba el Nirvana.

Compartimos viajes, conciertos, marchas, surfing, y siempre era la mejor compañía. La sonrisa perenne en la cara y la aversión por cualquier conflicto o discusión eran sus señas de identidad. Divertido, alegre, gran amigo, bueno, brutote, conversador ideal, sencillamente extraordinario.

Fiel a sus amigos, a sus tablas y sus velas, precisamente los vientos alisios le trajeron un segundo enorme grupo de amigos de los de verdad, que llegaron para quedarse. Y en uno de tantos viajes de surfing con sus “Machines” de siempre, conoció a una maravillosa chica brasileña, sin que por aquel entonces ninguno de los dos supiera que habían nacido el uno para el otro, aunque apenas tardaron horas en darse cuenta, cuando se arrancó Javi en confesarle en aquel paraíso indonesio su devoción por Toquinho, Vinicius de Moraes, Caetano Veloso, y el resto es la mejor historia de amor que nadie pueda imaginar.

Estoy convencido de que seguiremos pasando las tardes como tantas que compartimos, escuchando a los poetas que pusieron banda sonora a nuestras vidas, Robe, Yosi, Rosendo, … Y en aquellos días en que nos echemos demasiado de menos nos arrancaremos con el “Pobre de mi”, y nos consolaremos pensando en la suerte que tuvimos de conocer y compartir nuestra vida con nuestro mejor amigo.