La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Medioambiente.

Una capital talada de raíz

Adapa insta a la ciudadanía que reclame al Ayuntamiento más masa arbolada en la ciudad

Tala de árboles en el Parque Blanco por las obras de la Metroguagua

Tala de árboles en el Parque Blanco por las obras de la Metroguagua Christian Afonso

Para ver este vídeo suscríbete a La Provincia - Diario de Las Palmas o inicia sesión si ya eres suscriptor.

Tala de árboles en el Parque Blanco por las obras de la Metroguagua Juanjo Jiménez

La Asociación Amigos de los Árboles y el Paisaje clama por una ciudad que ha perdido la sombra natural y pide a la ciudadanía que reclame una capital con mucha más masa arbolada.

El presidente de la asociación Amigos de los Árboles y el Paisaje (Adapa), Rafael Molina Petit, propone una mayor concienciación ciudadana para exigir a las autoridades municipales la necesidad de revertir la «deforestación» que sufre, a su juicio, la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.

El municipio capitalino, con 22.000 árboles y plantas para sus 381.000 habitantes, tiene una masa arbolada unas tres veces menor que la capital tinerfeña, a pesar de que el censo de la isla vecina es de 209.000 habitantes.

«Las obras de la metroguagua lleva cuatro años escachando árboles», afirma Díaz-Bertrana

decoration

Por eso requiere de «un esfuerzo imaginativo y presupuestario para desarrollar un buen ambiente urbano con árboles de porte», tras décadas de imponerse en la mayor ciudad del archipiélago una cultura de majo y limpio.

Según asevera, esta situación hilvana con los años 60 y 70 del siglo pasado, cuando la capital sufría sequías históricas que incluían la movilización y las protestas en la calle por la falta de abastecimiento urbano. En aquella etapa los árboles señeros eran visto como grandes consumidores de agua, «y eran sustituidos por arbustos o palmeras, que están más adaptadas a las sequías, pero que no ofrecen grandes sombras».

Desde hace tiempo ese estado de cosas ha revertido al punto de que «tiramos al mar 50.000 metros cúbicos de agua al día solo en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, por lo que el abasto ya no supone una excusa para afrontar futuras plantaciones».

Vista de paseo de Chil , tras las obras de la metroguagua, en el que se aprecia la falta de árboles de porte. La Provincia

Molina Petit asevera que la asociación que preside se preocupa por los paisajes icónicos de la isla, «pero también por los entornos urbanos, que debemos mejorar nosotros, como seres humanos», y por ende, «mejorar nuestra convivencia en una ciudad con muchísimos habitantes y para ello tenemos que fomentar una capital verde, con un paisaje urbano de calidad que nos potencie desde el punto de vista psíquico y físico».

Todo esto ante la inminencia de un cambio climático global que pasa por el incremento de las temperaturas. En este sentido recuerda que «debajo de un árbol frondoso hay hasta ocho o diez grados menos porque son reguladores de la temperatura, y por eso hay que invitar a los ciudadanos a que demanden más árboles en sus aceras porque repercute en la calidad del entorno, en su salud y, si se quiere, también en dinero, «ya que de hecho», indica el también economista Molina Petit, «una vivienda en un entorno arbóreo se cotiza entre un 10 y un 15 por ciento más».

Marco Díaz-Bertrana es técnico ambiental y confirma la percepción del presidente de Adapa. Califica a la capital grancanaria como «una ciudad hostil para los árboles, que no está preparada, ni quiere prepararse para disfrutar de un arbolado de futuro y que sufre la pérdida de muchos árboles y palmeras todos los días».

Tala de árboles en el parque Blanco por las obras de la metroguagua. | | JOSE C. GUERRA

Díaz-Bertrana sentencia rotundo que es perentorio realizar una planificación en la capital cuya principal estrategia sea la de no perder un árbol más, «y menos los singulares», y para ello propone que las obras sean asesoradas por técnicos en arboricultura y «que no sea el gruísta de turno el que tome las decisiones».

El técnico detalla que el gran problema del arbolado en las ciudades se encuentra bajo tierra, «que es donde está lo más importante, lo que no vemos. Son unas raíces que están compitiendo con los entramados de tuberías, de conducción de aguas, de pluviales, instalaciones telefónicas..., y constantemente estamos renovando esas infraestructuras, pero cada vez que lo hacemos dañamos sistemas reticulares y acortamos la vida de esos ejemplares».

Es un caso de «animadversión a los árboles, cuando se repavimenta y parece que ahí no ha pasado nada, pero a los cuatro años los ejemplares comienzan a ir hacia atrás. Es la palmera que de repente cae, a lo peor encima de un coche o de alguien, que es entonces cuando los políticos las talan como medida preventiva».

Como ejemplo de esta forma de actuar cita las obras de la metroguagua, «que lleva cuatro años escachando árboles, tapando alcorques y cementando su entorno, que es igual que ocurre cuando a alguien lo dejas de alimentar».

«Lo que ha ocurrido aquí», añade, «es que cuando se hace una obra se debe establecer un perímetro de seguridad para que puedan prosperar luego, con alcorques que faciliten la entrada de oxigeno, de luz y de materia orgánica para mantener un buen árbol». Es así como en la capital grancanaria ha ido perdiendo su masa arbolada, pero también numerosas especies que antes jalonaban su paisaje urbano. «Las hemos perdido porque en los momentos de plantación se recurre a un vivero y les sirven lo que hay, en una estrategia que la marca el mercado pero que dista mucho de lo que deberíamos plantar».

Por ello también reclama «un plan estratégico para preservar lo que tenemos, y que fije una serie de directrices para seleccionar especies, que no sean los viveros comerciales, sino un grupo de profesionales, que en Canarias lo hay, que entiendan bien del tema y entiendan de su futuro».

Destaca el caso de Santa Cruz de Tenerife, «que tiene mejores atenciones gracias a que dispone de un cuerpo de jardineros muy cualificado», lo que contrasta con una capital grancanaria que hace unas dos décadas «cedió el servicio de jardinería a las contratas», para recordar que hace años «teníamos vivero propio, con una producción constante y unos jardineros con un enorme interés».

Jardineros de entonces que no hubieran permitido lo ocurrido hace unos pocos meses con una jacaranda en el palacete Rodríguez Quegles, de la calle Benito Pérez Galdós, «que sufrió una poda brutal durante su floración, con un desmochado asombroso», o la pérdida de los dragos de la plaza San Telmo, que ahora están apuntalados pero seguramente ya muertos porque no saben cuidarlos, como lo demuestra la colocación de césped en su entorno», concluye.

Compartir el artículo

stats