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A la venta la Casa Mulet, en cuyo garaje nació el refresco Clipper

La Casa Mulet, obra de Miguel Martín Fernández de la Torre, fue construida en 1936 en Ciudad Jardín, a orillas de un tramo desaparecido de Las Alcaravaneras

Casa Mulet, en cuyo garaje nació el refresco Clipper. ANDRES CRUZ

Amazon, Microsoft o Disney nacieron en un garaje a lo largo del siglo XX y desde ese rudimentario comienzo han logrado convertirse en algunas de las mayores compañías del mundo. Clipper, la marca de refrescos canaria, tuvo unos orígenes similares. Los hermanos Mario y Octavio Juan Gómez inventaron en 1956 la fórmula original de la bebida carbonatada con sabor a fresa. Lo hicieron en el garaje de su vivienda familiar en el barrio de Ciudad Jardín, en Las Palmas de Gran Canaria. Medio siglo después, la denominada Casa Mulet está a la venta por 660.000 euros.

Obra del arquitecto Miguel Martín Fernández de la Torre, la Casa Mulet está situada en la esquina de las calles Graciliano Afonso con Jordé, a escasos metros del arranque del Parque Romano y frente a la Avenida Marítima. Se trata de un edificio catalogado por su valor arquitectónico; los expertos lo consideran uno de los grandes exponentes del racionalismo en Canarias. Cuenta con un grado de protección integral, por lo que las restricciones a la hora de hacer modificaciones en la vivienda afectan a todo su conjunto.

La Casa Mulet tiene unas características dimensiones que destacan en la primera línea de Ciudad Jardín. De hecho, es uno de los pocos edificios de la primera mitad del siglo XX que perviven cara a la Avenida Marítima. Martín Fernández de la Torre, con la colaboración de Richard E. Oppel, se inspiró en la silueta de un barco para diseñar la vivienda en 1936. Por aquel entonces, el inmueble estaba a orillas de un tramo desaparecido de la playa de Las Alcaravaneras. Es más, las olas tocaban sus paredes en la pleamar.

También conocida como Casa Barco, el edificio ha padecido con el paso del tiempo una serie de modificaciones que han desvirtuado el proyecto original, según detalla Daniel Martín Écija, gerente de la inmobiliaria Susan Wolf y encargado de comercializar la venta de la vivienda. Los cambios se hicieron en función de las necesidades familiares de José Juan Mulet, padre de los dos hermanos que inventaron los refrescos Clipper en el bajo de esta misma vivienda dos décadas después de su construcción.

«Cogimos parte del zaguán y el garaje, hicimos una pequeña fábrica y la llamamos el submarino»

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De esta manera, el pequeño balcón con forma redonda, a modo de proa, que había en la esquina de la vivienda fue amputado. El voladizo adyacente está sostenido por varios puntales, la terraza fue cerrada con carpintería de aluminio y finalmente se añadió una tercera planta a modo de ático sobre las dos originales, «sin armonizar con su carácter propio», apunta el gestor inmobiliario. En cuanto a las ventanas ojo de buey que Martín Fernández de la Torre ideó en la planta baja, Martín Écija apunta que «nunca llegaron a materializarse». Así mismo, también se retiró el mástil ideado en los planos originales, «aunque no en la misma ubicación».

Y es que la casa fue creciendo según las necesidades familiares. El inmueble nace en 1936, pero sería dos décadas después cuando entra a formar parte de la historia comercial de las Islas. «La idea de crear un refresco surgió de mi hermano Octavio», apunta Mario Juan Gómez en un blog de Facebook, «teníamos una churrería en Telde y nos iba muy bien pero nos sobraba espacio en el local y pensó que sería una buena idea». Tras varias pruebas, cuenta que llegó a encontrarle el punto que le gustaba a la bebida de naranja, pero pronto que descubrieron que en la ciudad de los Faycanes no iban a tener salida, «nos dimos cuenta que aquello no interesaba explotarlo allí, así que decidimos llevarlo a la capital».

Alzado original de la Casa Mulet, donde el diseño de Miguel Martín. Archivo Miguel Martín Fernández de la Torre.

Mario relata que el sindicato vertical del franquismo no les dejó instalarse en la capital puesto que le harían la competencia a marcas ya establecidas como Nick. Por medio de amistades logró los permisos y así se establecieron en la calle Graciliano Afonso, en la Casa Mulet. «Cogimos parte del zaguán y el garaje», indica uno de los dos inventores. «La llamábamos el submarino», añade, en referencia a la pequeña fábrica que montaron.

Con 615 metros cuadrados, acogió por último oficinas de la clínica Santa Catalina

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Ante el éxito que tuvieron, tres años después buscaron un terreno industrial en Escaleritas, en lo que entonces era una loma de tomateros en fase de abandono. Allí, donde todavía permanece la marca hoy día, pasaron «de un proceso totalmente manual en las Alcaravaneras a uno totalmente industrializado».

Con una superficie de 615 metros cuadrados, la Casa Mulet acogió por último oficinas de la clínica Santa Catalina. No obstante, la inmobiliaria ha tramitado el cambio de uso de administrativo a vivienda. El alto grado de protección de la casa ha sido uno de los hándicaps cara a la venta. De hecho, el Tribunal Supremo llegó a descatalogarla en 2017, aunque el Ayuntamiento decidió entonces mantenerla y a cambio indemnizar a la familia propietaria.

Martín Écija propone a los posibles compradores que quieran hacer una hipotética reforma que «acerquen el edificio al proyecto original» con la intención de poder así pasar el filtro del Consejo Municipal de Patrimonio. La idea sería recuperar elementos desaparecidos ideados por Martín Fernández de la Torre, como pueden ser el volado de hormigón, el balcón esquinero en forma de quilla de proa o las barandas tubulares tan características. «Sería una oportunidad para la ciudad recuperar un edificio como este», precisa el agente inmobiliario.

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