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Las partituras inéditas de Camille Saint-Saëns halladas en un archivo en Canarias

Pedro Espiau, responsable del Archivo de la Banda Sinfónica Municipal de Las Palmas de Gran Canaria, rescata varias composiciones olvidadas que el artista creó en la Isla

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Partituras desconocidas de Camilo Saint Saens

En Canarias aún existen piezas creadas por músicos de renombre internacional que nunca han sido interpretadas en directo. Prueba de esto son las partituras de Camille Saint-Saëns halladas por Pedro Espiau, responsable del Archivo de la Banda Sinfónica Municipal de Las Palmas de Gran Canaria. Tras rescatarlas, ha hecho los arreglos para que la composición pensada para piano pueda ser tocada por un sexteto. 

El archivo de la Banda Sinfónica Municipal de Las Palmas de Gran Canaria recoge entre sus estanterías algunas de las composiciones más importantes creadas en la isla desde hace más de un siglo. Sin embargo, no fue hasta hace unos pocos años que las obras fueron reorganizadas por completo para que los músicos pudieran acceder de forma más sencilla a sus partituras. Fue así como Pedro Espiau, trompetista de la banda, descubrió tras hacerse cargo del archivo una serie de obras inéditas creadas por el compositor francés Camille Saint-Saëns, así como otros documentos del círculo de amistades que estableció en la ciudad

Las obras, con un valor histórico incalculable para la producción musical realizada en la isla, permanecían guardadas en una carpeta sin que nadie las hubiera llegado a interpretar. En los últimos años, Espiau se ha ocupado de transcribir la información y de crear algunos de los arreglos para pasar de las partituras, inicialmente pensadas para piano, a una obra de sexteto. Entre las creaciones recuperadas también se encuentran piezas elaboradas por otros artistas que conoció Saint-Saëns en la isla como Santiago Tejera, Antonio Manchado o Fermina Enríquez.

Las composiciones del parisino custodiadas por la Banda Municipal se remontan a finales del siglo XIX y principios del XX y son parte de la treintena de obras que creó el artista durante su estancia en Guía. La amistad que trabó con los directores de la banda militar, Santiago Tejera, y de la civil, Antonio Manchado, durante sus numerosos viajes al archipiélago fue seguramente la razón que le llevó a enviar al grupo las partituras recién recuperadas, que se conservaron en el archivo.  

«Restaurar las obras es una forma de recuperar todo este patrimonio de la isla», aseguró Espiau

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El compositor nacido en París en 1835 ya era una figura imprescindible en el panorama contemporáneo francés antes de empezar a realizar sus primeros viajes a Canarias, con obras reconocidas internacionalmente como El Carnaval de los Animales (1886) o la Danza Macabra (1874). A lo largo de su vida ejerció como director de orquesta, organista y pianista, además de su etapa como militar para el ejército francés. Pero sus inquietudes se extendían a numerosos ámbitos que cultivó especialmente en la isla, como la astronomía, la arqueología o la geología. 

La primera vez que el artista llegó a las costas de Canarias, lo hizo bajo un nombre falso con el objetivo de pasar desapercibido y aprovechar su viaje para descansar y cuidar su salud en una villa del municipio de Guía. No obstante, pronto se descubrió que se encontraba en Gran Canaria y en sus siguientes regresos se dedicó a componer. Los viajes que llevó a cabo entre 1889 y 1909 le hicieron formar una parte fundamental de los círculos intelectuales de la isla, hasta el punto de haber llegado a ser nombrado como hijo adoptivo por parte de la localidad en la que residió.

Entre las amistades que trabó en la isla, destaca la relación establecida con los directores de las dos bandas, por lo que cada vez que pisaba el Hotel Cuatro Naciones, en la Alameda de Colón, le recibía una serenata. Con el paso de los años, el artista se decidió a enviar algunos de sus documentos a la Banda Municipal, presuntamente transcritos por otro músico, ya que él creaba solo los manuscritos.

Las amistades del músico

Junto a estas obras se encuentran los documentos de los artistas canarios con los que congenió, como Santiago Tejera, que "fue organista y llegó a tener hasta una ópera, pero hasta ahora era un verdadero desconocido", aseguró Espiau, "es en los últimos años cuando se han empezado a encontrar más cosas sobre él". Casi todas las obras del compositor que se conservan fueron transcritas por el responsable del archivo, que además añadió partituras de otros instrumentos.

Este músico fue maestro después de Fermina Enríquez y durante mucho tiempo trabajó como organista de catedral. La mayor parte de las composiciones que se han recuperado de este autor son las marchas de procesión que creó, cuyos documentos originales se encontraban escritos en cartón piedra y requirieron un trabajo importante de reordenación.

Las partituras inéditas del artista francés en las que ha trabajado el archivero. ANDRES CRUZ

Dentro del grupo de músicos con los que se carteaba y a los que escribía de forma frecuente también se han recuperado las obras de Fermina Enríquez. A comienzos del siglo XX, es una de las pocas mujeres que viajó a Madrid a estudiar piano, abriéndose un camino en una profesión tradicionalmente masculina. Espiau se ha ocupado de hacer arreglos en sus partituras, entre las que destaca la pieza El Beso, dedicada a Saint-Saëns.

"Lo máximo a lo que podían aspirar estos autores era a hacer una versión a cuatro manos ya que aquí no existía una imprenta y había que buscar una en la Península que te lo hiciera. La mayoría no podía permitirse hacer versiones de salón", explicó el archivero. El trabajo que ha llevado a cabo Espiau en los últimos años, añadiendo partituras de más instrumentos con la ayuda de otros compositores, abre la puerta a que estas obras puedan oírse por primera vez como música de salón.

Pedro Espiau Hernández entró a trabajar en la Banda Sinfónica desde que tenía catorce años, en 1976, como fliscorno solista y hoy es el miembro más antiguo del grupo. Fue en 2014 cuando comenzó a trabajar en el archivo, que en esos momentos requería de una renovación urgente, por lo que se puso manos a la obra y transformó por completo las estanterías, creando a su vez una base de datos de la que carecía hasta el momento la banda, para lo que contó con la ayuda en el diseño de Jorge Mora.

Imagen restaurada por Espieu de Camille Saint-Saëns para la portada de las recuperadas partituras. LP/DLP

El volumen de trabajo que contenía la pequeña sala hizo que le tomara meses localizar cada uno de los documentos y fue entonces cuando encontró las inéditas partituras. Desde entonces, se ha ocupado de transcribir y escanear algunas de las obras más antiguas con las que cuenta la banda para asegurar su conservación, pero aclaró que aún necesitaría "10 años más" para pasar toda la información a la base de datos.

"El problema que tenemos en los archivos es que no hay dónde construir, es esto lo que tenemos. Hay que estar buscando y llenar al máximo las carpetas para que quepa todo lo posible porque no va a haber más espacio", comentó Espiau. La organización de los documentos, todos de más de 100 años, se ha transformado por completo y se puede encontrar su localización en la base digital. "Todo esto ha sido un trabajo titánico pero quiero que la gente conozca el trabajo que hay aquí detrás", expresó.

"Se recuperan piezas que estaban perdidas y que nadie las va a tocar porque el piano tiene un montón de repertorio. La lectura de esas partituras tan antiguas son difíciles de interpretar hoy en día porque los músicos ahora están acostumbrados ya a partituras impresas y bien puestas y sino se quejan. Entonces, restaurar las obras es una forma de recuperar todo este patrimonio", añadió el músico.

Más de 70 obras restauradas

Además de las últimas partituras encontradas, Espiau lleva una larga carrera detrás como compositor y arreglista y ha llevado a cabo restauraciones en más de 70 obras distintas. Entre ellas se encuentran composiciones de Falcón Sanabria, que además fue uno de sus profesores, y en las que faltaban algunas páginas de partituras. "No estaban completas, a lo mejor estaba la primera página del trombón primero y la segunda, pero viendo lo que tenía el trombón segundo y el tercero ya empecé yo a atar cabos", explicó sobre este trabajo.

También ha participado en otras piezas destacadas, como su transcripción de los Cantos Canarios, que llevó a cabo con el anterior director de la banda, Alfonso Maribola, y a la que añadieron nuevos instrumentos. El estado de las partituras originales de esta obra -subrayadas con rotuladores de distintos colores- hizo que fuera necesario volver a escribir los documentos.

El responsable del archivo ha creado arreglos para el centenario de la muerte del artista

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Entre sus trabajos también destacan los arreglos que realizó para tres de los temas que se incluyeron en el disco de Olga Cerpa y Mestisay Vereda Tropical. En este trabajo participó la Banda Sinfónica Municipal junto a dos bandas latinoamericanas y llegó a ser nominado a los Grammy Latinos en la categoría de mejor álbum tropical.

Aún continúa haciendo transcripciones, de las cuales muchas son interpretadas por la Banda Municipal. Sin ir más lejos, uno de los trabajos en los que se encuentra inmerso en estos momentos es una transcripción de una partitura de Manuel de Falla llamada El Amor de Brujo. El grupo lleva interpretando la composición durante dos años junto a la cantante y bailaora Joana Jiménez, pero el documento necesitaba volver a ser transcrito. A su vez, el archivero se encuentra inmerso en los arreglos de una ópera del siglo XVIII.

Antes de la reconstrucción de las últimas partituras encontradas de Saint-Saëns, Espiau ya participó el año pasado en los arreglos de las piezas que se tocaron con motivo del centenario del fallecimiento del artista. El trabajo que ha llevado a cabo en los últimos años en el archivo ha abierto la puerta a recuperar y volver a oír algunas de las piezas musicales más antiguas que se conservan en la isla.

Un tal Charles Sannois

Ya era reconocido como un gran compositor y anhelaba la intimidad que ofrecen los lugares remotos. No resulta extraño que Camille Saint-Saëns quisiera hacerse pasar en 1889 por un tal Charles Sannois, comerciante, para visitar la Isla de incógnito por primera vez, pero acabó siendo descubierto cuando unas imágenes suyas llegaron desde Europa con el paso de las semanas. Aun así, regresó otras seis veces más y pasó a formar parte de la vida cultural de Las Palmas, ciudad en la que presentó algunas composiciones inspiradas en personas y experiencias vividas durante sus estancias. Fue distinguido como su hijo adoptivo en 1900, aunque la huella que dejó en Gran Canaria se extiende también a otros municipios como Guía, en cuya Villa Melpómene se refugió en busca de un rincón tranquilo. | LP/DLP

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