La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Comercios históricos de la capital

Sarito, la casa de las telas y los arreglos

La mercería de la calle Faya es la más antigua que sigue en activo en el barrio de La Isleta tras casi sesenta años de actividad

7

Comercio histórico: Mercería Sarito, en La Isleta Andrés Cruz

La mercería Sarito abrió sus puertas en 1965 en La Isleta y en sus sesenta años de actividad han pasado de confeccionar pequeñas piezas de tela a hacer arreglos y vender materiales para todos los vecinos del barrio.

Entre las pocas mercerías de Las Palmas de Gran Canaria que han conseguido soportar el impacto de los grandes almacenes, Sarito se mantiene como uno de los primeros nombres que le vienen a la cabeza a los vecinos de La Isleta siempre que necesitan un arreglo o que quieren confeccionar algo. La situación de los pequeños locales que se dedican a la venta de materiales de costura es muy distinta ahora que en 1965, cuando Rosario Rodríguez -conocida en la zona como Sarito- se animó a transformar dos habitaciones de su casa en una tienda para vender la ropa de bebé y los paños de cocina que creaba a mano en la calle Faya. Ahora es su hija María del Rosario Padrón la que sigue adelante con la mercería más antigua que sigue activa en el barrio.

Los cambios en la demanda de los clientes de las mercerías ha llevado a que el grueso de las ventas de este local se centre desde los últimos años en la venta de materiales para hacer manualidades y en darle un toque distinto a las piezas que sus compradores adquieren de las marcas más conocidas. Estos dos servicios son los que más atraen a los jóvenes para seguir frecuentando las tiendas de costura locales, frente a la caída de las ventas en festividades que antes suponían una gran parte de los ingresos.

La creadora de la tienda empezó a coser desde pequeña y a los 7 años utilizaba sus ahorros para seguir estudiando

decoration

Los trabajos de los Carnavales eran muy numerosos durante los primeros años de la tienda y constituían una parte importante de los ingresos, ya que asistían a crear y modificar sus disfraces una gran cantidad de murgas y de comparsas de la ciudad. "Luego los grandes almacenes abrieron la venta al por menor y ya se fastidió el trabajo que hacíamos en las mercerías. Eso es lo que nos ha perjudicado mucho a las pequeñas tiendas porque la venta mayor que teníamos al año que era la de los Carnavales, ya no la tenemos. Ahora tenemos un pequeño reciclaje", explicó la actual encargada del negocio.

Desde la última década, lo más habitual es encontrar en la mercería a clientes que van a buscar trozos de tela, adornos y materiales que utilizan para darle a su ropa un toque más personal. No obstante, la tendencia de las generaciones más jóvenes, como explica María del Rosario Padrón, es a "iniciarse un poco más en querer empezar a diseñar sus propios modelos de ropa".

La relación de Sarito con las telas y los alfileres se remonta a cuando, de pequeña, su madre le enseñó a hacer punto y a coser "para arreglar los pantalones de mi futuro marido cuando se rompieran", aseguró la modista. Sin embargo, las lecciones no quedaron ahí y fue a partir de los siete años cuando comenzó a hacer sus primeros arreglos y trabajos para los vecinos del barrio. Las reducidas ganancias que lograba le sirvieron para adquirir los materiales necesarios para ir a la escuela y seguir adelante con sus estudios.

La propietaria actual, María del Rosario Padrón, junto a la fachada de la Mercería Sarito. ANDRES CRUZ

Más adelante continuó aprendiendo sobre costura en la tienda de una prima suya, lo que le llevó a crear cada vez más piezas y a hacer nuevos trabajos. Sin embargo, fue ya en su treintena cuando se decidió a abrir un local para dedicarse de lleno a su oficio, en lo que era anteriormente una habitación de su casa, pese a las reticencias de algunas personas cercanas. Entre aquellos que no se encontraban tan entusiasmados con la idea se encontraba su marido, conocido dentro del barrio como Estebito el panadero, que se mostraba reticente de que Sarito trabajara de cara al público atendiendo a los hombres del barrio.

Pese a todo, y alentada por su amigo Tomás, que la apoyó para continuar con su idea, se decidió a abrir el local. Pronto, los vecinos de la zona, conocedores ya de la buena mano de la costurera, empezaron a llenar la pequeña tienda, que en sus primeros años se centró en la confección de pequeñas piezas como ropa de bebés, adornos y paños. "Venían las personas a comprar y era lo típico de ‘te lo voy pagando poquito a poco’ y así empezó ella a seguir para adelante y a coser", explicó su hija, conocida al igual que su madre como Sarito.

Con el paso del tiempo, no quedó nadie en el barrio que no hubiera oído hablar de la tienda de costura iniciada por Sarito, lo que le permitió ganarse una clientela fija con la que persistió. "Donde quiera que preguntes por Estebita el panadero o por la Mercería Sarito, todos nos conocen", explicó la costurera sobre su relación con los vecinos.

La tienda fue una de las primeras del sector en abrir en el barrio de La Isleta con su propio local, pues en esos años la mayoría de los trabajos de confección los hacían los particulares en sus propias casas. Sin embargo, "la relación que existía entre las mercerías era muy familiar", explicó la creadora del negocio, "si una no tenía algo le mandábamos a otra, nos conocíamos todos y no existía ningún tipo de competitividad".

"Cuando los grandes almacenes abrieron la venta al por menor se fastidió el trabajo que hacíamos hasta el momento", explicó la dueña

decoration

En ese ambiente nacieron las cinco hijas del matrimonio, que crecieron viendo a su madre pegada a la máquina de coser. "Yo creo que la pasión por el oficio es algo que va en la sangre", explicó la gerente actual de la tienda. Cuando su madre se jubiló en 1999, no dudó en hacerse cargo del local para continuar adelante con el negocio familiar.

"El sector ha cambiado mucho porque empezamos en una época en la que se movía mucho la costura y la confección, por lo que existían muchas modistas. Hoy en día la confección sale cara por lo costoso que es el trabajo, así que la gente prefiere ir a comprarse un vestido y reciclarlo poniéndole algún adorno, que siempre es más barato, pero sí que es verdad que ya no se confecciona ni hay modistas como antes", expuso la dueña de la tienda.

Pese a todo, la experiencia de años y años cosiendo y arreglando la ropa de los vecinos de la Isleta ha permitido a la mercería Sarito mantenerse en la cabeza de los residentes de la zona siempre que necesitan el trabajo de una costurera. Aunque el día a día de la tienda haya cambiado y el grueso de las ventas no se centre ya en las piezas confeccionadas, son muchos los clientes que siguen acudiendo al local de la calle Faya.

Compartir el artículo

stats