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Comercios históricos de la capital

Las clásicas tapas de Schamann

Ana González dirige el Bar Texas, que en sus más de 60 años de actividad se ha convertido en una parada imprescindible para los vecinos del barrio

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Comercio Histórico: Bar Texas Andrés Cruz

El Bar Texas acumula más de sesenta años de actividad en Schamann y es uno de los locales más antiguos a los que pueden acudir los vecinos del barrio para beber y degustar sus tradicionales platos. La familia Arencibia-González sigue al frente de un negocio por el que ya asoma su tercera generación.

La tradición familiar que desprende después de 60 años el Bar Texas es palpable por todos los vecinos de Schamann, para los que el local de la calle Don Pedro Infinito se ha convertido ya en un clásico del barrio. Los primeros comensales que llenaron el bar siguen acudiendo a diario a comer sus tradicionales platos canarios, preparados por su cocinera original, o bien a beber algo acompañados del gerente actual, Sergio Mateo, y de los otros clientes a los que ya conocen y con los que conforman el ambiente cercano que caracteriza al establecimiento. 

El Bar Texas abrió sus puertas en Don Pedro Infinito en torno al año 1956, por parte de unos residentes de Teror que decidieron probar suerte inaugurando su primer local en Schamann, en un momento en el que se podía contar con una mano el número de bares a los que tenían opción de acudir los vecinos de la zona. Pronto, el negocio consiguió asentarse entre sus clientes, que se alegraban de haber encontrado un establecimiento en el que las risas y las fiestas estaban aseguradas a cualquier hora del día. 

La dueña del local, a sus 87 años, prepara desde su casa algunos de los tradicionales platos que se sirven

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Poco tiempo después, en 1962, sus primeros propietarios decidieron dejar el bar en manos de unos amigos de su municipio natal, Juan Arencibia y su mujer Ana González. El negocio mantuvo la esencia que ya habían creado los anteriores dueños del local y enseguida los recién llegados se integraron en el ambiente del barrio. Sesenta años más tarde Ana González permanece a cargo del bar, que ahora gestiona su yerno Sergio Mateo. 

Cuando el matrimonio se aventuró a ponerse al frente del establecimiento, acababan de volver de Venezuela, a donde emigró Juan Arencibia poco después de casarse, con el objetivo de poder conseguir unos ahorros que les permitieran asentarse en Canarias. Unos años después le acompañó Ana González, deseosa de reunirse de nuevo con su marido, pero no llegó a pasar mucho tiempo en el país. Una vez de vuelta en la isla la pareja se interesó en invertir el dinero que habían reunido en abrir un negocio en la capital, por lo que los primeros dueños del local de Schamann les recomendaron el Bar Texas. 

Comenzó así una relación inquebrantable entre la familia y el establecimiento, que ahora está en manos de su segunda generación y donde empieza a asomar la tercera. A lo largo de sus 60 años de actividad, han tenido que sortear bastantes obstáculos, el más difícil, los efectos de la pandemia y el confinamiento, que les obligaron a permanecer cerrados durante varios meses debido a que carecían de terrazas y la mayoría de sus clientes se situaban habitualmente junto a la barra. 

La hija de la propietaria, Ana Arencibia, junto al gerente Sergio Mateo, sujetando algunas imágenes antiguas del local. ANDRES CRUZ

"La calle en la que estamos ahora ha cambiado mucho desde que abrimos el bar. En el 62 había muy pocas cosas, de hecho, el edificio en el que vivo lo estrené yo", explicó González, aludiendo a cómo era el lugar cuando comenzó a trabajar en el mismo. Pese a que tiene ya 87 años y se encuentra jubilada, el apego hacia el establecimiento no le permite mantenerse muy alejada, por lo que cada día cocina desde su casa las tortillas de patatas, el atún en adobo, las croquetas o las paellas, entre otros platos, que su yerno se encarga de bajar al bar. "No se puede despegar de las cocinas, es lo que más le gusta", aclaró Sergio Mateo. 

En los primeros años desde la apertura del local, venían cada día los clientes del barrio y empezaban a cantar y a bailar junto a la barra. Su propietaria recordó con añoranza esa época y aseguró que desde que llegaron al barrio fueron "muy queridos" por todos los vecinos. Esa relación les permitió establecer una conexión con sus comensales que perdura después de tantos años y ahora acuden al bar los hijos y los nietos de esos primeros clientes

«Tenemos que luchar contra viento y marea para mantener en pie el negocio», aseguró el gerente actual

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Los descendientes del matrimonio se vincularon con el bar prácticamente desde que nacieron. Sin ir más lejos, González cuenta que su hija Ana Arencibia nació justo debajo de la barra que preside el centro del pequeño local. La infancia de los tres hermanos transcurrió entre los platos, las bebidas y los clientes que llenaban cada día el Texas. La conexión de los hijos del matrimonio con el establecimiento fue tal que hace 24 años, cuando falleció Juan Arencibia, que hasta el momento se ocupaba de atender a los clientes en su día a día, los dos mayores no dudaron en encargarse de gestionar el bar. No obstante, con el paso del tiempo ambos han tenido que dejar de trabajar en el mismo. 

Quien se encuentra ahora tras la barra es Sergio Mateo, marido de Ana Arencibia, que empezó a trabajar en el negocio desde el año 2001, poco después de dejar el mundo del taxi. El bar conserva la esencia de sus primeros años, ya que los cambios que han vivido han sido solo ampliaciones del lugar, como la terraza que incorporaron a raíz de las restricciones por el Covid-19 y que, tras obtener el permiso para mantenerla, les ha permitido extender las puertas del pequeño local para albergar a más clientes. 

Cambio de generación

El hijo de Sergio Mateo continúa trabajando por las tardes en el bar y su padre espera que, una vez se jubile, sea el siguiente en continuar adelante con el establecimiento. Sin embargo, pese a que le gustaría que el negocio siguiera adelante muchos años más, se muestra cauteloso sobre su futuro. "Ojalá la generación que viene detrás de mí pueda soportar toda la avalancha que yo he aguantado desde que empecé, porque llevar un bar no es fácil. Creo que si yo me marcho se cerrará el bar, pero nunca se sabe qué puede pasar porque al final nadie es imprescindible", aseguró. 

Mientras, la familia Arecibia-González guarda la esperanza de que el Bar Texas siga siendo el clásico en el que se ha convertido para los vecinos del barrio y que ese ambiente cercano que se extiende a sus clientes permita la supervivencia del establecimiento. "Tenemos que luchar contra viento y marea para mantener el bar", sentenció Mateo. 

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