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De campeón de judo a maestro de policías

Una placa a nombre de Ramón Domínguez en el gimnasio de la comisaría de Miller Bajo reconoce su labor de 44 años enseñando defensa personal

Ramón Domínguez en el tatami del gimnasio de la comisaría de Miller Bajo, en el que dio clases a cientos de policías durante 44 años.

El antiguo campeón de España de judo Ramón Domínguez dejó atrás su etapa en el deporte profesional hace 48 años, cuando decidió sustituir el tatami por la placa de policía. La comisaría de Miller Bajo reconoce ahora su labor como profesor de defensa personal hasta 2018 con un rótulo a su nombre que decora las puertas del gimnasio en el que dio clases durante casi cinco décadas a a cientos de oficiales.

Ramón Domínguez empezó su labor en el cuerpo de la Policía Local de Las Palmas de Gran Canaria hace 48 años, dejando atrás un mundo de competiciones nacionales e internacionales de judo que le valieron los títulos de campeón de España y de Canarias. Después de una época de viajes por todo el mundo que le permitió formarse con la guardia del Palacio Imperial de Japón, comenzaba su nueva etapa en la comisaría con desgana, pero las tareas que realizó en la calle y como profesor de defensa personal acabaron convirtiéndose en una parte clave de su vida. Con motivo de honrar la labor que realizó hasta 2018, las puertas del gimnasio de Miller Bajo en el que dio clases lucen ahora una placa a su nombre. 

Domínguez inició su andadura en el cuerpo policial a finales de 1974, a la vez que daba clases de educación física en el Colegio Loyola, ya que cuando empezó «no se ganaba para vivir, de hecho, el 90% de la policía tenía dos trabajos», explicó el antiguo profesor. En sus primeros años, patrullaba por toda la ciudad y fue precisamente en su labor callejera donde vivió una de las experiencias que más le marcaron, después de utilizar sus habilidades de defensa para detener a un chico que había robado de forma violenta en un bar. Ambos se volvieron a encontrar dos años más tarde y el detenido le dio las gracias al policía porque la experiencia le había servido para enderezar su vida, casarse y tener una hija. «Que te pare alguien a quien has derribado y engrilletado para agradecerte hace que sea un servicio bonito porque puedes ver el resultado de tu trabajo a largo plazo», aseguró.

Sin embargo, su verdadera pasión dentro del cuerpo salió a la luz cuatro años más tarde, cuando inauguró el gimnasio de la comisaría de Miller Bajo dando las primeras clases de defensa personal. La actividad deportiva comenzó en un pequeño tapiz de 58 metros cuadrados, que con el paso de los años ha cambiado de lugar y ha aumentado sus dimensiones.

Estrenar el tatami 

La relación de Ramón Domínguez con el ámbito deportivo comenzó a establecerse en la lucha canaria, donde pese a su leve peso comenzó a destacar en sus primeras competiciones en la isla. No fue hasta que tuvo la oportunidad de probar el judo en el Gimnasio Olímpico de Las Palmas de Gran Canaria que se decidió a cambiar el terrero por el tatami y se consagró en la nueva disciplina tan solo quince días después, cuando obtuvo el título de campeón de la provincia.

Su fama en el deporte japonés despegó con la obtención del título de campeón de España, que alcanzó en Vitoria con un año y seis meses de práctica. De los cinco combates que llevó a cabo ese día, obtuvo la victoria en todos ellos en menos de cinco minutos. «Yo siempre he hecho deporte para divertirme, no para ganar, lo que pasa es que siempre he ganado más de lo que he perdido», aclaró el judoca. 

«Hago deporte para divertirme pero he ganado más de lo que he perdido», aclaró el antiguo profesor

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El viaje más significativo que llevó a cabo el profesional de las artes marciales llegó cuando descubrió Japón, la cuna de este deporte. Se trataba de la primera incursión que realizaban los miembros del equipo español al país nipón, donde se convirtieron en unas de las pocas personas en recibir clases por parte de la guardia del Palacio Imperial. «Aquí la policía que trabajaba en aquella época en los congresos iba muy armada y ahí solo llevaban un palo», describió el ex maestro. Los miembros de la guardia solo practicaban judo y kendo, pero la dureza de las clases hacía que al policía retirado se le saltaran las lágrimas a la salida de las sesiones. «Entré de una manera al país y salí de otra», reflexionó. 

Sin embargo, la incertidumbre económica que suponía la práctica del deporte a nivel profesional y el hecho de que tenía que mantener a su hijo le llevó a iniciarse en la enseñanza, que se convirtió al final en su pasión. Tras solo un año en el cuerpo, se decidió a emplear 15 días en formarse para ser profesor en Madrid, donde coincidió en los exámenes con los miembros del equipo nacional de judo. Para completar la formación, los alumnos pudieron competir contra ellos y Domínguez venció a tres de los miembros del equipo. 

Ya de vuelta en la isla, el ex judoca se ha convertido con el paso de los años en una figura clave para el deporte, lo que le ha permitido dar clases en todo el país. La placa que decora las puertas del gimnasio de la comisaría de Miller Bajo es una forma más de conmemorar la labor de uno de los profesores más reconocidos del cuerpo. 

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