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Laura Ramírez Ramírez Presidenta de la asociación Felices con Narices

Laura Ramírez: "No se habla lo suficiente de los intentos de suicidio entre los jóvenes"

La asociación Felices con Narices atiende a 90 menores con patologías relacionadas con la salud mental y jóvenes en exclusión social

Laura Ramírez, presidenta de la asociación Felices con Narices en la Asociación de Vecinos el Batán -San Roque. ANDRES CRUZ

Laura Ramírez Ramírez (1998), se planteó con 14 años un proyecto que el mundo le repetía que le quedaba grande. Tras parte de su infancia ingresada por una operación de columna se dio cuenta de que los niños con enfermedades de salud mental no recibían visitas de asociaciones, ni regalos, o actividades de dinamización. Ese fue el inicio de Felices con Narices, acompañar la estancia hospitalaria de los niños de la cuarta planta. 

¿Cómo surgió la asociación?

Somos una asociación juvenil destinada a ayudar a niños y jóvenes en situaciones de vulnerabilidad en Las Palmas. La creé cuando tenía catorce años. Mi infancia fue complicada, me operaron la columna y pasé mucho tiempo en el Hospital Universitario Insular-Materno Infantil, en un entorno que no era el más adecuado para la edad que tenía. Al pasar tanto tiempo ingresada me di cuenta de que no había animación o asesoramiento familiar en muchas plantas como en la cuarta destinada a salud mental.

¿Por qué centrarse en los pacientes de salud mental?

Hay menores que están cubiertos como es el caso de los niños oncológicos donde actúan muchas organizaciones pero existen otras enfermedades o circunstancia de menores que no son tan conocidas. En el tiempo que estuve ingresada no vinieron payasos, psicólogos ni ningún otro tipo de apoyo. En los comienzos nos dedicamos a ofrecer animación y actividades a los niños que tenían problemas de salud mental para intentar cubrir esta falta.

¿Les costó que les tomaran en serio?

Solo después de cuatro años comenzaron a tomarnos en serio, al fin y al cabo éramos adolescentes. Nos costó que confiaran en nosotros cuando queríamos poner en marcha los proyectos. El gerente del Hospital Materno se quedaba pasmado cuando le explicaba mis planes. Al principio me enfadaba porque no me permitían desarrollar muchos proyectos pero ahora que lo recuerdo me doy cuenta de que era normal porque era una niña queriendo entrar en una Unidad de Psiquiatría.

Lo que diferencia a Felices con Narices de otras entidades es que nos adaptamos a cada niño

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¿Alguna vez se imaginaron que crecerían tanto?

Ni por asomo. Ahora contamos con ocho coordinadores, 50 voluntarios, dos trabajadoras y asistimos a 90 menores en edades comprendidas entre los 4 y los 18 años. Estamos muy contentos porque el año pasado conseguimos por primera vez financiación de la Dirección General de Juventud adscrito al Gobierno de Canarias, lo que nos permitirá ofrecer un atención más profesional. Además desde hace tres años también ayudamos a los jóvenes de la Aldea de San Nicolás, donde una compañera trabaja para la integración social.

¿Cómo trabajan con los menores?

Lo que diferencia a Felices con Narices del resto de entidades es nuestra cercanía con el niño o niña que atendemos. Intentamos conectar con los chicos haciendo lo que a ellos les gusta. Por ejemplo, había un chico que padecía fobia social y estuve dos meses yendo a su casa para ver anime con él y gracias a ese tiempo invertido en conocerle mejor conseguí que viniera a la asociación y se abriera con nosotros. Vamos al cine, a la playa y organizamos almuerzos, no hacemos gran cosa, a lo mejor la edad que tenemos influye en que tengamos otras herramientas para llegar a ellos.

Es un ambiente más abierto...

No somos amigos de ellos, saben desde el primer momento que hay normas y se les para los pies si no las cumplen. Pero les escuchamos, les indicamos lo que no pueden hacer y sus consecuencias y les aconsejamos. Cuando llegan nos cuentan historias muy fuertes y lo que no puede ser es que los censuremos porque este es el sitio indicado para hablarlo.

Es importante no juzgar...

Efectivamente, porque el estigma con la salud mental todavía está ahí. Muchas familias confiesan que les da vergüenza pedir ayuda. Cuando tenemos la terapia grupal ellos mismos nos dicen que no les cuentan a sus amigos más cercanos que van al psicólogo o al psiquiatra. Y realmente no pasa nada por ir en un período de tu vida, muchos se piensan que van a estar 'locos' para toda la vida. Muchos guardan ese aspecto de su vida por la etiqueta que saben que les van a poner. Suelen ser personas que se preocupan por lo que piensan los demás y así no viven. Muchos de ellos no están viviendo y es muy duro porque son muy jóvenes.

¿Con la pandemia ha aumentado el número de jóvenes con problemas?

Sin duda, se han triplicado los ingresos en el Hospital Materno. No se está hablando lo suficiente de los intentos de suicidio en los jóvenes. Los primeros momentos de la pandemia fue una época muy dura, sobre todo para los menores que tienen una enfermedad de salud mental. Era muy complicado ayudarles desde la lejanía porque son menores que necesitan tener una rutina y un vínculo con nosotros y con las eventualidades sanitarias el vínculo desapareció. Comunicarte con ellos era una misión imposible, contactar con un menor con depresión o un autismo es complejo. Tras el confinamiento nos vimos con otro reto que fue el de sacar a los chicos de las casas. Servicios Sociales detectó que habían muchos menores que no se incorporaban a sus centros educativos y entonces nosotros intervenimos directamente y nos presentábamos en las viviendas para solucionar la situación.

La Covid-19 ha puesto sobre la mesa la importancia de la salud mental

Sí y espero que no se olvide porque antes de la pandemia nosotros reflejábamos la importancia de la salud mental y no nos escuchaban. En la actualidad, no se está haciendo lo suficiente para intervenir y son adolescentes que se están destrozando la vida, me parece muy triste.

¿Cuentan con más proyectos?

Sí, trabajamos con menores con medidas judiciales, un perfil que al comenzar con la asociación no tratamos porque al ser nosotros tan pequeños no teníamos las herramientas para ayudarles de forma adecuada. También realizamos el proyecto ‘Amigos con patas’ que consiste en una terapia canina y con caballos dirigido a un público más infantil. Durante el verano ofrecemos campus de verano para familias con pocos recursos y con actividades adaptadas a los niños con discapacidades. Además de las charlas que impartimos en los centros educativos.

Entonces, ¿con qué perfil trabajan en Felices con Narices?

Cualquier menor que necesite ayuda puede acudir a la asociación. Nos gusta también esa diversidad, que chicos con diferentes realidades se junten.

¿Vale la pena el esfuerzo?

A nivel personal no hay palabras que describan lo que yo siento por Felices con Narices. He llegado a la conclusión que la sociedad tiene que aprender a escuchar a la juventud.

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