La Provincia - Diario de Las Palmas

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Comercios históricos de Las Palmas de Gran Canaria

Tapas, bocadillos y terapia social

Tras 38 años bajo la mano de Pepe Cabrera, los hermanos Rodríguez se encargan ahora de regentar el clásico Bar Cafetería La Eminencia

Exterior del Bar Cafetería La Eminencia, en Guanarteme José Carlos Guerra

El Bar La Eminencia ha mantenido sus puertas abiertas en la capital durante más de 70 años gracias a mucho trabajo y sacrificio y a una fiel clientela que ha cruzado varias generaciones.

Un recorrido por la calle Fernando Guanarteme, una de las más concurridas de la ciudad, descubre al transeúnte todo tipo de bares, restaurantes y comercios de todo tipo, pero ninguno tiene la solera, tradición e historia de La Eminencia, un negocio que cruzó el charco de isla a isla para servir a clientes de todo tipo con mucho esfuerzo a lo largo de más de siete décadas. 

Este local, situado en el número 36 de la mencionada vía de la capital grancanaria, comenzó siendo una bodega durante el primer tercio del siglo XX. Posteriormente, pasó a manos de un herreño que lo convirtió en una churrería, aunque era conocido como Bar Quintero. Llegado el año 1950, aterrizaría un grancanario natural de Moya, que había emigrado a Cuba y, tras una etapa en el país caribeño, había regresado a Gran Canaria para emprender un nuevo negocio. Este viajero emprendedor adquirió el antiguo bar-churrería y lo renombró como La Eminencia, haciendo referencia a un bar homónimo ubicado en La Habana. 

José Cabrera, conocido por la mayoría como ‘Pepe’, empezó a trabajar en La Eminencia como camarero en 1970, tras desplazarse a la ciudad desde su Tejeda natal en la década de los sesenta en busca de un trabajo. «Como muchísima gente procedente de los municipios de las medianías y la cumbre», recuerda, remarcando que existe una gran cantidad de negocios de hostelería en la capital que fueron fundados por vecinos de las zonas norte y centro de Gran Canaria como Gáldar, Moya, Teror, Fontanales o San Mateo. Después de diez años trabajando como camarero en La Eminencia, Pepe Cabrera acabó adquiriendo el negocio junto a su hermano Juan, en 1980, y se mantuvo al frente del bar durante 38 años con «mucho trabajo y sacrificio», hasta que se lo traspasó a los actuales dueños, los hermanos Víctor, José Luis y Jaime Rodríguez, en 2018. La relación entre ambas generaciones de propietarios es muy estrecha, dado que los tres hermanos eran hijos del suboperador de las máquinas recreativas que había en el local, Pepe Rodríguez. 

El Bar La Eminencia siempre ha sido un negocio de esos catalogados como ‘de toda la vida’ que se ha mantenido a lo largo de varias décadas con gran éxito. Sin embargo, tanto Pepe como su hermano Ángel, conocido cariñosamente como ‘Lito’, recuerdan los años setenta y ochenta cómo la mejor época vivida en el negocio. La gran presencia de turismo en los hoteles y locales de ocio nocturno del barrio les reportó grandes ganancias, gracias a las generosas propinas dejadas por personajes famosos y, sobre todos, viajeros escandinavos. «Aquí venían muchos turistas y famosos por la gran cantidad de discotecas, salas de conciertos y hoteles que había por la zona. Antonio Machín, Pinito del Oro y Mari Carmen y sus muñecos comieron aquí», relata Pepe, recordando entre risas que los adinerados turistas nórdicos «alucinaban» con los potajes que servían. Gracias a esta selecta clientela, Pepe podía vivir a base de propinas y ayudar económicamente a su familia cediéndoles su sueldo íntegro. 

Terapia social

La jornada en La Eminencia era un no parar desde que abría sus puertas a las 6 de la mañana, hasta que cerraba a las 2 o 3 de la madrugada tras haber servido innumerables tapas de pulpo, calamares y pata asada, sus especialidades. Por sus mesas y barras pasaban vecinos, turistas, taxistas y trabajadores de pubs y salas de fiesta, que acudían a comer algo y charlar tras una intensa jornada laboral. «Muchas veces más que hosteleros éramos psicólogos, ya que muchos de nuestros clientes eran camareros de discotecas que lo que querían era hacer un poco de vida social después del trabajo», explica Cabrera.

A lo largo de casi cuarenta años, Pepe ha visto pasar por su local cantidades ingentes de clientes, que en ocasiones han comprendido hasta tres generaciones de una misma familia. «Muchos hijos y nietos de antiguos clientes siguen viniendo por aquí porque fue el primer bar al que vinieron con sus familiares y guardan un buen recuerdo de él», destaca, añadiendo que el 98% de las personas a las que ha atendido en su bar han sido personas «buenas y agradecidas».

De Valleseco

Actualmente, La Eminencia es regentada por los hermanos Rodríguez, otra familia procedente del campo, en este caso de Valleseco, que ha querido mantener vivo el espíritu y la tradición de este longevo negocio. La relación que unía a su padre con Pepe Cabrera los animó a recoger el testigo del sempiterno anfitrión de los hosteleros del barrio de Guanarteme hace cuatro años. Ahora, con una plantilla formada por ocho trabajadores, luchan por mantenerse a flote en un contexto económico cada vez más difícil.

«Rubén, José Alemán, José Mendoza, Ángel y Nauzet son pilares básicos para el funcionamiento de este negocio», resalta con gran reconocimiento Víctor Rodríguez. Y es que, como les pasó a todos los negocios hosteleros, la etapa pandémica supuso un duro golpe para el normal desarrollo de su actividad. «Después del covid tuvimos que fijar el horario de 7 de la mañana a 12 de la noche porque no nos era rentable seguir abriendo a las 6 o permanecer más tiempo durante la noche», señala Rodríguez. 

Cuando el negocio empezaba a remontar, en octubre de 2021, unos meses más tarde acabó estallando la guerra en Ucrania y los precios empezaron a dispararse, asestando otra estocada a La Eminencia. Sin embargo, aunque «la cosa viene muy mal y el futuro es incierto», tal y como reconoce Víctor, su actitud, ganas e ilusión le hacen luchar por su negocio e intentar ir a más siempre. «La base de este negocio son nuestros clientes y gracias a ellos hemos conseguido continuar abiertos y seguir desarrollando nuestra actividad», asegura, con una sonrisa que le invade el rostro.

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