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La Matula pide aparcamientos para no tener que dejar el coche en la carretera

Los vecinos piden aparcamientos para no tener que dejar el coche en la carretera y soluciones a los problemas de accesibiliad que provocan las escaleras

Escaleras de La Felicidad La Provincia

Vivir en La Matula, justo al borde del Guiniguada, es como estar en el campo en medio de la ciudad. La tranquilidad y el aire puro que se respiran en este barrio de autoconstrucción colgado de la ladera es casi lo único bueno que tiene, además de la familiaridad de estar rodeados de vecinos de toda la vida y de sus casas, lo más valioso, que fueron levantando a pulso y al golpito a medida que se podía.

Los problemas de accesibilidad que padecen -se ven obligados a acceder a sus casas a través de escaleras vertiginosas de centenares de escalones- y la falta de aparcamiento traen de cabeza a los residentes.

Y además los pone en peligro, porque al estar ocupadas las orillas de la estrecha vía por los vehículos, se ven obligados a caminar por en medio de la calzada esquivando los coches. Los años se suceden y la construcción del aparcamiento y de la carretera a mitad de la ladera, que les aliviaría la existencia, continúan siendo asignaturas pendientes.

Los vecinos se sienten abandonados y olvidados por el Ayuntamiento. Viven doblemente colgados, sostienen : con las casas pendientes de la ladera y a la espera desde hace años de que el consistorio resuelva sus principales problemas de movilidad y accesibilidad. Aunque también se quejan de la falta de limpieza, que brilla por su ausencia, y de la inexistencia de un parque, «aunque sea pequeñito», para que jueguen los chiquillos.

Los vecinos exigen una vía y rampas para no tener que subir tantas escaleras

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«Los políticos aquí ya no vienen ni en campaña electoral», aseguran, al tiempo que llaman la atención sobre el sin sentido y lo peligroso de poner a la salida de una curva un paso de peatones que nadie usa porque la parada de la guagua está bastante retirada.

Una de las últimas políticas que apareció por el barrio, según recuerdan, fue Nardy Barrios.

«Nos trajo un proyecto para hacer la carretera por en medio del barrio, un proyecto que nunca se hizo y que se quedó en el olvido. Estaba muy bonito encima del papel, quedaba divino de la muerte, pero la ladera sigue igual», se queja Marcos García, conocido por los habitantes de La Matula como el nieto de Pinito Clara, la que ponía las inyecciones y seguramente una de los primeros vecinos del barrio, que fue construido en los años 60 por los trabajadores de la antigua fábrica de tabaco La Favorita, situada justo encima de la ladera. Ypor los que trabajaban en las plataneras, muchas de cuyas fincas ya no existen.

«No hay aceras por donde caminar y los coches aparcados invaden la calzada. Cuando pasa la guagua apenas tiene espacio para pasar. La falta de aparcamiento es el grave problema que hay y a la gente no le queda más remedio que ocupar uno de los carriles para dejar el coche», repiten los vecinos, que advierten que el problema se agrava porque la vía (la GG-112) es de doble sentido y sumamente estrecha y en determinados tramos hay que arrimarse si viene en sentido contrario un camión o una guagua.

«Gracias a dios no ha habido ningún atropello», exclama Marcos García, quien subraya que la alternativa al problema consiste en que el Ayuntamiento adquiera un solar situado justo al borde del barranco para habilitar un aparcamiento, en el que pueden caber más de cien coches. Se trata de unos terrenos situados en el margen izquierdo de la carretera, que pertenecen a un vecino que vive justo al lado.

Coches aparcados en la carretera de La Matula La Provincia

«El dueño siempre ha dicho que está dispuesto a ceder los terrenos al Ayuntamiento si este le hace acceso hasta su casa, que son unos metros de nada. Lo único que hace falta es voluntad política para resolver el problema», que se agrava por la noche, cuando los bordes quedan copados por los coches.

Hace unos cinco años un ciclista denunció los aparcamientos tras casi chocar con una guagua, lo que provocó que la policía fuera todos los días a multar. «Hasta que les convencimos de que no teníamos otra alternativa. Ydejaron de venir, pero tampoco ha venido nadie a solucionar el problema».

Escaleras que aíslan

El otro gran problema de La Matula son las escaleras que aíslan a los vecinos más viejos, que apenas salen de sus casas porque trepar por las empinadas escaleras se convierte en una misión imposible.

La peor de todas es la que se llama La Felicidad, una auténtica broma pesada que no hace ninguna gracia a los vecinos, que se acuerdan del autor de la placa, y no precisamente con buenas ideas, cuando ascienden por ella.

Tiene 426 escalones y en algunos tramos es tan estrecha que apenas cabe una persona por ella. Hay escalones tan estrechos, que se te queda parte del pie fuera. Los que viven en la parte más alta del barrio, después de subir los tropecientos escalones tienen que continuar por un camino de cabras a través de la ladera. «El que le puso el nombre tenía el día tonto porque felicidad es llegar a tu casa comodamente», exclama García.

Mary la tiene que remontar todos los días y por suerte para ella no vive en la parte más alta. «No queda otra», dice resignada mientras se queja de que los supermercados ya no le suben la compra.

Advierten sobre el peligro de derrumbe de los taludes que dan a la calzada, en caso de lluvia

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«La bombona es la única porque el agua ya no la suben tampoco», explica. El viernes se le olvidó una cosa cuando hizo la compra y la tuvo que subir dos veces, toda una faena. Cuenta que hay personas mayores que «sólo salen para ir a los médicos, a la peluquería y más nada. No nos queda más remedio que vivir aquí. Lo único que tenemos en este barrio es tranquilidad», se consuela. Algunos vecinos han ideado un sistema para subir la compra en una cesta a través de una cuerda.

Durante el mandato de Jerónimo Saavedra se planteó poner escaleras mecánicas en La Felicidad, pero los vecinos se opusieron y dijeron que preferían una carretera a mitad de la ladera. Al final se llevaron la escalera a Lomo Verdejo, «a la que no sube ni el gato porque nunca ha funcionado».

«Les dijimos que no porque no servía si no tenía doble sentido y además no había espacio suficiente para poder hacerlo bien. La única alternativa que veo para solucionar el problema es la carretera, a no ser que pongas rampas o sillas eléctricas por tramos para los mayores», explica García.

«Este barrio no existe para nadie», se queja Alicia Rodríguez, quien advierte de las carreras de motos y coches por la noche. No hay mucha luz y en cualquier momento te lleva un coche por delante sin darte cuenta. Debería venir más la policía». «Calla, mejor que no vengan», le ataja otro vecino, que recuerda el año que les dio por multar a los que aparcaban en la carretera.

Taludes peligrosos

Los taludes de la ladera son otra fuente de preocupación para los vecinos, que temen que cualquier día ocurra un accidente. Se desmoronan piedra tras piedra sobre el borde de la calzada y los residente no quieren pensar lo que pasaría si cayera alguna lluvia fuerte.

«Están todo agrietados y los coches aparcan debajo. En cualquier momento pasa algo grave porque cada vez que llueven caen las piedras y la tierra», advierten.

Tampoco se ha reparado, recuerdan, un tramo de la carretera que se hundió, al borde del barranco. «Pasó hace dos o tres años, le pusieron unas vallas alrededor y así sigue».

La única marquesina en la parada de la guagua que había se la llevó hace más de un año una guagua de la línea 71, recuerda Jose. «La retiraron y todavía estamos esperando a que pongan otra. En su lugar pusieron un contenedor de botellas. ¿Y sabes para qué sirve? Para que la gente orine por detrás. No se puede aguantar en la parada por el pestazo que hay. Si uno va a hablar, no sé ni por donde empezar porque aquí no se ha hecho nada. Parece que este barrio no existe para el Ayuntamiento», critica José.

 «Estamos realmente olvidados. Por lo menos, que nos hagan un aparcamiento», grita otro vecino al volante de su furgón.

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