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La capital achica el agua del ‘Hermine’

Los vecinos de la calle Portugal y alrededores trabajan para vacíar algunos locales y garajes anegados v Árboles y ramas caídas también dejaron secuelas en la ciudad

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Dia después de la lluvia en la capital Juan Castro

Alberto Gómez y su hijo Rubén esperaban pacientemente a que la lluvia amainara un poco bajo la parada de guaguas de Julio Navarro. Habían hecho oídos sordos a las advertencias de que la situación podría empeorar. De hecho, en uno de los pocos momentos en los que caía menos, aprovecharon para ir corriendo al parque Doramas. Sin embargo, apenas se bajaron de la guagua, comprobaron que el día no estaba para demasiadas aventuras. 

Con un abrigo, Alberto secaba la cabeza de Rubén, que se había empapado completamente. Aturdido tras el chaparrón y desorientado, el niño trataba de ubicarse mientras se terminaba de quitar el agua de los ojos. 

El agua en el garaje del edificio Italcable, en la calle Portugal, llegó a alcanzar una altura de casi 1,2 metros

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Con esa misma sensación de aturdimiento fue como amaneció la capital después del paso del ciclón Hermine durante el pasado fin de semana. Uno de esos días en los que el ritmo de la ciudad va descompasado; lo más parecido a un día de puente. 

Alberto Gómez no aprendió la lección. Tras dejar a Rubén en casa, volvió a salir y justo cuando bajaba por la calle Beethoven, se llevó la desagradable sorpresa de que una rama se desprendió de unos de los árboles, «con tan mala suerte» que le cayó encima. 

«Fue más el susto que otra cosa. Me dejó lleno de barro y con un golpe en la pierna que me ha tenido cojeando un poco, pero nada serio», apunta.

Las Canteras, zona de inundaciones 

En el otro extremo de la ciudad, en la vertiente de Las Canteras, la calle Portugal se convirtió en el centro de todas las resacas posteriores al paso del ciclón. 

En el edificio Italcable, justo al lado de la entrada al garaje, hacía guardia Prudencio Medina uno de los residentes en el mismo, esperando a que terminara de desayunar «el chico de la empresa que está achicando el agua». Como los de otros edificios en la misma vía, los sótanos se vieron anegados de agua, debido en gran parte a «los problemas de drenaje históricos» en dicha zona. 

El vapor de una subestación en la calle Churruca, deja una estampa que recuerda a una calle neoyorquina

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«El agua llegó hasta la marca roja», comenta Prudencio mientras señala la línea color rojo que se pinta en los aparcamientos para que los conductores la tengan de referencia y que en esta ocasión estaba a una altura de 1,2 metros aproximadamente. «En cuanto empezó a llenarse, sacamos los coches y los pusimos en las calles laterales del edificio», afirma. 

Ahora ya solo restaba un gran charco de poca profundidad por achicar, «ojalá no llueva mucho más y poder volver a la normalidad», suspira Prudencio, mientras asegura que «es un problema que parece no tener solución». 

Un 'aquagym' como opción

Diez metros desde la puerta del garaje, subiendo por la calle Gravina, se encontraban Mari Cruz y Cristian. Remangados y ella con un escobillón, trabajan para intentar sacar el agua de un local que está en alquiler. 

También situado en un bajo, la capa de agua subía unos 25-30 centímetros. «Estamos con las bombas intentando sacar lo que podemos, pero todavía nos queda», dice Cristian que añade que en su caso «el agua no entraba de la calle, sino que se filtra de las paredes, por eso está tan limpia» - una de las consecuencias de estar por debajo del nivel del mar, en una zona tan pegada al litoral-. 

En la plaza de España, el toldo de la panadería Panaria se hundió durante la noche, debido al peso del agua

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Mientras tanto Mari Cruz sonríe y se lo toma con filosofía. «Ya puestos podríamos ofrecerlo como local con piscina... ¡O montar un aquagym!», bromea. 

Subiendo por la calle Churruca, esquina con República Dominicana, una pequeña llovizna se fundía con una humareda de vapor, como si de una calle de Nueva York se tratara, esa estampa tan típica en la Gran Manzana, en la que el vapor sale de las alcantarillas. En el caso de Las Palmas de Gran Canaria, el calor salía de una subestación eléctrica inundada. 

Un grupo de operarios de la empresa Cobra advierten sobre «lo calentita que está el agua» que sale a través de una manguera desde el registro de la subestación. «Al mezclarse con la electricidad, la temperatura sube y se produce el vapor», confirma uno de ellos, a la vez que indica que «no deben ser muchas las viviendas afectadas, porque parece nueva la subestación». Como buenos expertos en la materia, aseguran que «este tipo de instalaciones no se inundarían, si se le dejase una caída al firme que los tapa». «Al estar al mismo ras del suelo, se llena de agua. El mantenimiento brilla por su ausencia en esta capital», subrayan.

Cortes en La Isleta

Los que sí se vieron bastante afectados por el corte eléctrico fueron los vecinos y locales comerciales ubicados entre la calle Ferreras y La Naval, en el barrio de La Isleta (cerca de La Puntilla). 

La inundación del portal de uno de los edificios que está pegado al Hotel NH Imperial, provocó que una de las subestaciones eléctricas quedase inhabilitada, no pudiendo suministrar energía a toda la zona. En la oscuridad, algunos aprovechaban para terminar de limpiar los comedores de los restaurantes. Uno de ellos lamenta que «la jornada está perdida», porque no se había informado sobre cuánto tiempo iba a durar el corte. 

Uno de los árboles de la calle San Bernardo cayó al suelo y generó un fuerte temblor en el edificio de enfrente

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De igual forma, en una puerta trasera del Real Club Victoria, hacían un corro diferentes personas, tanto vecinos como trabajadores, que se quejaban de lo mismo. «Llevamos desde las 8.00 horas sin luz y no hay perspectiva de recuperarla pronto», enuncian. Aunque la realidad es que el lamento común es el mismo que en otros emplazamientos de la ciudad: «¡No aprendemos, caen cuatro gotas y no estamos preparados!». 

El toldo de Panaria

La zona de Mesa y López tampoco se quiso quedar atrás en cuanto al número de percances se refiere. El toldo de la terraza de la panadería Panaria se hundió «debido al peso del agua» y de la hojarasca con la que ya contaba antes de que el Hermine visitara la Isla. 

Una de las trabajadoras del establecimiento confirma que «el hundimiento se produjo durante la noche», por lo que no hubo que lamentar ningún tipo de daño personal, ni material -la terraza ya tenía las mesas y sillas recogidas-. 

La razón fundamental es el diseño del toldo, porque los de los locales de alrededor no se vinieron abajo. «Ellos los tienen en ángulo recto y eso permite que la tela aguante más peso, por eso no se cayeron», matiza. 

Árboles caídos

En total fueron siete los árboles que cayeron durante el fin de semana a causa de las inclemencias meteorológicas. Uno de ellos fue en la propia Avenida Mesa y López, a la altura de General Vives, uno de los laureles de Indias -a los que el Ayuntamiento capitalino iba a someter estudio para su protección y mantenimiento- cayó, dejando nada más que el hoyo de su ausencia. El propietario de la Cafetería 7 Razones, Misael Cabrera, narra que «la caída del árbol fue progresiva», por lo que no fue demasiado el estruendo que se armó y «le dio tiempo a las personas que estaban sentadas en el banco -casi enfrente- de apartarse». 

Misael se muestra aliviado porque justo «el local de aquí al lado» no estaba abierto, por lo que «no tenía la terraza montada» y la cosa no pasó a mayores. 

Siguiendo la línea de los árboles caídos, fue especialmente llamativo el derrumbe de uno en la calle San Bernardo. El incidente dejó reacciones variopintas. Los porteros del edificio donde se encuentra el Círculo Mercantil barren la escalera de entrada, a la vez que analizan lo acontecido la tarde noche anterior. «Nosotros no nos enteramos de nada durante la caída», aunque sí que vieron las labores de rescate. «Hay vecinos que sí que lo sintieron» y aprovechan para preguntarle a uno de ellos que salía a la calle: «¿A que sí?, ¿a que usted sí lo notó?». 

La respuesta es clara y concisa: «Tembló todo el edificio», por lo que no dudó en avisar al 112. Se suma a la conversación a tres, una vecina que baja por la acera -sentido la calle Cano-. 

En su caso, la vivencia fue totalmente diferente. «Ni me enteré, si no es por mi nieta que me envió una foto por WhatsApp. No escuché absolutamente nada», dice.

Eso no quita para que no se sienta apenada por la pérdida, «porque son árboles centenarios», y es que se veía venir porque «están enfermos». «Cuando se cayó, se vio que las raíces estaban todas podridas. Aparte de los problemas con la mosca blanca de los que están en la zona», remarca. 

No sólo los peatones fueron los que vivieron de primera mano los efectos producidos por el paso del Hermine

Aparte de los grupos de emergencias y rescate, así como los operarios de obras y mantenimiento, tuvieron mucha actividad los taxistas. Noelia Gutiérrez había tenido varios servicios durante el ciclón. «Hice algunos en la capital y otros en dirección al aeropuerto. Vi más problemas en la autopista que en las calles de la ciudad», describe. Noelia agradece que «la lluvia fuese floja y sin viento», porque así «no ha sucedido ninguna desgracia como otras veces», pero se queja «de la falta de conciencia al volante», porque al conducir a altas velocidades sobre suelo mojado «te echan el agua en el cristal y no te dejan ver estando en marcha». 

Por su parte, otro taxista, Juan Ruiz, considera que los problemas provienen fundamentalmente «de la dejadez del Ayuntamiento a la hora del mantenimiento» -de ahí los túneles inundados- y señala que tuvo incidentes «porque los semáforos no están funcionando», lo que produce un caos en la circulación. 

El agujero de Escaleritas

El barrio de Escaleritas no quedó exento de incidentes. En la confluencia de las calles Luis Benítez Inglott y Joaquín Blume, se produjo un socavón de considerable dimensiones que provocó el corte temporal de la calle. Los trabajadores del supermercado Spar Escaleritas presenciaron la escena de primera mano. Durante la tarde del domingo, escucharon un «¡Blufff!», que se correspondía con el propio hundimiento de la vía. Además, apuntan que no había indicios de que pudiera producirse, aunque hace unos meses, un poco más arriba, hubo una obra, pero no tuvo relación.| X. L.

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