No pudo ser más triste la noticia con que me despertó el Whatsapp donde me notificaban la defunción de NENA, porque NENA solamente podía ser mi querida amiga Nena Bermúdez.

Hago repaso de todos los años que disfruté de su amistad. Luego, mas tarde, la necesaria separación por la edad, ya no tenía yo carnet de conducir para subir a verla, por la pandemia, por tanto sucesos que imposibilitaban mi salida de casa.

Me ha vuelto su recuerdo de los buenos tiempos: tantas salidas de viaje a la Península a congresos de la Confederación Española de Organizaciones de Mayores - Ceoma- para seguir luchando por una ley para las personas mayores (hoteles, comidas y asistencia siempre pagadas por cada una), con las grandes amigas Carmen Hernández y Elvira López, y siempre luchando por nuestros mayores: Valladolid, País Vasco, Madrid.

De Nena aprendí muchas cosas, desde todas las recetas caseras para aliviar muchos dolores, que se trajo de su Cuba natal, hasta la visita a los enfermos para hablar un poco y rezar también un poco con ellos.

Ella formo un grupo de mujeres que perteneció a Ceoma que primero se reunía en la ‘Casa de Matias Vega’ de Triana, donde se daban clases de pintura y se hacían las exposiciones a final de curso de toda la producción pictórica, clases de cultura general, y de internet cuando empezaron los ordenadores. Luego, ya por razones económicas, se tuvo que pasar las reuniones a un piso de la misma calle de Triana, donde se seguían impartiendo por mujeres voluntarias todas las clases.

Luego, con el tiempo y cuando a Nena le era más difícil salir, las visitas a su casa, por la tarde, con esa tacita de café con leche, esa partida de continental y ese rato oyéndola tocar el piano. Porque tenía un gran don artístico: lo mismo enseñaba a las mujeres alumnas a pintar, que se sentaba al piano y tocaba maravillosos conciertos, todos de oído. Muchas, muchas veces, estuvimos en mi misma casa, en cualquier reunión por cualquier cosa, terminando con Nena deleitándonos al piano

Un especial abrazo para sus hijos Marina y José Miguel Bravo de Laguna. A José Miguel siempre lo guardo en mis más queridos recuerdos: cómo me ayudó a mi vuelta a la Administración de Hacienda después de 10 años de excedencia. Me enviaron a la Delegación de Hacienda antigua, de tan inolvidables recuerdos, a la Abogacía del Estado y allí José Miguel, abogado del Estado, me recibió y me enseñó absolutamente todo lo relativo a las liquidaciones de transmisiones, sucesiones y derecho de familia.

Por esa influencia suya me decidí, luego, a estudiar la carrera de Derecho que tantas satisfacciones me trajo en la vida. A él se lo debo.

Un abrazo a su esposa Loli, que llevó la belleza y la especial elegancia de la mujer canaria al Congreso de los Diputados, y a Marina, valiente mujer que se hizo arquitecto a los 50 años para lograr un deseo que no le había sido posible realizarlo con anterioridad.

Para toda la demás familia, sus nietos y familiares de Mogán, mi más sincero abrazo; y para Nena, mi eterno recuerdo desde lo más profundo de mi corazón.

Gracias por todo.