Querido Pedro: Ayer justamente, cuando apenas faltaban horas para que nos dejaras, fui a verte y aún pude sentir el calor de tu alma en un beso de despedida. Y aunque sabemos que siempre es así, por más que nos duela, tu ausencia ha dejado un vacío amoroso en la memoria de muchos; en la historia de los últimos sesenta años de esta ciudad; en el corazón de cuantos nos hemos sentido queridos y respetados por ti.

 

“Antonio, espera; no te olvides del sol para la siega”. Con estas palabras dijiste adiós a un gran amigo y hermano que nos dejó hace muchos años. Hoy las recuerdo y te las dedico para que desde donde estás, no olvides el agua que necesitamos para que germine la semilla de tu generosa siembra, ni el sol para que siempre podamos cosechar los frutos de ese mensaje en que, al estilo de Claret, te empeñaste de por vida, para que se convirtiera en fruto sazonado de esta tierra canaria que tanto amaste, y que vino a ser tan tuya o más que aquel terruño leonés que te vio nacer.

 

Recuerdo el día feliz que celebramos tus cincuenta años como sacerdote. Tu, en una iglesia rebosante de fieles y amigos, estabas radiante de alegría, y juntamente con el coro cantamos tus palabras que iluminaban a todas luces el mensaje que ha sido la clave de tu vida:

 

Solo decirTe que Te quiero. Sueño

esculpir esperanzas y desvelos

de nombres que ya fueron, como un bosque

gritando… Tercamente son rocío…

 

Y en ellas expresabas igualmente un hondo sentimiento esperanzado por este momento que ahora vives y que siempre ha estado en tu punto de mira:

 

Te busco como un río, como un río

asomado a la mar en que navego…

Señor, soy Tuyo, Tuyo…

 

Hoy por fin tu sueño se ha cumplido. Has arribado hasta la otra orilla, y has conseguido abrazar y fundirte definitivamente en ese mar del amor de Dios que, en justa correspondencia, Él también te ha hecho suyo.

 

Atrás queda para siempre la vida compartida desde nuestra juventud; atrás miles de recuerdos, anécdotas y confidencias; atrás quedan demasiadas cosas, pero, citando a los poetas como tú gustabas,

 

Que aunque la vida perdió

Dejonos harto consuelo

su memoria.

 

Querido Pedro: No te olvides del sol para la siega, ni de la brisa serena para aventar el grano, ni del gozo para celebrar la cosecha. Amigo amoroso, sacerdote ejemplar, profesor inolvidable, poeta exquisito, claretiano decidido. Al menos a nosotros nos quedará eternamente el consuelo de tu memoria.

 

Tu amigo