Días atrás, falleció Juan Carlos Ibrahím Perera. De él podemos afirmar que fue un buen tipo, un amigo cercano y afectuoso; pero, para no caer en esos tópicos facilones - benevolentes hacia lo que ya no están, me gustaría resaltar ciertas vivencias que tuvimos en común y que no solo le implicó a él sino a otros que, por fortuna, seguimos vivos.

 En el año 1967, unos cuantos canarios decidimos embarcarnos en la aventura académica de estudiar la carrera de Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos. Eran los años previos al mayo del 68 de París y los ánimos en las universidades estaban revueltos, sobre todo en Madrid, que era donde solo se podía estudiar esa rama de la Ingeniería. Casualmente, ese año se abrió la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos en Santander y nuestros padres, con sentido pragmático, nos enviaron allí, al otro extremo del mapa, para que no nos distrajéramos con esas movidas universitarias.

Una vez instalada la avanzadilla canaria en un piso de alquiler, empezamos la lucha por aprobar las complicadísimas asignaturas de esa endiablada carrera. Pero, como bien dicen los andaluces, “ni to’ pa’l alma ni to’ pal cuerpo”. Lo cierto es que, a la vez que estudiamos lo que buenamente podíamos, también nos distraíamos sacando tiempo para relajarnos y montar algún que otro tenderete cada poco. Al año siguiente, ese piso se convirtió en lugar de encuentro de la colonia canaria que, en años sucesivos, siguió aportando nuevos compañeros a la vez que otros optaban por irse a otras disciplinas menos exigentes. Fue un ir y venir de estudiantes canarios. Y aquí van unos cuantos para el recuerdo: José Galdón, Narciso Florido, Juan Carlos Ibrahím, Lolo Lecuona, Afonso Mosegue, Daniel Ramos, Manolo Mayor, Jose Onieva, Cristobal Medina, Juan A. Castro, Gregorio Alonso, Manolo Álvarez, Tito P. Cabani, Paco Orejudo, Tito Batllori, Juan J. de Torres y quien suscribe. Algunos, con unos años menos, en la fotografía que acompaña esta crónica.

 Lo bonito de esa historia es que 45 años después de aquel comienzo, esos canarios seguimos en contacto reuniéndonos y demostrándonos una buena amistad y un gran afecto. Con independencia de nuestras profesiones (farmacéuticos, ingenieros industriales, licenciados, etc , y los que menos, irónicamente, ingenieros de caminos),  lo que verdaderamente nos une es aquella aventura santanderina que, en muchos casos, solo fue de un año o dos de convivencia.

Y ¡nos llevamos el primer premio¡, con la Isa del “Guanarteme, teme,teme,teme….”

Vaya aquí una anécdota que me gustaría narrar: Como es habitual, ahora tenemos entre nosotros un chat: Los Matitas. ¿Por qué ese nombre? Pues tiene su historia. En aquellos años, la Universidad de Cantabria organizó un festival de música, con su concurso incluido, al que nos presentamos el grupo canario. Así que montamos una parranda (con la ayuda externa de un burgalés, el bueno de Saldaña y su acordeón) con 15 compontes canarios muchos de ellos con poco oído musical pero con más voluntad que acierto. Le pusimos el nombre artístico de Los Matitas y de forma temeraria concurrimos al concurso. Lo sorprendente es que ganamos y ¡nos llevamos el primer premio¡, con la Isa del “Guanarteme, teme,teme,teme….”

 Esas y otras vivencias, como la que alguno consiguiera novia santanderina y se casara por mediación del grupo, nos hace el recordar esa etapa con nostalgia.

El cariñosamente llamado 'el Ibrahim' fue uno de los integrantes de esa estupenda colonia canaria: terminó la carrera de Ingeniería de Caminos, trabajó en el Gobierno de Canarias en el sector de la Hidráulica donde llegó a desempeñar el cargo de Director General de Aguas y escribió un libro novedoso y didáctico titulado La Desalación de Aguas con difusión a nivel nacional.

 Sirvan estas letras como homenaje a su persona y también como reconocimiento a ese grupo de estudiantes que en los años 70 cruzaron sus vidas y disfrutaron de Cantabria, una tierra espléndida y acogedora pero situada en el otro extremo del territorio español muy lejos de Canarias.