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El incremento de los costes y usuarios lleva al límite a la Obra Social de Acogida

La ONG, que atiende a 250 personas, necesita 800.000 euros para cubrir sus gastos | Las subvenciones siguen congeladas y la negociación con el Ayuntamiento para vender Los Frailes no avanza

Jesús García Barriga La Provincia

La Obra Social de Acogida y Desarrollo (Osdad) cumple este jueves 34 años de labor solidaria, un aniversario que coincide con uno de sus momentos más angustiosos por las dificultades económicas que atraviesa.

Los usuarios aumentan, los costes se disparan por la inflación y las subvenciones de las administraciones se mantienen congeladas desde 2007, como es el caso del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria.

Las ventas de los talleres de marquetería y restauración artesanal de Los Hoyos, que contribuían a la financiación de la entidad, se han reducido muchísimo también por la crisis, y la venta del Hotel Los Frailes, que dejó en herencia su antigua dueña y que resolvería los problemas económicos, no acaba de salir adelante.

Lo único que ha subido son las ventas de las tiendas de segunda mano -la crisis ha aumentado la afluencia de gente que busca ropa y otros productos de segunda mano más baratos-, pero el aumento de ingresos por ese lado no compensa las pérdidas registradas en los talleres, que solo mantienen como clientes a los servicios canarios de Empleo y Salud. 

 Unos 200 usuarios se alojan en las tres residencias de la Osdad, que además atiende en su comedor a otras 50 personas sin hogar o que carecen de medios para alimentarse.

En los últimos dos años, el porcentaje de usuarios ha crecido en un 30%, tras la crisis desatada por la pandemia.

Muchos de los han llegado son antiguos usuarios que se habían recuperado y han vuelto a la casilla de salida al quedarse sin trabajo o perder el colchón familiar.

En estos momentos hay unos 250 usuarios, con edades que oscilan entre los 90 y los 19 años. Casi todos los que llegan tienen patologías relacionadas con salud mental y adicciones, en su inmensa mayoría enganchados al alcohol, la droga que más les golpea porque es la que está normalizada y presente en los hogares. 

Según explica el hermano Jesús García Barriga, el presupuesto anual de la Osdad asciende a 2,7 millones, cantidad en la que se incluye la hipoteca que todavía se está pagando por el edificio de Los Hoyos donde están los talleres, un huerto ecológico y una de las residencias. El pago de esta hipoteca, que concluye en 2025, es la que está causando más quebraderos de cabeza. 

Hasta que llegó la pandemia, la Obra era capaz de financiar con recursos propios el 75% de sus gastos y el resto procedía de subvenciones del Gobierno canario, el Cabildo de Gran Canaria y el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y donaciones puntuales de empresas.

Tras la crisis, los recursos propios se redujeron un 25% y en estos momentos la entidad sólo tiene capacidad de hacer frente a la mitad de sus gastos. La organización necesita 800.000 euros para cubrir gastos.

García Barriga ha solicitado a las administraciones un aumento de las subvenciones, que siguen congeladas desde 2007. El Cabildo, asegura, «aumentará su ayuda hasta los 170.000 euros en 2023 y el Gobierno de Canarias también parece que va subir su aportación», mientras que el ayuntamiento, «nos sigue destinando 240.000 euros, la misma cantidad desde 2007. Es el que más aporta, pero también es verdad que el 70% de los usuarios son de este municipio».

Tampoco se ha resuelto la negociación con el ayuntamiento por la venta del hotel Los Frailes y su finca de 15,7 hectáreas, cuyo valor se tasó en 2,8 millones de euros.

Según Barriga, el Cabildo al final descartó la compra por «un defecto de forma» y en el Ayuntamiento los técnicos de la empresa municipal Geursa quieren bajar el precio de la finca, una demanda que Barriga rechaza porque «legalmente no podemos venderla por debajo de lo que está tasado, sería malvender una donación. Ahí hemos tenido un parón en la negociación».

Negociaciones

Ante las dificultades de avanzar con el Ayuntamiento, la Osdad está en conversaciones «muy avanzadas» con un empresario que quiere comprar la finca para dos entidades sin ánimo de lucro. «Lo que queremos es revertirlo otra vez a la sociedad, a través del ayuntamiento, o que sea para una entidad que cumpla el fin social para el que la donante la dio». la venta de la finca urge, porque permitiría saldar la hipoteca de Los Hoyos y dotarles de la suficiente liquidez para respirar.

Cada uno de los usuarios que atiende la Osdad tienen un coste de 41.93 euros al día. La mayoría trabaja en los talleres o en el mantenimiento diario de las residencias. Barriga subraya que «se mantienen todas sus necesidades, desde la comida hasta el asesoramiento que reciben por parte de un equipo multidisciplinar, programas de terapia y atención social y sociosanitaria de recuperación».

Por la Osdad, recuerda Dory Benítez, la secretaria de la organización, «han pasado miles de personas. Centenares de ellos han cambiado sus vidas y han podido recuperarse. Aquí tratamos de hacer más llevadera la tragedia que traen consigo y darles apoyo. Hay un grupo de personas que nunca se van a recuperar, por su edad y las patologías que sufren, pero aquí tienen un hogar. El hecho de sacarlos de la calle no resuelve el problema, pero si conseguimos que recobren unos mínimos hábitos de vida, eso está bien».

«Nosotros», sostiene Barriga, «somos una alternativa para las personas que están abandonadas en la calle, porque muchos no tienen alterada la economía, lo que tienen alterada es la cabeza». Explica que entre los nuevos usuarios que han aparecido tras la pandemia «hay muchos que más que una acogida física, necesitan apoyo psicológico».


Un saco de papas por Navidad


Jesús García Barriga y Doris Benítez recuerdan la historia de un usuario del centro, que llegó hace años, cuando era apenas un pibe con la vida destrozada por el alcohol.

 «Me acuerdo que su mujer le traía a los niños, dos bebés, para que los viera. Mientras estuvo aquí hizo un curso de guardia de seguridad y rehízo su vida, pero volvía todos los años por Navidad con sus hijos y un saco de papas».

El hermano, que montó en 1988 el primer local de la Osdad en los bajos de la iglesia de San Agustín con su sueldo de ATS, atesora cientos de historias, como la de Román el taxista que murió este martes muy enfermo o la de Jaguar, el ingeniero naval africano que cada vez que recala por la isla acude a servir al comedor. Podría pasarse horas hablando de ellos, de los que consiguieron salir de su infierno particular, los que aún siguen en la Osdad y los que se quedaron por el camino.

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