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Un cardenal romano con raíces en el barrio de San José

El monseñor Octavio Antonio Beras Rojas fue nombrado Presbítero de San Sixto por el papa Pablo VI en 1975

Imagen del Monseñor Octavio Antonio Beras Rojas LA PROVINCIA

El reciente hallazgo, entre los documentos de la Santa Sede, de la existencia de un obispo emérito británico que había nacido en la calle Albareda del Puerto de La Luz, hizo que nos entusiasmáramos con la lectura de las extensas listas de los elencos, anuarios y repertorios que periódicamente edita la curia vaticana. En esa tarea nos tropezamos con la biografía de un purpurado cardenal romano que, aunque nacido en la República Dominicana, era bisnieto de un isleño artesano del barrio de San José.

No vamos a descubrir que durante el siglo XIX las islas se despoblaron por la corriente migratoria a las prometedoras Indias de Su Majestad. Desde la República Argentina hasta las tierras norteñas de Estados Unidos, los canarios han ido poblando las dos Américas. Naciones como Uruguay, Venezuela, Cuba e incluso el estado norteamericano de Texas, fundado por canarios, están plagados de familias procedentes del Archipiélago que en su día fueron muy ilusionadas a buscar en aquellos lugares el anhelado progreso y bienestar.

La República Dominicana va a ser otra de las naciones que acogieron durante la centuria decimonónica a numerosos isleños que quisieron buscar en la otra orilla del atlántico lo que en su propia tierra no encontraban. Y fue al despuntar el siglo XIX cuando el viudo Pedro Santana dejó su taller de cueros de las Tenerías y marchó rumbo a las Américas, donde la profesión de hateros estaba muy demandada. Tras pasar un corto periodo en México, determinó establecerse definitivamente en la República Dominicana. En aquel lugar el canario encontró nueva esposa, la mulata tahitiana Petrona Familias Carrascos (a quien las biografías hacen equivocadamente de origen canario), con la que el isleño procreó tres hijos más; los gemelos Pedro y Ramón, y el discapacitado Florencio.

Familias procedentes del archipiélago canario poblaron países como Uruguay, Venezuela, Cuba, e incluso el estado norteamericano de Texas.

Una hazaña que destacan los textos históricos de la República Dominicana, es la que se señala después del suicidio del general francés, Jean-Louis Ferrand, que gobernó en Santo Domingo. Tras la expulsión de las tropas francesas de aquella colonia española, se produjo la llamada batalla de Palo Hincado, donde fueron vencidos los galos por los ejércitos dominicanos y españoles. Derrotado, el general Ferrand se suicidó el 7 de noviembre de 1808 y el intrépido canario del barrio de San José, que residía en la provincia oriental de El Seibo, le cercenó la cabeza al caudillo difunto y la llevó como un trofeo a la capital dominicana. Su gesto será luego recompensado con el empleo de comandante. 

Sus hijos hicieron luego notorias campañas a favor de la Corona de España. Incluso Isabel II le otorgó al mayor de los varones, Pedro, el título de Marqués de Las Carreras. Y será del hermano gemelo del marqués, Ramón Santana, de quien va a proceder una extensa descendencia, en la que sobresaldrán notorios ciudadanos, destacados tanto en las milicias, como en la docencia, las artes escénicas y en otros campos mercantiles, deportivos y empresariales. Y entre esta diversidad de cargos y ocupaciones, también va a destacar un arzobispo que será luego elevado al cardenalato de la iglesia romana.

Se trata de Monseñor Octavio Antonio Beras Rojas, cuya progenitora, Teresa Armanda Rojas Santana, será la nieta del canario artesano del popular barrio de San José. El purpurado había nacido en la localidad de Santa Lucía de la provincia del Seibo, el 16 de noviembre de 1906, de cuya localidad su padre, Octavio Beras Zorrilla, era el gobernador. Era el mayor de cuatro hermanos. Tras su primera comunión de manos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel, ingresó en el seminario de Santo Tomás de Aquino de Santo Domingo. Luego fue enviado a Roma donde estudió en la Pontificia Universidad Gregoriana.

De vuelta a Santo Domingo

Parece que los aires europeos no le sentaban bien y por motivos de salud, el muchacho decide regresar de nuevo a su país. En Santo Domingo se ordenó sacerdote en agosto de 1933. Tenía 26 años cuando empezó a desarrollar una destacada labor pastoral en la localidad de Santiago de los Caballeros. Luego será trasladado a la capital dominicana.

En Santo Domingo sirvió sucesivamente relevantes cometidos, como el de secretario general de la archidiócesis, director del boletín eclesiástico y de la emisora católica; presidente del tribunal y organizador del sínodo arquidiocesano. También fundó la Federación de la Juventud Católica y fue nombrado canónigo honorario de la catedral metropolitana. Su ascenso a la alta jerarquía eclesiástica le llegó cuando el 2 de mayo de 1945 monseñor Octavio Beras fue nombrado arzobispo coadjutor de Santo Domingo y arzobispo titular de Euchaitae por el Papa Pio XII. La consagración episcopal la va a recibir en agosto siguiente de manos del arzobispo titular de San Cristóbal de La Habana, Manuel Arteaga Betancourt, otro alto clérigo descendiente de canarios y pariente lejano del distinguido diocesano. 

A partir del nuevo cargo, el destacado bisnieto del canario se convierte en el administrador apostólico de Santo Domingo, y su primer cometido internacional lo realizó cuando actuó como secretario general de la Conferencia Episcopal Latinoamericana celebrada en julio de 1955 en Río de Janeiro, Brasil. Al fallecer el arzobispo Ricardo Pittini Oiusi, como titular de Santo Domingo, monseñor Octavio Antonio sucede al difunto, convirtiéndose en el Primado de la República Dominicana, asumiendo también el cargo de Vicario General de aquel país. 

Tenía 26 años cuando empezó a desarrollar una destacada labor pastoral. Posteriormente, su ascenso a la alta jerarquía eclesiástica llegó en 1945.

Nuevamente le llega de Roma un importante encargo. Juan XXIII le invita a ser miembro de la comisión preparatoria del Concilio Vaticano II, que va a celebrarse de 1962 a 1965. El descendiente de isleños será uno de los 120 miembros que integran la comisión. A su término se le distingue con la responsabilidad de presidente de la Conferencia Episcopal Dominicana.

Desde entonces la Santa Sede tiene puesta su mirada en el brillante clérigo americano. El Papa Pablo VI admira su gran preparación y dotes personales y lo eleva al alto rango de Cardenal con la denominación de Presbítero de San Sixto. El pontífice le impone solemnemente en el consistorio del Vaticano, el 24 de mayo de 1975, los atributos del birrete rojo y el anillo del nuevo cargo que tendrá que sustituir al que recibió en el momento de su ordenación sacerdotal.

Miembro ya del Colegio Cardenalicio, Monseñor Octavio Antonio Beras Rojas va a formar parte de los purpurados electores en los cónclaves de agosto y octubre de 1978 que elevaron al trono pontificio a los Papas Juan Pablo I y Juan Pablo II, respectivamente. De regreso a su tierra renunció oficialmente como arzobispo en 1981, después de más de veinte años de servicio a la iglesia dominicana. Y al cumplir los ochenta años en 1986 perdió el derecho de participar en los próximos cónclaves que se tuvieran que convocar para nuevas elecciones pontificias.

Su fallecimiento

Retirado en su querido país, publicó de manera privada páginas que recogían muchos episodios de sus recuerdos a lo largo de su larga vida sacerdotal. Murió este purpurado de orígenes canarios a los 84 años de edad, el 1 de diciembre de 1990, Fue sepultado con todos los honores en la catedral basílica primada y metropolitana de Santa María la Menor de la ciudad colonial de Santo Domingo.

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