Comercios históricos de Las Palmas de Gran Canaria

Losall’s, el bazar atemporal

La tienda comenzó como una librería hasta que fue adquirida por su actual propietaria hace 22 años de su larga vida de medio siglo en el centro de la ciudad

Isabel González prepara el periódico preferido del cliente que entra por la puerta sin necesidad de que este indique su cabecera favorita, así mismo pasa con las cajetillas de tabaco. "Después de 22 años ya conoces a todo el mundo, es como una gran familia", explica. Los clientes le cuentan sus problemas de salud y sus opiniones de la noticia del día, de esta forma el local, siempre ajetreado, se convierte en un espacio de confesiones. El bazar Losall’s en Obispo de Rabadán lleva abierto 52 años, medio siglo en el que se ha convertido en un referente de la zona. Su dueña ha visto a los alumnos del Claret crecer desde que son jóvenes hasta que traen a sus propio hijos, González levanta los hombres y asume que "así es el tiempo". 

El local fue abierto por el matrimonio de José Alberto López y Amelia López. Cuando la pareja quiso jubilarse en el año 2000, González decidió comenzar con el trabajo del que actualmente espera jubilarse. En un principio, la actual dueña de la tienda contaba con el bazar del Yeray pero decidió traspasarse a esta zona con el colegio del Claret a unos pasos. 

González asegura que desde la crisis del 2008 no es lo mismo y los negocios no han "levantado el ala". La Covid-19 fue favorable para el local porque su negocio no tuvo que cerrar durante el confinamiento y muchos padres compraban material escolar en el bazar. Los peores momentos han sido después de que el virus paralizara la economía: "La gente ya no está tan proclive a comprar porque entre los que están en paro y los que vienen del ERTE no es lo mismo". 

Un comienzo lleno de libros

La época dorada, según recuerda González, fue en los años 90. "Cuando estábamos en el Yeray vendíamos 500 cruasanes al día, el chico tenía que venir tres veces durante la mañana", recuerda. "Pensé que no se volvería a repetir en la vida y así ha sido", añade. Antes de adquirir el local, era una librería donde muchas personas compraban colecciones. "Al principio nos llamaban mucho preguntando si era la librería Losall’s porque en las guías telefónicas aún estaba registrado de esa manera", explica. "Fue una época muy bonita, aquí los médicos y abogados compraban sus colecciones", explica González que indica que su anterior dueño José Alberto López siempre recordaba esa época con gran cariño. 

Cuando cambió el local a bazar su dueña decidió proveerlo de todo tipo de mercancía para que todas las necesidades de los clientes estuvieran cubiertas. Sus estanterías están repletas de una gran variedad de productos como comida para resolver un fin de semana, productos de limpieza y papelería. "Lo llamo el minimarket porque tengo unas latitas de atún, el café, especias, lo típico", apunta. Sin olvidar las gominolas, refrigerios, prensa, revistas y pasatiempos infantiles. 

Un hombre entra preguntando por el trompo turboking para el regalo de reyes de su hijo. "Ahora están muy de moda los trompos y estampas del mundial de Qatar", indica González. "Lo de Qatar ha sido muy fuerte me he quedado sin estampas y nadie te trae porque todos se han quedado sin ellas y todo el mundo entra pidiendo estampas", añade.  

"Lo que tienen estos negocios es horario fijo porque la gente valora que sabe que vas a estar abierto. Si hoy cierras un momento o una hora así no va a funcionar nunca", explica González que le dedica muchas horas al bazar y de esta forma ha conocido a mucha gente. "Los niños entran a los tres años, se van a los seis y luego vuelve a los trece que está el colegio de los grandes y de los trece están ahí hasta que terminan el bachiller así que si te los encuentras por ahí te saludan, es como una familia paralela a la tuya pero es maravilloso", señala. 

"Los clientes se preocupan por mí si no estoy y yo me preocupo por ellos si no vienen", asegura. El trato con los clientes es fundamental, el bazar en ocasiones parece un consultorio en el que los clientes desvelan a la mujer cuestiones importantes de su vida. Es el caso de uno de los clientes que ante la preocupación mostrada por González de un hematoma en el brazo le confesó que había sido por una analítica, ya que al día siguiente se operaba. "¿Y no está preocupado?, yo estaría temblando", se sorprende González. "¡Qué va!, esto ya me lo han hecho en otras ocasiones", comenta el cliente que se despide dando las gracias. 

"Han sacado muchas golosinas nuevas como las bolitas azules y rosas, antes no había de lo que hay ahora con ácido, con esto con lo otro. Algunas son clásicas como los pirulí, los bastoncillos, las bolitas de chocolate, las nubes. La gente las sigue comprando. Vienen padres con sus niños a comprarles las chuches porque aquí compraban sus paquetes de papas y sus golosinas, ellos lo quieren repetir con sus hijos", comenta González que indica que algunos incluso han vuelto de la península y traen a sus hijos a los alrededores del colegio para enseñarles sus vivencias.

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