ANÁLISIS

Un ejemplo de la nueva arquitectura

El Mercado del Puerto es producto de una corriente estilística llamada Art Nouveau | Este mes se conmemoran los 190 años del nacimiento de Gustave Eiffel

Imagen del Mercado del Puerto de Las Palmas de Gran Canaria a comienzos del siglo XX.

Imagen del Mercado del Puerto de Las Palmas de Gran Canaria a comienzos del siglo XX.

Pablo Pujadas Álvarez

Conmemoramos en estos días el 190 aniversario del nacimiento de Gustave Eiffel, una figura indiscutible en la ingeniería civil y una autoridad en la construcción de grandes infraestructuras metálicas. La obra de este renombrado ingeniero francés está extendida por todo el mundo. Nosotros tenemos la suerte de contar también en nuestra ciudad con una de sus edificaciones y poder disfrutar de su encanto: el Mercado del Puerto, una joya del siglo XIX de la novedosa, audaz e imparable etapa de arquitectura en hierro, cuya ejecución se debe a la Compañía de Gustave Eiffel. Con seguridad todos conocemos el lugar pero es posible que acostumbrados a pasar junto a él no le hayamos prestado la atención que merece. ¡Qué orgullo llamarlo “nuestro mercado”! (poniendo en el posesivo todo el énfasis).

El edificio fue inaugurado en 1891. La compañía francesa de Eiffel era ya internacionalmente conocida por su Gran Torre de París erigida para la Exposición Universal de 1889, año que además coincidía con el centenario de la Revolución Francesa. A los dos años de dicho evento, los mismos técnicos de la Compañía Eiffel se encargaron de levantar la infraestructura que nos ocupa.

El Mercado del Puerto, con una planta cuadrada de cruz centralizada y una arquitectura en hierro forjado, constituye seguramente el ejemplo más representativo de este tipo de construcción en toda la isla (no olvidemos que el hierro supuso un cambio revolucionario en las técnicas de edificación de la época y que Eiffel fue un verdadero maestro en sacarle todo el partido). 44 columnas de hierro fundido en el exterior y otras 20 en el interior se encargan de soportar el peso del armazón del mercado. Los pilares y las vigas fueron directamente importados desde los talleres belgas que solían abastecer a la Compañía Eiffel y que también proporcionaron el material para la construcción de la Torre Eiffel en la Ciudad de la Luz. La estructura metálica aparece vistosamente ornamentada con el estilo del Art Nouveau de finales del XIX y se complementa con la utilización del vidrio con propósito decorativo en los huecos y en la cubierta. Dos bóvedas que se cruzan dan lugar a las entradas, una en cada lateral, en cuya parte superior se presentan unos frontones de hierro forjado. El techo es a dos aguas y el cobertizo a dos niveles. La obra se culmina con una cúpula octogonal en el exacto centro de la infraestructura donde se cruzan las bóvedas. La simetría y la funcionalidad presiden siempre las características de la obra. Este singular edificio, por su valor arquitectónico e histórico, por su oferta como centro gastronómico, de ocio y compras, y de incuestionable interés turístico, fue merecidamente declarado Bien de Interés Cultural. El atractivo del lugar está además certificado por la considerable afluencia de público al mismo.

Después de este periplo por el Mercado del Puerto intentaremos, por un lado recordar otras creaciones de nuestro personaje, y por otro nos acercaremos a su excepcional figura procurando conocerle mejor como ingeniero, empresario e incluso como persona a través de sus rasgos más sobresalientes.

Gustave nace el 15 de diciembre de 1832 en Dijon. La ocupación laboral de sus padres será responsable de que su infancia transcurra junto a su abuela materna Moneuse. Cursa sus primeros años de formación en el Licée Royal de Dijon. Su tío Jean-Baptiste se vuelca en su educación complementando sus conocimientos en diversas disciplinas. Es un niño tímido, tranquilo y buen compañero. Curiosamente destaca más en las materias literarias que en las científicas. Al terminar el bachillerato no consigue entrar en la Escuela Politécnica y lo tiene que hacer en la École Centrale des Arts et Manufactures que no goza de tanto prestigio como aquella. Es en este centro donde elige la rama de la construcción metálica. Finalmente recibe su título el 13 de agosto de 1855. Al año siguiente conoce a Charles Nepveu, constructor de maquinaria de vapor y material ferroviario, con el cual inicia su carrera laboral con un sueldo de 150 francos mensuales. Hay que subrayar que mantiene con Nepveu un trato de amistad y que gracias a él conseguirá un puesto de ingeniero en la Compañía de Ferrocarriles del Oeste.

De esta etapa es el Puente de Burdeos sobre el Garona. En él utiliza vigas de celosía con paredes a base de cruces de San Andrés. Su longitud es de 500 m y la distancia entre pilares de 73,5 m. La dificultad más importante se localizó en la excavación en seco de los cimientos de los pilares. Se tuvieron que utilizar unos tubos de 3,60 m de diámetro para evitar infiltraciones de agua. Eiffel solo tiene 26 años y ya está dirigiendo una obra de envergadura.

A partir de aquí se sucede el encargo de proyectos y nuestro protagonista empieza a hacerse un nombre en el entorno de los grandes constructores, aunque sus obras más importantes se realizarán con posterioridad. Muy poco después, en su intercambio epistolar con su madre encontramos a un Gustave Eiffel preocupado por su vida personal. ¿Acaso fue Eiffel un hombre tan entregado a su trabajo que olvidó su vida sentimental? Encontramos la respuesta en una carta que por esta época remitió a su madre expresándose en los siguientes términos: “Ya paso de los 30 y no me seduce un futuro tan solitario. Vivo con demasiada ponderación y al margen de los placeres de un hombre joven. Me conformaría con una joven con una dote mediocre, una figura pasable, pero que tuviera un humor estable. Para ser claro: un ama de casa que no me hiciera enfadar y me diera unos hijos hermosos que no se parecieran a mí”. Quince días después, su madre le presenta a María Gaudelet, joven de 17 años con la que se casa en 1862 y con la que tendrá cinco hijos. La vida familiar de nuestro protagonista quedó, sin embargo, en muchas ocasiones, relegada a un segundo plano prevaleciendo sobre ella los temas laborales y de negocios.

Poco después decide hacer Sociedad con Téophile Seyrig el cual dispone de un buen capital. Gustave Eiffel sabe bien con quién debe relacionarse y a menudo lo hace de forma interesada. Sabe hacer favores pero es plenamente consciente de que quizá algún día se los tendrán que devolver. Es este el punto de arranque de jugosos contratos tanto nacionales como para el extranjero. Podemos citar por ejemplo el puente de María Pía sobre el Duero en Oporto de los colaboradores Seyrig (ingeniero), Eiffel (contratista) y Nouguier (coordinador). Con una distancia de 160 m entre los pies del arco, una longitud de 354 m y una altura de 61 m podemos decir que ya es una infraestructura de dimensiones considerables. Su forma de construcción fue por lanzamiento y se llevó a cabo en un tiempo récord de solo 19 meses.

Antes de afrontar algunos proyectos de gran calado, Eiffel decide romper su sociedad con Seyrig y se asocia con Maurice Koechlin.

Esta vertiente empresarial a la que nos estamos refiriendo nos lleva ahora al intento de hacer un somero retrato robot de Eiffel que nos ayude a ir conociendo más y mejor su personalidad. Es un hombre serio y con gran capacidad de trabajo. Le preocupa la rapidez en la entrega de sus obras así como trabajar con costes ajustados para hacerse más competitivo. Consigue una baja incidencia de accidentes laborales en sus obras, lo que también juega a su favor. No es nada dado a la pérdida de tiempo o la diversión. Hombre de mucho amor propio y alta autoestima. Emprendedor y con espíritu empresarial. Dotado de gran imaginación y rigor científico. Bastante arriesgado pero siempre seguro del éxito de sus proyectos. Constante, entusiasta de la obra bien hecha. Firme ante las críticas (por ejemplo de los artistas e intelectuales que firmaron un manifiesto contra la Torre Eiffel). Audaz ante los retos de la ingeniería.

En la otra cara de la moneda podríamos encontrar su afán de protagonismo y desmesurado deseo de éxito, su posición interesada acercándose a personas influyentes para obtener su beneficio, o su postura un tanto egoísta a la hora de sacar provecho personal de las ideas de algunos de sus colaboradores. Por otro lado, aunque era un hombre innovador se le ha achacado que sólo se preocupaba de introducir innovaciones en los proyectos que presentaba a concurso.

La lista de rasgos sería prolija, pero muy propia de un genio. Esta genialidad explica la larga lista de nombramiento, condecoraciones y distinciones que se le otorgaron, y no solo la observamos en la ejecución de sus obra porque también hizo gala de ella para convencer a la sociedad y a la Administración de la viabilidad de sus proyectos defendiéndolos de sus ataques, por ejemplo cuando calificaron a la Torre de 300 metros -como él solía llamarla- tildándola de “inútil y monstruosa”.

Pasemos a otras obras de esta misma etapa con Koechlin, uno de los más fieles ingenieros y colaboradores de Gustave Eiffel. Nos referimos al Viaducto de Garabit. Con él se van superando los logros de obras anteriores: 564,69 m de longitud, 122 m de altura, 165 m de luz. En su construcción se usa la técnica de arco parabólico con vigas de celosía. León Boyer actúa como ingeniero, todos los cálculos corren a cargo de Koechlin y Eiffel es el contratista. También es aportación de Koechlin la innovadora técnica de vigas de cajón caladas para la construcción de los pilares. La técnica, una vez más, es patentada por Eiffel.

También encontramos el nombre de Koechlin asociado al de Eiffel en el proyecto de la estructura metálica de la Estatua de la Libertad. Veamos algunos datos sobre la misma: 229 toneladas de peso, cintura 10,6 m, el brazo de la antorcha 12,8 m, el dedo índice 2,4 m, su altura 46 m. Aun tratándose de una estructura completamente distinta a la de un puente podemos observar que el soporte principal de la estatua es similar al de los pilares de los puentes construidos por Eiffel y más concretamente inspirado en los de Garabit.

En este proyecto que acabamos de comentar se estableció necesariamente una relación entre Eiffel y personas del mundo del arte, concretamente escultores. Aquí surge otra cuestión: ¿Estaba nuestro personaje comprometido con el arte y la estética de sus obras? Encontramos la respuesta en una entrevista que le hace el diario Le Temps el 14 de febrero de 1887 donde Eiffel afirma: “¿No es cierto que las mismas condiciones que proporcionan resistencia también cumplen con las normas secretas de la armonía?” Según esto, para él, hacer construcciones resistentes y durables no debería estar reñido con hacerlas también elegantes.

Seguramente, el Arte debería encontrarse un poco al margen de la utilidad de la obra y de los intereses económicos que la acompañan. Estas condiciones no acaban de cumplirse en nuestro protagonista, porque la funcionalidad, los aspectos tecnológicos y la rentabilidad de la construcción eran aspectos a tener muy en cuenta en su trabajo ya que Eiffel se movía en un círculo empresarial. Sin embargo, la contemplación de las obras nos indica que no podemos desvincular a quienes las diseñaron y construyeron de su preocupación por la estética. Se ha llegado a hablar de un estilo Eiffel cuyas características serían precisamente la elegancia, la finura en los detalles, la ligereza y el dinamismo de la obra, rasgos todos ellos que denotan preocupación estética en el diseño y realización de la misma.

Entre las construcciones que llaman poderosamente la atención por su estética hay que citar de modo incuestionable la gran Torre de Campo de Marte, dotada de un considerable potencial estético a pesar del complejo entramado de hierros que la conforman. No debemos olvidar que aunque lleve ese nombre los diseñadores fueron Maurice Koechlin y Émile Nouguier que trabajaban para Eiffel que fue el constructor. Por tanto, el mérito de Eiffel no estriba en la creación sino en su realización práctica. Por otro lado se hace evidente la habilidad del constructor que bautizando a la Dama de Hierro con su propio nombre consigue inmortalizarse y llevarse la gloria. Con su forma de pirámide cuadrangular se nos presenta como una obra de ingeniería revolucionaria para la época, con sus 7.300 toneladas de estructura metálica, un total de 10.100 toneladas, 18.038 piezas, 2.500.000 remaches, 330 metros de altura (en la actualidad) y 60 toneladas de pintura cada 7 años para su mantenimiento. Para hacer realidad este proyecto fueron necesarios 700 diseños de ingenieros, 3.000 diseños de taller, 40 dibujantes ocupados durante dos años, 140 obreros trabajando en la fábrica y entre 150 y a 300 trabajando en la obra y un ingente número de cálculos. La estructura de vigas en celosía tendrá aquí su máxima expresión. Con esta estructura se intentó transformar la fuerza del viento en fuerzas de compresión para obtener una mayor efectividad en la resistencia al empuje y presión ejercida por el mismo. Otros problemas que hubo que solucionar venían a consecuencia de la dilatación y contracción de los materiales. La unión de las piezas se tenía que hacer con pernos que luego eran sustituidos por remaches colocados con calor para asegurar su perfecta unión gracias a la contracción que se producía al enfriarse.

7 millones de visitantes al año avalan la importancia de esta obra. Esto es en números la Torre a orillas del Sena, pero lo más importante es su valor simbólico como monumento al progreso.

La audacia de este constructor se hace evidente al comprobar que cada proyecto que afronta constituye un reto superior al anterior. Esta audacia le permite hacer frente a la construcción de puentes con arcos de grandes dimensiones de luz inimaginables hasta el momento. Él es consciente de ello y por eso, refiriéndose a la Torre, afirma en una entrevista: “Sostengo que la curvatura de los cuatro bordes exteriores va a dar una gran impresión de fuerza y belleza porque pondrá de manifiesto a los ojos del observador la audacia del diseño en su conjunto”.

No podemos pasar por alto la internacionalidad de su obra: España, Portugal, Hungría, Rumanía Turquía, Polonia, Bélgica, Perú, México, EEUU, Chile, Bolivia, Brasil, Vietnam... albergan sus creaciones y nos dan idea del prestigio internacional que consiguió en el uso del hierro en importantes infraestructuras.

A estas alturas nadie puede negar la pasión del personaje que nos ocupa por la ingeniería, pasión que encuentra su fundamento en el amor a la ciencia y la investigación. A él se deben muchos progresos en el campo de la aeronáutica, la aerodinámica, la meteorología o la telegrafía.

Pero no todo fueron éxitos en la larga carrera de nuestro ingeniero. El 14 de junio de 1891 (curiosamente el mismo año en que se inaugura nuestro Mercado del Puerto) colapsa un puente construido por la compañía de Gustavo Eiffel provocando un gravísimo accidente con un saldo de 74 personas muertas y más de un centenar de heridos. Se trata del Birsbrücke en Munchenstein (Suiza) en la línea ferroviaria entre Basilea y Delémont. El puente era de 1875 y estaba construido con vigas de celosía de hierro forjado de 42 m. Su altura sobre el Birs era de unos 5 m. ¿Tuvo la Compañía Eiffel alguna responsabilidad en el siniestro? Las investigaciones determinaron que las causas se debían a un mal mantenimiento del puente y al pandeo (es decir el cambio repentino de algún elemento estructural bajo carga) en uno de sus puntales. Los estudios posteriores puntualizaron que la fórmula de Euler para pandeo utilizada hasta el momento para calcular las cargas necesitaba ser corregida para las barras delgadas.

Casi por esta misma época, Eiffel participa en el proyecto del Canal de Panamá con la construcción de las esclusas. La mala gestión económica y los sobrecostos de la obra dan como resultado un escándalo de corrupción que le salpica declarándole cómplice de la estafa. Posteriormente es absuelto. Según parece no se le perdonó que fuera uno de los pocos que ganaron dinero y que su contrato empresarial fuera muy ventajoso para él. Este escándalo supuso el final de su carrera como constructor. A partir de esta nefasta y desagradable vivencia decide dedicar el resto de su vida exclusivamente al ámbito de la investigación.

Llegamos así al final de este viaje en el que pretendíamos hacer una parada en nuestro Mercado del Puerto y acercarnos a la figura de Gustave Eiffel y su obra en la conmemoración del 190 aniversario de su nacimiento. Hemos tratado de conocer un poco mejor su perfil como hombre, ingeniero y empresario. Su figura llegó a ser un referente mundial y de su mano nos llegó el triunfo definitivo de la nueva arquitectura.

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