El nuevo rastrillo de la capital: una chaqueta por unos huevos

La iniciativa del rastro solidario en la ciudad promovida por la asociación Vecinal y Solidaria de Arenales vende ropa para abastacer la cesta de la compra de 800 familias

Una americana de Mango luce colgada a la entrada del nuevo rastrillo de Arenales en la calle Matías Padrón, 39. El dinero conseguido con su venta se destinará a un paquete de huevos, un tetrabrik de leche o unos macarrones para donar a las familias vulnerables. La asociación Vecinal y Solidaria de Arenales ha creado desde hace dos meses un rastro con ropa y otros objetos con el objetivo de destinar los fondos a cubrir las necesidades de los 800 hogares que atienden. 

El presidente de la asociación, que lleva seis años en funcionamiento, José Antonio Cardoso, explica que el objetivo del proyecto solidario es ayudar a los vecinos de Las Palmas de Gran Canaria y cumplir con las tres ‘R’, es decir, reciclar, reducir y reutilizar, ante el consumismo de ropa que existe en la actualidad

Todas las prendas se venden a un precio simbólico y son donaciones de vecinos. El principal objetivo de la organización desde sus inicios ha sido la entrega de comida pero también ofrecían ropa a sus beneficiarios, por lo que ahora con el rastrillo cuentan con un método más sencillo para que las personas escojan la ropa que desean y sea de su talla. “Antes cuando la gente nos pedía ropa o mantas lo hacíamos pero no teníamos tanta capacidad como ahora y hacíamos entregas de forma muy directa, ahora en cualquier momento la gente puede venir a buscar su ropa”, comenta Cardoso. 

Para el presidente de la asociación vecinal la apertura del local también favorece al movimiento en el barrio, el cual indica que está afectado por la inseguridad y el descuido: “Estamos colocados en una zona conflictiva que tiene videovigilancia y donde no hay casi comercios abiertos”. 

Con el dinero que recaudaron durante el primer mes y medio de apertura ya consiguieron realizar una compra para los beneficiarios de su asociación como leche, huevos o albóndigas. Si la iniciativa sigue dando sus frutos pretenden ayudar con otros frentes abiertos con los que tienen que lidiar las personas en exclusión social como el pago del alquiler. “Se han terminado los Ertes pero ahora hay pobres con nóminas”, lamenta Cardoso, que añade que en Canarias “tenemos el metro cuadrado de los alquileres muy caro, la cesta de la compra por las nubes y las nóminas en las Islas son bajas”. 

La asociación conoce de primera mano la vulnerabilidad de la sociedad canaria pero a ellos también les afecta en su labor social. La inflación provocada por la guerra entre Ucrania y Rusia ha provocado que la cesta de la compra que pueden ofrecer sea más modesta. “Los huevos cuestan un 60% más caros que el año pasado y estamos contactando con empresas de la península para encontrar alguna que venda la leche más barata porque aquí es imposible”, expone.

“Nosotros no queremos entregar alimentos y siempre estamos deseando que las cifras de beneficiarios bajen pero nos enfrentamos a la realidad”, comenta Cardoso. Para evitar acomodar a las personas a recibir comida asegura que también se preocupan por derivarlos a formación profesional, búsqueda de empleo, clases o a asistencia psicológica en el caso de las mujeres afectadas por violencia de género. Desde su apertura el rastrillo ha abierto de lunes a sábado, incluso en los festivos de Navidad y Reyes donde también organizaron una donación de juguetes para los niños, en la que entregaron 700 regalos. 

La idea llevaba rondando desde hacía dos años pero con la llegada de la pandemia la aplazaron. Lo que más costó fue encontrar un local, el presidente de la asociación explica que el alquiler del local está siendo un gasto extra que han tenido que afrontar, ya que no han conseguido financiación. “Solicitamos un establecimiento pero son tantas las trabas que te ponen para conseguir un local social que prácticamente ha sido imposible”, indica Cardoso. 

“Por parte del Ayuntamiento nunca hemos tenido apoyo porque tiene una política que nosotros no consideramos que sea consecuente”, expresa el presidente de la asociación que ahonda sobre la dificultad de solucionar los problemas cuando la burocracia choca con la urgencia de ciertas necesidades. “Cuando los vecinos tienen un problema llaman a un teléfono que es muy impersonal y no saben cuándo se solucionará su problema, en cambio, nosotros somos más rápidos, sobre todo con el problema del hambre y de la exclusión social”, resume. 

Es el caso de Judith María Delgado, que llegó de Cuba hace unos meses y aún sin papeles le pareció abrumador encontrar la forma de legalizar su situación. “Cuando llegas te sientes perdido y es importante tener a alguien al lado que te explique cómo funcionan las administraciones”, opina Delgado que además de beneficiaria se ha convertido en voluntaria. 

En un principio tenían planteados más proyectos para el espacio del rastrillo pero se les ha quedado pequeño y ante la oleada de donaciones que han recibido han copado el espacio con pantalones, zapatos, chaquetas, camisetas e incluso algunos juegos de mesa y mascarillas. Para acompañar a las personas de la tercera edad querían plantear talleres destinados a este colectivo además de reparaciones y montaje de muebles pero comenta Cardoso que tendrán que buscar otro local para este fin.

Mientras, los zapatos, pantalones y camisas seguirán esperando a ser nuevamente desfilados por las calles como acto de solidaridad pero también de coquetería.

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