PATRIMONIO

El búnker habitado

Los nidos de ametralladoras de El Confital son invadidos y convertidos en chabolas por varios okupas | Los vecinos critican el abandono por parte del Cabildo

El búnker 'okupado' en El Confital

José Carlos Guerra

El marinero gallego Vicente Alonso ha tomado el búnquer situado en el promontorio de La Punta de El Confital y lo ha convertido en una chabola, con cocina, palomas, gallinas y hasta una placa solar. Las otras instalaciones defensivas situadas en las inmediaciones han corrido la misma suerte, mientras los vecinos de La Isleta comienzan a movilizarse para exigir al Cabildo de Gran Canaria que tome cartas en el asunto.

Fueron construidos entre 1941 y 1942 para defender las islas contra hipotéticos ataques de las fuerzas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial. Después pasaron a ser usados por pescadores de La Isleta como cuartos para guardar las redes y también guardaron hamacas y artefactos para gozar de un día de playa o marisqueo.

Son los búnkeres de La Punta de El Confital, cuyo abandono, pese al importante valor histórico que atesoran, ha propiciado que hayan sido ocupados por personas y transformados en verdaderas chabolas. Todos ellos están dentro del supuesto Paisaje Protegido de La Isleta.

Un 'okupa' se establece en un búnker en El Confital

Un 'okupa' se establece en un búnker en El Confital / José Carlos Guerra

«Qué te metes don Quijote p’a flipar con los molinos, los ojos como el coyote cuando ve al correcaminos», la música y la letra de Un buen castigo de Fito & Fitipaldis se cuela por el transistor de Vicente Alonso Viñas, en medio de la ventolera, mientras este mira el mar, sentado en su hamaca a la puerta del búnker del peñón de La Punta. «Tiene dos camas. Es como un apartamento», presume mientras afirma que vive allí hace más de seis años. Los isleteros que conocen El Confital sostienen sin embargo que como mucho llevará dos años.

La estructura militar , que antes pasaba desapercibida porque fue construida para camuflarse en el paisaje, se puede divisar ahora desde la plaza de Pepe El Limpiabotas o incluso desde Las Canteras.

Vicente lo ha encalado, le ha abierto ventanas, ha recubierto la estructura hormigonada con tablones de maderas blancas y plásticos y hasta ha instalado una placa solar con las que alimenta un pequeño generador. En el interior, dos camas se reparten el exiguo espacio con la cocina. Fuera se pasean la gallinas y las palomas. Hasta hace unos meses correteaba por allí Boby, pero el perro murió en diciembre -asegura que lo envenenaron- y lo tiene enterrado a pocos metros. A su lado crece una tunera plantada por él, que también ha creado un huerto donde intenta cultivar pimientos de padrón, aunque asegura que la última incursión de las cigarras acabaron con todo.

Vicente sostiene que vive allí desde que murió su mujer a la espera de la paga de jubilación.

«Con la ayuda de 350 euros no puedo hacer otra cosa. Un día vine a pescar y me dije: quiero mirar cielo, tranquilidad y mar, que es lo mío, porque yo soy mecánico naval. Y me dije, pues aquí me quedo mirando el cielo, la mar y la montaña. Aquí nadie me molesta», explica, mientras cuenta que ha recorrido medio mundo. «Yo he llegado hasta Isla Margarita. Tengo más de medio mundo andado; he llegado a Colombia, Brasil, Argentina, Holanda, Francia, Italia... Estoy más quemado que las maracas de Machín». 

A la derecha de la casamata en la que vive Vicente hay otros dos búnkeres interconectados con un túnel, pertenecientes en su momento al sistema antiaéreo de la isla, que también han sido ocupados. Otro cuarto nido de ametralladoras, situado en la zona, se encuentra también ocupado. Allí vive Salvador, un canario de 71 años, desde hace dos años, asegura. En la zona insisten en que las que viven allí son dos mujeres.

En cualquier caso, el pasado jueves echó con cajas destempladas a una pareja de turistas ucranianos que querían aprovechar el soco de la entrada del búnker para hacer un asadero. «¿Aquí no se respeta nada? ¿Quién les ha dado permiso para entrar aquí?», les increpó Salvador cuando llegó y se los encontró. A los extranjeros, con ojos como platos y sin entender nada,  recogieron los bártulos y se largaron.

La ocupación de los búnkeres está generando un movimiento vecinal en La Isleta para exigir al Cabildo de Gran Canaria que cumpla con su obligación y proteja tanto las estructuras militares como el espacio protegido en el que se hallan.

Uno de los miembros de ese colectivo en vías de creación es Juan Manuel Rodríguez, que es guía voluntario de los senderos por El Confital para mayores que organiza el Ayuntamiento capitalino.

Desidia

Rodríguez critica la actitud agresiva de uno de los okupas que intentó impedirle el paso cuando intentaba mostrar la zona a los excursionistas. «En la zona circula el rumor de que los búnkeres están siendo alquilados», señala Rodríguez, quien critica la «desidia de los responsables» del Cabildo, cuya función como gestores del espacio protegido «deja mucho que desear».

Sostiene que ese abandono por parte de la institución ha propiciado que El Confital «se haya llenado de casetas de migrantes magrebíes, autocaravanas y chabolas. Dicen que no pueden hacer nada, pero es mentira. Sí que pueden». Critica, entre los atentados de la zona, el cometido en el pequeño acceso de piedra desde el Charco de los Chochos hasta el peñón donde está uno de los búnkeres. «Era una especie de paso que hizo la erosión y lo ha rehecho con cemento cargándose el patrimonio geológico y ese daño se está haciendo dentro de un espacio natural protegido, que gestiona el Cabildo», advierte.

En 2014 fue precisamente la intervención vecinal la que impidió que la Demarcación de Costas tapiara dos búnkeres para impedir que entrara la gente. Antes de que la obra fuera paralizada por la unidad de Patrimonio Histórico del Cabildo, los tractores arrancaron materiales del techo para tapiar la entrada y destrozó la rampa empedrada de acceso.

Un 'okupa' se establece en un búnker en El Confital

Un 'okupa' se establece en un búnker en El Confital / José Carlos Guerra

Artemi Alejandro, arqueólogo experto en arqueología del conflicto, recuerda aquel episodio en el que lo único positivo que aprecia fue «la reacción que tuvo la ciudadanía.

Es triste ver cómo los ciudadanos reconocen antes el valor de esos espacios que las propias administraciones encargadas de su protección y defensa». Alejandro rememora que hace casi diez años se hizo un cerramiento de aquellos dos búnkeres ahora asaltados.

«Colocamos una puerta antirobo, que duró un año y medio», añade, pero cuando la gente se dio cuenta de que no había nadie desde la administración pendiente de aquello, se cargaron la puerta y entraron. 

Advierte que la ocupación de la casa mata del islote de La Punta «está siendo muy dura. La ha pintado y ha modificado las entradas. Ha picado, ha roto ventanas, ha abierto huecos y está modificando la estructura», por no hablar del impacto en el paisaje. El arqueólogo lamenta la falta de interés por la protección y puesta en valor del patrimonio defensivo en esta isla.

«En Tenerife ya se está estudiando incorporarlos a la trama turística, mientras que en Gran Canaria no se les pasa por la cabeza y es una lástima», considera. Recuerda que se levantaron durante la IIGuerra Mundial, la época en la que se «realizó la mayor inversión militar de la historia en Canarias, lo que refleja que Franco estaba loco por entrar en la guerra. Estas estructuras defensivas tienen un valor histórico muy potente porque reflejan que Canarias formaba parte de los planes y estrategias militares de la época», resalta el experto, quien remarca además la vinculación de la sociedad con estas construcciones, que se han vuelto elementos identitarios de muchas zonas. Indica que Defensa cedió todos los búnkeres en los años 60, salvo los que están en la zona militar. Los que están ocupados forman parte de un conjunto de ocho que están desplegados a lo largo de la costa de El Confital.

Un 'okupa' se establece en un búnker en El Confital

Un 'okupa' se establece en un búnker en El Confital / José Carlos Guerra

Por su parte, Xabi Velasco, inspector de Patrimonio Histórico del Cabildo de Gran Canaria, sostiene que «es Costas la que tiene que denunciar ante el juez y este ordenar el desalojo».

Subraya que el Cabildo incluyó los búnkeres por primera vez en el plan de mantenimiento de yacimientos arqueológicos y sitio etnográficos que está en vigor. «Se hicieron algunos trabajos de limpieza, pero cuando se ocuparon hubo cierta tensión y decidimos no acudir mientras no hubiera seguridad para la gente de mantenimiento», afirma.

 Reconoce que «son elementos del patrimonio canario de indudable interés histórico, aunque son difíciles de categorizar. Ahora mismo estamos trabajando para hacer un inventario de todos los que quedan en Gran Canaria para garantizar su conservación y protección».

Respecto a los efectos de la ocupación, considera que «las estructuras son tan masivas que difícilmente se pueden alterar de forma irreversible. Lo peor de todo esto es que se desfigura un elemento de interés histórico y no permite que cualquier persona pueda contemplarlo o disfrutarlo». 

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