Los bloques de Tamaraceite, un cajón lleno de historia

Comienza la demolición de los últimos bloques de Tamaraceite y con ello, muchos relatos de sus gentes se enterrarán | Familias pobres de la ciudad vivieron en unidad

Los Bloques en los años 80, en primer plano el campo de Hoya Ayala que era un estanque

Los Bloques en los años 80, en primer plano el campo de Hoya Ayala que era un estanque / LP/DLP

Esteban Gabriel Santana Cabrera

Esteban Gabriel Santana Cabrera

Dice Gabriel García Márquez: «La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado». Y quizás no le falte razón, o no. Ha comenzado el derribo de los últimos bloques de Tamaraceite. En pocos meses, con ellos se enterrarán cientos de historias bonitas que hicieron grande a su gente. Pero vamos a conocer un poquito de su historia y cómo llegaron allí. Las viviendas del patronato Francisco Franco en Tamaraceite, conocidas como Los Bloques de Tamaraceite fueron construidos hace ya la friolera de 58 años. La Administración de entonces para paliar las necesidades del momento creó el Patronato Francisco Franco y se construyeron bloques de viviendas de apenas 40 metros cuadrados y cuatro plantas de altura. El Patronato Benéfico de la Construcción Francisco Franco, como así se llamaba, se constituye en Las Palmas de Gran Canaria en 1950 sin fines de lucro, con el objeto de construir, adquirir, adjudicar y administrar viviendas para la cesión en propiedad, en amortización o en arrendamiento a los adjudicatarios de las mismas, en la provincia de Las Palmas.

Desde el año 1993, el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria asumió la titularidad de la Comisión Liquidadora del Patronato, con el objeto de desarrollar Proyectos de Rehabilitación y Reposición de sus viviendas y con el fin último de la entrega de escrituras de propiedad a sus titulares, pues una vez cumplidos sus objetivos fundacionales el Patronato debía extinguirse. 

De izquierda a derecha, Marina, Armando, Yoli, Clary y Mario, en la azotea de un bloque de la calle San Juan de Ávila

De izquierda a derecha, Marina, Armando, Yoli, Clary y Mario, en la azotea de un bloque de la calle San Juan de Ávila / LP/DLP

En Tamaraceite, las viviendas del Patronato iban a ser destinadas para la gente más humilde del pueblo, ya que el solar donde se construyeron había sido donado para ese fin por Don Adán del Castillo, pero al final se ofertan a personas del resto de la ciudad, funcionarios de Correos, excombatientes y Policía Armada. La gente de Tamaraceite se movilizó ante tal acontecimiento, no porque no quisieran que viniera gente de fuera, sino porque la condición de la donación de los terrenos no se había respetado. Un grupo de vecinos fue a hablar con el Gobernador Civil, y como siempre Tamaraceite ha sido un pueblo solidario con la ciudad, se permitió que el 50% de las viviendas fuera para la gente de otros barrios y el resto para los pobres de Tamaraceite, funcionarios y familias numerosas. Posteriormente, años más tarde, se construyó una nueva promoción de 50 viviendas a la que llamábamos Los Bloques nuevos, pero con las mismas características de las anteriores.

El sambenito de la delincuencia

Muchas familias humildes y trabajadoras poblaron estas viviendas. De Tamaraceite y de fuera. Algunas vinieron de las Cuevas de Mata pero también de San Cristóbal y de otros lugares de la ciudad. Desgraciadamente, siempre tuvieron el sambenito pegado de las drogas y la delincuencia, que las había, pero como las había en la Montañeta o en otros barrios del distrito. Pagaban justos por pecadores. Era gente muy unida. Me viene al recuerdo Don Antonio Gálvez, cuando se bajaba de la guagua vestido de gris e iba para su casa. A los chiquillos nos impresionaba por su altura y su atuendo policial, pero era la bondad personificada. O También la de Juanito el cartero, que tenía un ciclomotor con sidecar que era la delicia para la visión de los más pequeños. 

Me cuenta Armando Hernández que en los Bloques se organizaban campeonatos de fútbol entre calles y que jugaban contra otros equipos de La Montañeta. El campo estaba enfrente de los Bloques, en la calle San Juan de Ávila, en lo que se llamaba Hoya Ayala, donde también se organizaban fantásticos torneos de fútbol femenino. Las casas eran tan pequeñas que, me cuenta Armando, un día vino el fotógrafo a realizar la foto de carné de familia numerosa y tuvieron que rodar los muebles de la casa para que salieran todos. La vivienda tenía poco menos de 40 metros cuadrados y los que podían ampliaban al balcón la cocina porque no había espacio. Había que tener mucho ingenio para poder vivir, en un espacio tan pequeño, familias numerosas a las que en ocasiones se les sumaban los abuelos e incluso algún otro familiar.

La imagen de San Antonio Abad recorre las calles de los bloques del patronato, en una imagen sin fechar

La imagen de San Antonio Abad recorre las calles de los bloques del patronato, en una imagen sin fechar / LP/DLP

Ahora que veo caer estos grandes edificios, que siempre han estado ahí para mí, me vienen a la cabeza muchos nombres de personas grandes, como Ricardo (que en paz descanse), de mi misma promoción del instituto, que a pesar de sus dificultades económicas logró finalizar su carrera de Derecho y ejercerla. La familia de Pepe Jesús el panadero, que logró sacar a sus cuatro hijos adelante y darles carreras, dos médicos y dos profesoras. Rubén, el más pequeño de una familia de ocho hermanos, y que fue capaz de donar un riñón por uno de sus amigos. O la familia Brito Delgado, con el patriarca Paquito el del Renault -le decían así porque trabajaba en la Casa Renault- y Gloria, su mujer, y un «ganado de hijos», que preparaba año tras año la llegada de San Antonio Abad a la plaza de San Jorge. O Miguel Ángel Ramírez, el actual presidente de la UD Las Palmas, que cada vez que habla de dónde nació, se muestra orgulloso de sus raíces. Había personas con mucho carisma como Pinito, que ponía las inyecciones a los que se lo pedían sin cobrar nada. De Los Bloques salieron jugadores que jugaron en el equipo amarillo como Carmelo o Alexis II, conocido por nosotros como Alexis el peluca. Pero muchos de los chiquillos y jóvenes engrosaron las filas del Tamaraceite como Castillo, Ramón, Sevilla, Jacobo, Jordi, Juan Carlos, Inmoban, Mahugo, Marrero y tantos otros que tendríamos que dedicar un espacio al completo dedicado al fútbol.

Historias de superación

Porque en esas pequeñas viviendas se vivían penurias, pero también historias preciosas de superación. Como la de mi amigo Benjamín (que en paz descanse), un niño de familia numerosa, con una madre enferma y un padre ingresado permanentemente. De pequeño, es internado en el Orfanato San Antonio donde estuvo hasta los 14 años. Sale de allí para incorporarse un año en el colegio e, inmediatamente, dejarlo para ponerse a trabajar y poder ayudar en casa. Limpiar palomares, descargar camiones, carpintero, peón de la construcción o ayudante de supermercado fueron algunos de sus empleos, de los que por supuesto no cobraba una nómina, sino que vivía de la buena voluntad de los que lo «contrataban». Víctima del engaño de más de un desaprensivo, mi amigo Benjamín compaginaba su trabajo con los cuidados de su madre enferma. Siempre buscaba un hueco para sus dos aficiones, jugar al fútbol y ver la tele. Recuerdo aquellas tardes de fútbol en el Adán del Castillo, sus regates, y su inteligencia moviendo el balón. ¡Cómo respetábamos a Benjamín!

A veces, el nacer en «buenas familias» no da lo que es más importante de esta vida: ser «buena persona» y tener los corazones grandes

A pesar de su situación económica y personal, siempre tenía tiempo para los demás, para echar un cabo en lo que podía a los que lo necesitaban más que él, que desgraciadamente «haberlos hailos». A mi madre le ayudó mucho en el bazar. Llegaba por las noches después de una dura jornada lavando coches, descargando camiones, en una carpintería, o en lo que fuera, y siempre tenía tiempo para ayudar. ¡Y siempre sonriendo! Mi amigo Benjamín fue un ejemplo de constancia y perseverancia. Ya cumplida la veintena, tuve la oportunidad de prepararlo para sacar el graduado escolar, que lo obtuvo con mucho esfuerzo y dedicación. De buen corazón, y sobre todo de mucha generosidad, consiguió un trabajo fijo, en la Pescadería de Andrés, y donde se le valoraba por lo mucho que valía. Era la sonrisa y la alegría de la tienda y eso lo puede refrendar cualquiera. Por todo esto, fue reconocido como Premio Radio Tamaraceite a los valores y a la superación en el año 2005.

A veces, el nacer en «buenas familias» no da lo importante de esta vida que es ser «buena persona», con corazones grandes como los de Benjamín y otros tantos de Los Bloques, y que para mí, como bien le decía a Benjamín en muchas ocasiones, tiene el cielo ganado en el sentido amplio de la palabra.

Con la caída de Los Bloques, enterramos muchas historias bonitas, que merecen ser recordadas y quizás algún día, alguien rescate del olvido.

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