Comercios históricos de Las Palmas de Gran Canaria

La tienda que detiene el tiempo

Lantigua lleva más de 85 años surtiendo a los grancanarios con sus productos de perfumería, mercería, juguetería, papelería, golosinas y artículos de limpieza

Desde hace más de 85 años Lantigua vende los mismos productos, abre a la misma hora y permanece como una máquina del tiempo al pasado. Jesús Colina es la tercera generación y el único de la familia que ha seguido con el negocio que fundó su abuelo, Miguel Lantigua.

En el Mercado de Vegueta el empresario comenzó con un modesto puestito en el que vendía tres o cuatro cosas, pero ante el éxito que tuvo comenzó a prosperar y se trasladó a un local en Lentini. “Después montó la tienda que está al lado del Teatro Pérez Galdós que es la de toda la vida porque estuvimos ahí como 80 años y después también se fundó una en la calle Pérez del Toro, pero se cerró con los años y se montó la otra que estaba en la calle Barcelona”, enumera el nieto. Actualmente la única que ha pervivido al paso del tiempo ha sido la suya, que hace cinco años se mudaron a Francisco Gourié, 36, donde se encuentra actualmente. 

Tuvieron que cambiar del local por la ejecución de un desahucio ordenado por una prima, la hija de su tía, la dueña del anterior local. “Las herencias son así”, comenta. De la mudanza del antiguo local se quedaron con los mostradores originales que Colina calcula que pueden tener un centenar de años.

La tienda tiene de todo; mercería, papelería, artículos de juguete, gominolas, perfumería y artículos de limpieza. Aunque la amplia oferta es una de sus características, la mercería es su punto fuerte.  

Cuando era joven Jesús Colina nunca se imaginó que terminaría heredando el negocio familiar. Empezó ayudando a su familia hace 25 años y terminó siendo el único que mantiene el comercio. En el futuro no sabe si sus hijas querrán convertirse en la cuarta generación porque ya están estudiando otras carreras y Colina espera que sigan ese camino porque regentar una tienda es un trabajo “de mucha dedicación”. “Yo tengo que reconocer que no era buen estudiante”, confiesa divertido.  

Las grandes superficies y supermercados han mermado las ventas y la pandemia fue un golpe para su economía

Desde sus inicios fue un comercio que involucró a toda la familia. Como todos los negocios Miguel Lantigua comenzó con pocos medios que no eran los suficientes para contratar más manos, por lo que sacó a sus hijas del colegio para que colaboraran. La madre de Jesús Colina comenzó a trabajar desde los 11 años y hasta hace poco que se jubiló, nunca paró. “Al principio fue duro, pero luego tuvieron su recompensa”, opina Colina. Cuando el negocio comenzó a dar sus frutos pudieron contratar empleados y vivir de forma más holgada. 

Criarse entre cajas

“Muchos nos criamos en una caja dentro de una tienda sentados porque nuestros padres trabajaban mañana y tarde”, recuerda Colina que comenta que sus primos se han dedicado a otras profesiones. Al morir Miguel Lantigua las cuatro hijas fueron las que perpetuaron el negocio, pero muchas se fueron jubilando y la última fue la madre del actual dueño que le cedió el negocio a su hijo.

“Todo giraba entorno a mis abuelos, los fundadores”, comenta Colina que rememora las tardes en las que todos los empleados paraban a almorzar, junto a la familia, en la casa de Miguel Lantigua. Podían juntarse 50 personas en las comidas. “En Navidades mi abuelo nos dejaba a todos los primos la llave de los almacenes para que cogiéramos los que quisiéramos”, rememora ilusionado. 

A pesar de que la mercancía sigue siendo la misma y poco ha cambiado de puertas para adentro, la situación social se ha transformado radicalmente. “Antes se vendía mucho en los pueblos y ahora ha cambiado porque hay muchas grandes superficies, pero antiguamente toda la gente del campo venía a comprar aquí”, comenta. Los supermercados han mellado las ventas, “antes se repartía el pastel entre tres o cuatro y ahora entre 1.000”. Colina considera que la tienda se ha mantenido gracias a la clientela fija, que “desde pequeños han comprado en la Antigua”. 

La pandemia también fue un varapalo porque no facturaron durante meses. Sin embargo tras la apertura del confinamiento subieron mucho las ventas durante unos meses porque la gente reponía el stock de hilos y material de costura que no habían podido comprar. Gracias a eso estabilizaron las ventas, pero el miedo de experimentar otra recesión económica sigue ahí. “Con la guerra y el virus sabemos que hoy abrimos y mañana no se sabe, mientras podamos subsistir, comer y pagar de resto es buena señal”, expresa. Ha sido una época dura también para los clientes que el dueño nota que están más crispados: “Todo el mundo está enfadado, no sé si es la pandemia o la economía, pero ha hecho mucho daño”.

Mantienen productos de toda la vida, que muchos clientes no encuentran en otras tiendas con estanterías abastecidas de artículos más novedosos. Es el ejemplo de los desodorantes Old Spice, las hojillas Astra, Bella Aurora Skin Solution o el jabón lagarto. Una clienta entra para pedir leche de pepino, muy buena para la piel. Y unos minutos después otras dos para llevarse hilo blanco. Una sucesión de personas llega a Lantigua para comprar lo de siempre.

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