Semana Santa

El Confital acoge a los senderistas que huyen de la ajetreada capital en Semana Santa

Con motivo del festivo del Jueves Santo el paseo la costa de La Isleta se llena de senderistas que quieren despejarse de la ajetreada vida de Las Palmas de Gran Canaria

El Confital se convierte en uno de los enclaves favoritos para los senderistas durante los fines de semana y festivos como el Jueves Santo. Los paseantes escogen el lugar costero para evadirse del ajetreo de la ciudad y encontrarse con la naturaleza. Los perros también son muy frecuentes en el paseo y disfrutan con sus dueños de juegos con la pelota y caminatas. «Esto es un paraíso», resume uno de los senderistas.

"Esto es un paraíso", comenta Octavio Jiménez tras su caminata en El Confital. El tiempo aprieta en la atareada vida de los palmenses que acuden al trabajo, realizan sus quehaceres diarios y dejan más bien poco tiempo para el contacto con la naturaleza. Los fines de semana y festivos, como el Jueves Santo, son el momento perfecto para dejar atrás la ciudad de asfalto y coches para sumirse en un paisaje extranjero a cualquier metrópoli. A tan solo diez minutos de Las Palmas de Gran Canaria, la costa de La Isleta aguarda como el espacio de tranquilidad y paz que muchos paseantes buscan.

Las razones para calzarse las zapatillas de deporte son varias entre los senderistas, pero encuentran un punto en común: evadirse del mundo. Dey Aristi tiene un compromiso con su mujer, que solía pasear por el enclave. Tras su fallecimiento el hombre continúa con la tradición junto a su amigo y compañero de trabajo Tony López. "Es un sitio súper tranquilo, hablas, caminas y nos descargamos", comenta Aristi. "Así aprovecho y le insisto en que tiene que rehacer su vida y que se compre un perro para que lo pasee por aquí y hable con las mujeres", añade López. Ambos viven en La Isleta aunque nacieron en Andalucía y el País Vasco y van asiduamente todos los domingos y festivos a recorrer siete kilómetros en los que los temas de conversación son infinitos.

«Es un sitio tranquilo, hablas, caminas y nos descargamos», comenta uno de los paseantes

Desde el sureste llegaron Fátima Ramírez y Juan González para despejar la mente con el sonido de las olas del mar rompiendo en una costa salvaje. Es la primera vez que Ramírez observa los amplios parajes, las altas colinas, la costa cambiante entre arena y piedra volcánica y una tierra salpicada por vegetación endémica costera, que luce a un sol, no muy picón, de abril. Caminaron desde el Auditorio Alfredo Kraus y a la hora de volver hacían sus apuestas para adivinar cuántos kilómetros caminarían. Lo mejor del encuentro es para ellos la charla: "Esto es terapia y gratis, con nosotros los psicólogos se quedan en bancarrota". Aunque es la primera vez que Ramírez hace un sendero en la costa es habitual que haga pateos por el monte, el cambio de aires, asegura que le ha encantado y repetirá.

Fátima Ramírez y Juan González caminan por El Confital para regresar al Auditorio Alfredo Kraus.

Fátima Ramírez y Juan González caminan por El Confital para regresar al Auditorio Alfredo Kraus. / ANDRES CRUZ

También quisieron adentrarse en otros paisajes el matrimonio de Anita y Gôran Holmlund del norte de Suiza. En su residencia habitual tienen como rutina dar paseos por su verde granja y ese es el secreto de mantenerse en forma a la edad de 79 y 80 años, como desvelan. No quisieron perder el hábito ni en vacaciones, por lo que se echaron a andar desde el Hotel Cristina en el tercer día de los siete que pasarán en sus vacaciones en Gran Canaria, a la que han venido para estar cerca de la playa.

Los perros también aprovechan para disfrutar de juegos y corretear junto a sus dueños en el paseo

"Es el único sitio de la capital que te da tranquilidad, el sonido de las olas y el aire es increíble", destaca Octavio Jiménez. Para el paseante Las Canteras se ha "masificado demasiado" y ya no disfruta de andar por la playa como antes, como cuando iba a La Cícer en su etapa de juventud porque en la zona "no había nada". En su agenda es difícil reservar un momento en el que poder visitar en el paraje costero, así que desde que tiene un día libre se escapa y espera que cuando se jubile esta sea como su "segunda casa". Aunque en cierta forma ya lo es, cuando deja atrás la plaza de Pepe el Limpiabotas el tiempo se para y se sienta a observar el divertido caminar de los correlimos y la vida que emerge en los charcos y rincones.

Alberto Medina tiene un terremoto en casa, su perrita de cinco meses, Lía tiene la actividad de un huracán y la lleva de sendero para desfogarla y que gaste energías. "Cuando regresamos del paseo se queda tirada del cansancio", explica. Le acompañan sus dos hijos pequeños, que cuidan de la cachorra, que camina de aquí para allá con el júbilo de desprenderse de la correa y explorar libremente un lugar desconocido. "Venimos a soltarla para que no moleste a otros animales y personas", comenta. La familia vive en La Isleta, por lo que Medina suele correr por la zona, pero nunca había llevado a sus hijos y mascota con él, por lo que aprovechó la festividad. "Estás a diez minutos de la ciudad, pero no lo parece", añade.

Los suizos Anita y Gôran Holmlund durante su paseo.

Los suizos Anita y Gôran Holmlund durante su paseo. / ANDRES CRUZ

El dueño de la perra Bruma, de dos años, pasea como mínimo tres o cuatro veces en semana por El Confital. "Es donde mejor se viene a correr con el perro y no hay interferencias", opina mientras saluda a otras senderistas. Después de acudir frecuentemente conoce ya a bastantes personas que también son asiduas a las caminatas perrunas. Pasan por lo menos una hora y media caminando o corriendo. "Haces deporte y desconectas", resume el paseante.

Entre la manta de barrilla que colorea el paisaje de rojo caminan sin cesar, grancanarios, isleteros y guiris en un paseo lleno de conversaciones indistintas, ladridos de felicidad y reflexiones en soledad que nada más pueden generar un espacio alejado del ruido de la ciudad como la costa de El Confital.

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