La milla náutica que todos quieren usar

Un laberinto de normas y de costumbres regula la convivencia de los buques mercantes con los barcos deportivos, veleros, regatistas y piragüistas en la bahía

La milla náutica que todos quieren usar

La milla náutica que todos quieren usar / M. Reyes

El kilómetro y medio de agua que se extiende desde la Estación de San Telmo a la entrada del Puerto de Las Palmas está entre los más disputados de España. Así lo acredita el trajín comercial del recinto portuario, que es de los más importantes, y el Muelle Deportivo, que está situado en la misma bocana y es una de las marinas nacionales más grandes en cuanto a número de atraques.

Un espacio a los pies de la bahía de Las Palmas de Gran Canaria con triple uso: mercantil, de ocio o esparcimiento y deportivo. Por eso todos quieren disfrutar de esa privilegiada milla náutica: no solo empresarios y patrones de embarcaciones menores, sino también veleros, piragüistas y regatistas, cuyas federaciones disponen de espacios reservados para sus actividades acuáticas.

La confluencia de esos intereses no es fácil y genera tensiones, como la que se vivió en Semana Santa, cuando Capitanía Marítima prohibió el fondeo en la dársena interior para evitar situaciones de peligro a la entrada y salida del Puerto de Las Palmas.

La medida, que fue solo temporal, causó, por inédita, un gran revuelo entre buzos, consignatarios y provisionistas de buques, que protestaron ante la imposibilidad de poder trabajar con los barcos en las zonas de abrigo.

La decisión de Capitanía Marítima, que está obligada a velar por la seguridad, motivó la intervención de la Autoridad Portuaria de Las Palmas (APLP), que se comprometió a movilizar a sus patrones y policías para reforzar la vigilancia en el canal de acceso principal al Puerto, con la finalidad de que las embarcaciones del Muelle Deportivo no interfieran en la trayectoria de los buques mercantes y perjudiquen el tráfico comercial.

Tampoco piragüistas y regatistas, que tienen tres áreas habilitadas para sus actividades náuticas: en la playa de Alcaravaneras, a la salida de la dársena de las embarcaciones menores o Muelle Deportivo, y la última área más al Sur, casi a la altura de donde empieza el canal de entrada y salida al Puerto de Las Palmas. De ahí que puedan surgir incidentes si no se respetan las normas de navegación, tanto las recogidas en el Reglamento Internacional para Prevenir los Abordajes (Ripa), como las aprobadas por la Autoridad Portuaria para regular y controlar el tráfico en las zonas de servicio del Puerto de La Luz.

Esas reglas internas son de 1995, pero desde entonces han ido aumentado los tráficos comerciales de manera exponencial, como ocurre con los contenedores al establecerse MSC en la terminal de Opcsa, o con Fred. Olsen al comenzar a operar con sus catamaranes desde el Muelle Grande, o con los cruceros al potenciarse este tipo de turismo en el Muelle de Santa Catalina.

La fisonomía del mismo puerto, además, ha cambiado, con importantes ampliaciones en sus diques exteriores, como la del Reina Sofía, hecha para captar el tráfico de plataformas y de buques perforadores, o la de La Esfinge, luego bautizado Muelle Nelson Mandela, donde trabaja Naviera Armas y está previsto todo el desarrollo de la energía eólica offshore, entre otras industrias. De ahí que todos estos tráficos comerciales choquen con el uso deportivo y recreativo de la bahía, que también se ha disparado.

El Muelle Deportivo, en ese sentido, tiene 1.375 atraques para embarcaciones de hasta 50 metros, de los que 828 están ocupados por barcos menores, con una lista de espera que se acerca al centenar de solicitudes. Existe, incluso, un proyecto para doblar los amarres y el espacio, una obra de ampliación que la Autoridad Portuaria espera ejecutar en los próximos años.

La convivencia, por tanto, no es fácil. La Asociación de Navegantes de Recreo (Anavre) ha rechazado esta semana que la Policía Portuaria aumente el control y la vigilancia en la dársena de embarcaciones menores, pues considera que ese es el paso previo para sancionar a sus asociados si surgen incidentes en el canal de acceso al Puerto, rechazando de plano el «abordaje para decirles cómo tienen que navegar», porque para eso, aseguran, «está el Ripa».

Ese reglamento marítimo, según Anavre, establece la obligación de navegar lo más pegado a la derecha posible en los canales angostos, como ocurre en la entrada y la salida del Puerto de Las Palmas, así como la «recomendación» de plegar las velas y de entrar a motor en la dársena para no quedar a merced de los caprichos del viento.

Las normas aprobadas en 1995 por la Autoridad Portuaria, sin embargo, sí establecen que «queda prohibido navegar a vela en aguas portuarias, salvo en los casos en los que este sea el único medio de propulsión». Una interpretación más restrictiva que la realizada por Anavre, pues hay casos documentados de veleros que se han quedado en mitad del canal de acceso al Puerto, entorpeciendo la entrada y la salida de los buques mercantes.

El problema no es menor y evidencia una debilidad en la seguridad marítima, sobre todo si la impericia del velero coincide con la salida de un catamarán de Fred. Olsen y el borneo de un buque. Esto ocurrió a principios de Semana Santa con un petrolero, que estaba fondeado en la dársena interior y se quedó atravesado en el canal al girar sobre sus anclas por la acción del viento.

Por eso las reglas de la Autoridad Portuaria de Las Palmas también especifican que las embarcaciones deportivas, tanto a vela como a motor, «no navegarán por las aguas del puerto salvo para realizar la entrada o salida a su punto de atraque».

En «dichas maniobras de entrada y salida», agrega la norma, las embarcaciones «adoptarán las precauciones necesarias para no cruzar la derrota de los buques mercantes y pesqueros, ni dificultar sus movimientos o maniobras, evitando con ello situaciones de peligro o demoras en el tráfico comercial», recoge el reglamento interno del Puerto.

Los buques con eslora igual o inferior a 20 metros están obligados a mantenerse «apartados de los buques mayores», todo ello con la finalidad de organizar la navegación y de garantizar la seguridad de la misma en las aguas de servicio portuario.

Un espacio marítimo en el que tampoco está permitida «la pesca mediante cualquier tipo de arte y desde cualquier tipo de embarcación», incluidas «la pesca a carnada viva» en las dársenas interiores y el canal de entrada al recinto portuario.

Más restrictiva es la norma con los «artefactos o las embarcaciones de recreo de alta velocidad», y, en particular, con las motos de agua, que están prohibidas de forma expresa en la zona principal de servicio portuario. Su uso está restringido a un área más alejada, y siempre que esté señalizada y separada tanto del tráfico comercial como de las actividades náuticas.

Y es que las piraguas y las escuelas de vela cuentan también tres zonas asignadas para navegar en la bahía, las cuales están próximas a la costa y al Muelle Deportivo.

Los palistas, además, tienen un circuito específico para entrenar en la playa de Alcaravaneras, sin que les esté permitido abandonarlo y adentrarse en la zona de fondeo.

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