Comercios históricos de Las Palmas de Gran Canaria

Así son los churros más crujientes de Las Palmas de Gran Canaria

La cafetería Hermanos Montesdeoca abre en 1979 de la mano de los parientes Juan y Alfredo | Los clientes de toda la vida desayunan en la tradicional cafetería

Crack. Es lo que se escucha cuando un cliente de la cafetería Hermanos Montesdeoca muerde un churro. La churrería de Las Palmas de Gran Canaria en Escaleritas lleva desde 1979 especializada en su plato estrella preparado de forma artesanal y amasado a mano. El negocio fue fundado por los hermanos Juan y Alfredo Montesdeoca tras trabajar durante años en la cafetería del Mercado Central donde aprendieron el oficio. Actualmente está regentado desde 2006 por Francisco Granados, que no ha cambiado la receta del churro desde sus inicios, unos churros, que asegura son los más crujientes. "Se nota la diferencia, tú vas por ahí y te comes una manguera, aquí te comes un churro y cruje", recalca Juan Montesdeoca. 

Los hermanos compraron el local y lo reformaron hasta su apertura. Escogieron el barrio de Ciudad Alta por su cercanía con el Mercado de Altavista y el ambulatorio, un enclave con mucho tránsito. Y es que en la cafetería no paran ni por el día ni por la tarde aunque su momento estrella es en el desayuno. Pasaron muchos años gestionando el negocio, pero al ser un oficio tan sacrificado los hermanos decidieron venderlo para tomar su merecido descanso. Y ahí llegó Francisco Granados, que tenía un local también de restauración pero buscaba un cambio. En su anterior negocio  quería hacer reformas, pero su casero le puso trabas y, además, quiso subirle el alquiler. A través de un cuñado de Montesdeoca se conocieron y llevaron a cabo el relevo de unas manos a otras. 

En un mes pueden utilizar 120 sacos de harina de 25 kilos

El anterior propietario estuvo durante dos meses vigilando bien de cerca cómo llevaba el negocio su posible sucesor y al comprobar que era limpio y trabajador se decidió a darles las llaves del proyecto que durante tantos años construyó. Los comienzos no fueron sencillos, Granados no sabía cocinar churros, por lo que tuvieron que enseñarle desde cero. Tan solo un mes después de empezar a gestionar el negocio, se produjo un incendio en la cocina, una subida de temperatura, que les obligó a cerrar durante dos días. 

"Me podría haber pasado a mí, pero le tocó a él", opina Montesdeoca. La churrera era antigua y no tenía la misma tecnología de las actuales, por lo que era más complicado controlar las subidas de temperatura. Sin embargo, no hay mal que por bien no venga y gracias al incidente ahora tienen una de las máquinas más modernas del mercado, que controla cualquier desajuste.

La primera churrería fue la de Altavista pero unos años después también abrieron una en San Cristóbal, que también regenta Granados. Aunque aclara que la "la reina madre" siempre ha sido la de Escaleritas. "En Altavista la gente es más cercana y allí está más de paso", explica. Durante un mes puede usar tan solo en el local de la parte alta de la ciudad hasta 120 sacos de harina de 25 kilos y en ambos locales 170 sacos. 

La morriña gastronómica

Granados estima que el 60% de sus clientes son de toda la vida, "han sido niños y ahora son mayores". También están los que sufren la morriña del churro, aquellos hijos de clientes de toda la vida, que al crecer han emigrado para trabajar fuera y no encuentran en los países del norte de Europa locales con churros con el mismo sabor. "Supongo que habrán churros ahí arriba, pero no son iguales o quizás es la esencia que tenemos nosotros aquí, pero hay algo que llama a la gente y eso te llena el orgullo", recalca Granados.

La pasión por los churros del local a veces llega los oídos más inesperados. El propietario cuenta que ha tenido clientes de Zaragoza y Madrid que se han pasado a comprar porque algunos conocidos le han recomendado el sitio. "Se te llena el pecho de orgullo y piensas, bueno, tan mal no lo hago", relata Granados. "A mí se me ponen los pelos de punta", indica Montesdeoca.

"Tiene su recompensa, pero también es muy sacrificado son muchas noches sin dormir", confiesa el anterior dueño. Y Granados confirma que son jornadas maratonianas en las que se levanta a las cuatro de la mañana para preparar la masa de los churros, encender la cafetera y que todo esté listo para abrir a las seis. Primero trabaja en Escaleritas y luego revisa que todo esté conforme lo previsto en San Cristóbal, siempre pendiente de si se rompe alguna máquina o sucede algo. "Es sacrificado, así que espero que el día de mañana tenga su recompensa", hace hincapié.

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