Empresarios y vecinos reclaman más civismo con los orines de los perros

Los negocios lamentan tener que limpiar las necesidades de los canes de

sus fachadas | El Ayuntamiento recuerda que deben evacuar en los bordillos

Un perro haciendo pis en una calle de Las Palmas de Gran Canaria. | |

Un perro haciendo pis en una calle de Las Palmas de Gran Canaria. | | / JOSÉ CARLOS GUERRA

Los perros son una de las mascotas favoritas; cada vez aumenta más su número de amigos en los hogares españoles, y como no, en los palmenses. Su carácter afable, cariñoso y juguetón los sitúa entre los animales más queridos, como demuestra el censo actualizado de perros con microchip en la ciudad, nada más y nada menos que 62.768 canes. Una cifra que destaca respecto al total de bebés nacidos el año pasado en Canarias, 12.047 niños y niñas. El aumento exponencial de los animales de compañía puede provocar problemas a la hora de deshacerse de sus necesidades por la falta de civismo de algunos dueños. La recogida de excrementos es una acción más que conocida por los dueños, pero ¿qué se hace con los orines?

«Está hecha un asco, hay calles donde solo huele a pis», indica la propietaria de un local

Las fachadas de las casas, árboles, vegetación, bancos, mobiliario urbano o a la entrada de los negocios, cualquier sitio de la ciudad, ha recibido alguna vez el pipí de un perro, o de varios. Algunos empresarios y trabajadores están cansados de despertarse con el cubo de agua para limpiar la entrada de su local y evitar los malos olores.

La manera correcta es llevar al can al bordillo o al sumidero de la alcantarilla y siempre limpiar con agua después. No se debe incluir ningún tipo de jabón, porque puede ocasionar resbalones al resto de viandantes. No cumplir con esta normativa puede acarrear una multa que ronda desde los 150,26 euros hasta los 1.500, como indica la Ordenanza Municipal.

Aunque está estipulada la infracción, el concejal de Salud Pública, Luis Zamorano, explica que es «complicado» que los agentes puedan poner multas porque «cuando la gente ve a un policía, todo el mundo lo hace bien». Por lo que los agentes controlan en su mayoría que los animales cuenten con el microchip obligatorio. «El microchip es fácil de controlar porque paras a la persona y le pasas el lector y no puede hacerlo bien porque ya haya aparecido el policía, pero con los excrementos la gente busca lo que sea en su bolsillo para recogerlo; la orina si no lleva botella, se busca la vida para comprar y echar la botella delante del policía», comenta el edil.

A veces son los propios vecinos los que tienen que pedir a los dueños que los perros no hagan sus necesidades en las fachadas. Carolina Aldaz camina con Millo, un labrador muy enérgico al que no le gusta que su dueña se pare durante los paseos. Aldaz explica que lleva a su perro hasta un bordillo porque una vez un señor se lo explicó mientras lo paseaba. En otra ocasión, cuando caminaba por Perojo, una vecina también le advirtió que no lo hiciera en la fachada. «Y yo por supuesto no lo hice, faltaría más, a día de hoy lo hago siempre así», comenta. La mujer considera que la gente puede ser «muy incívica» a la hora de limpiar los restos de su perro, lo que ha llevado a que algunas calles de la ciudad sean una pasarela de olores nada agradables. «Sobre todo cuando vas por callejones como Colmenares, es asqueroso», lamenta esta vecina.

Un chico lleva a su perro a hacer sus necesidades por las calles de la capital, botella de agua en mano. | | JOSÉ CARLOS GUERRA

Un chico lleva a su perro a hacer sus necesidades por las calles de la capital, botella de agua en mano. | | JOSÉ CARLOS GUERRA / Gretel Morales Lavandero

Fabiola Granados es la dueña de la tienda Mia’s Patch, en la calle Cebrián, y asegura que se ha «dado por vencida» con el tema. «No es culpa de los animalitos sino de los dueños», aclara antes de agregar que el Ayuntamiento debería «preocuparse más» por la limpieza de las calles. «La ciudad está hecha un asco, hay calles donde solo huele a pis», hace hincapié. La empresaria comenta que no solo encuentra el orín de los perros en la fachada del negocio sino también en el mismo escalón, por lo que todos los días tiene que limpiar las lagunas amarillas con las que amanece el local. «Un policía local me dijo que pusiera pimienta, pero lo que tienen que hacer es estar aquí para poner multas», exige.

«La primera orina que tenga un perro después de muchas horas sin que lo hayan sacado a la calle, es la más ‘tóxica’, tanto para árboles como plantas como para el mobiliario urbano; esa primera vez lo ideal es que lo haga en suelo de tierra o pegado al bordillo, como también hemos mandado mensajes desde el Consistorio para que no sea en medio de la acera», explica Zamorano. El edil recalca que es posible educar al perro desde pequeño y si ya es adulto, reconducir la conducta a través de premios comestibles. «Mucha gente dice que su perro es macho y levanta la pata; bueno, se puede reconducir la conducta para que la haga en tierra», añade.

La orina de los perros también afecta a las plantas y árboles. «Entre otras cosas está compuesta de nitrógeno y fósforo, que son un fertilizante, lo que pasa es que cuando cae mucho, termina quemando la planta. Los animales lo que comen es pienso, que lleva producto cárnico con mucho nitrógeno, entonces esos componentes, junto con otros, hacen que se vaya comiendo la vegetación», detalla Zamorano.

«Al ver a un policía, todos lo hacen bien», comenta el edil de Salud Pública sobre las multas

Nieves López, dependienta de la charcutería Puente Palo II en Venegas, señala la palmera fuera de la tienda: «La tienen fatal a la pobre». López propone que exista un pequeño pipicán en pocas distancias para que los perros hagan ahí sus necesidades y evitar que lo hagan en sitios como su negocio. «Estamos aquí vendiendo comida y a veces hemos tenido que hasta salir a recoger la caca nosotros», afirma.

Zamorano explica que el problema es generalizado en toda la ciudad, pero allá donde hay espacios más abiertos con más plazas o parterres suele ser más problemático. «En zonas de las periferias, que hay más barrancos, y más zonas en las que se junta medio natural con el barrio, los dueños sueltan a los perros, caminan por ahí y lo van dejando», ejemplifica. Aunque destaca que en todas partes encuentran puntos negros como un parterre ubicado cerca del instituto Mesa y López. «Mira que hemos puesto carteles, que los departamentos ya lo limpian, que hay un pipicán cerca, y aún así siempre están ahí las cacas, y está al lado de centros educativos», lamenta el edil.

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