Colecciones de la infancia

Juan Díaz Rico, excontable del grupo folclórico Roque Nublo, guarda cromos y juegos de su niñez

Juan Díaz Rico nunca fumó pero desde su infancia ha guardado los cromos de equipos de fútbol que distribuyó la tabaquera Royal en los años 50. No es la única colección de niño que posee. 

La actualidad hace desempañar a Juan Díaz Rico, vecino de Las Canteras y durante 30 años administrador del grupo folclórico Roque Nublo, su colección de cromos con los equipos de primera división de 1951, que guarda desde que era niño, y que distribuía una tabaquera; algo impensable hoy en día. Bajo el escudo de la Unión Deportiva se lee «un cigarrillo Royal se saborea de punta a punta», y se despliega la escuadra de Viera, Castañares, Yayo, Juanono, Tatono, Elzo, Manolín, Polo, Tacoronte, Peña, Cedrés, Ignacio, Macario y Padrón que generó el primer ascenso a Primera. No es su única colección de cromos, también tiene otra de banderas, obsequio de cigarrillos Cumbre, y una de cajas de cerillas de Fosforera canaria de la década de los 50.

La página está ya amarillenta y los cromos aún no han perdido el color pero se despegan con facilidad. «No los puedo perder», dice Díaz, recogiéndolos y poniéndolos a buen recaudo como si hubiera vuelto a la etapa del pantalón corto. Y es que los cromos llevan con él todo una vida porque tenía 11 años cuando la tabacalera distribuyó las estampas.

Díaz nació en 1940 en un pueblo de Huelva, pero con año y medio su familia regresó a Gran Canaria. «Los ingleses cerraron la mina en la que trabajaba mi padre y se vinieron para la isla», recuerda Juan, que fue vecino del barrio de San Nicolás.

Pese a las calamidades de la postguerra, los Reyes nunca venían con las manos vacías. «En Reyes me levantaba antes de ir a misa, porque era monaguillo, cogía los juguetes, los metía en una caja a la que había puesto una tapa y echaba un candadito porque me daba miedo que mis primos, que eran más destrozadores, cogieran mis juguetes y sabe Dios cómo me los iban a dejar. ¡Mis Reyes no los tocaba nadie!», rememora.

Entre los juguetes que guarda figura un puzzle, un tren y un trompo de hojalata, un par de pistolas de vaquero; una de madera que dispara con contundencia pero que solo emite el sonido, y otra de metal con su funda y algún que otro muñequito de madera como un soldadito con cara de niño. Recuerdos de infancia y de otra época que hoy enseña a los niños del siglo XXI.

«Se quedan asombrados cuando les enseño los juguetes», relata, mientras anima a la periodista a abrir una cajita de madera de la que sale una especie de culebra que rauda muerde el dedo. «Este es el que más les divierte», dice riéndose. Le gusta tanto enseñar sus juguetes que incluso ha fabricado una pelota con restos de ropa y un camión con una caja de cartón y tapas de conserva para que los menores vean cómo jugaban los niños de su época.

Juan trabajó como contable de banca durante más de dos décadas y tuvo dos negocios para sacar a su familia adelante, compuesta por su mujer Antonia y seis hijos a los que se han sumado hoy cuatro nietas y un nieto.

«Soy contable Técnico Superior y reparador de ordenadores a falta de hacer la práctica», dice con orgullo, mientras solicita que alguna tienda le conceda la oportunidad de ejercitar su saber para obtener el título oficial. Y es que para Juan el saber nunca ha ocupado lugar, lo mismo pone un ladrillo que dibuja al óleo. A sus 83 años está aprendiendo a arreglar relojes y también a tocar el piano. «Con el Roque Nublo cantaba y era percusionista, tocaba el tambor, además de llevar las cuentas del grupo. Con ellos fui hasta Rusia y Checoslovaquia», dice Juan, también directivo del centro de mayores de La Isleta.

De aquella etapa en la que vendía electrodomésticos guarda cajas de cerillas de la marca Corberó con imágenes de los artículos que fabricaba la empresa. «Tienen incluso las cerillas», enseña. También están llenas de fósforos las que distribuía la Fosforera canaria, con estampas sobre personajes de la Edad de Oro español y de rincones de Canarias.

La anécdota es que, a pesar de tanto esfuerzo publicitario por parte de las tabacaleras de atraer a jóvenes clientes en una época en la que fumar se consideraba un elemento más de hombría, Juan nunca encendió un cigarrillo. Por contra, el deporte siempre le gustó y durante los años que trabajó en la banca compitió con sus compañeros de trabajo en la liga de empresa.

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