Entrevista | Concha Jerez Hija predilecta

«Quienes me ayudaron a lo largo de toda mi carrera fueron otras mujeres»

La artista Concha Jerez, junto a una pieza de su gran retrospectiva ‘Interferencias’ en el CAAM. | | NACHO GONZÁLEZ ORAMAS

La artista Concha Jerez, junto a una pieza de su gran retrospectiva ‘Interferencias’ en el CAAM. | | NACHO GONZÁLEZ ORAMAS / Nora Navarro

Nora Navarro

Nora Navarro

La artista multidisciplinar Concha Jerez (Las Palmas de Gran Canaria, 1941), distinguida con el Premio Nacional de Artes Plásticas 2015 y Premio Velázquez 2017, fue pionera en el arte conceptual y la performance en España. Desde los años 70 del pasado siglo desarrolla un intensa obra artística basada en intervenciones ‘site specific’, con un marcado carácter crítico.

El conjunto de su obra artística toma como punto de partida el arte conceptual desde una clara vocación crítica. ¿Cree en el poder del arte y el museo como espacio de transformación social?

Por supuesto. Siempre defiendo que los museos son nuestras bibliotecas de arte y es importantísimo que existan y que se les apoye, porque la funcionalidad del museo es reconocer y dar a conocer las obras de los artistas que actuamos ante el mundo filosóficamente, de una forma activa y, por supuesto, crítica.

Su reciente exposición Que nos roban la memoria, en el Museo Reina Sofía de Madrid, advierte contra los abismos de la desmemoria colectiva. ¿Debemos mirar hacia nuestro pasado para poder imaginar un mundo mejor?

Absolutamente. Un país o una ciudadanía que no tiene memoria se condena a cometer los mismos errores. La memoria nos tiene que servir para conocer el sufrimiento que han acarreado errores terribles del pasado para que no se repitan y, sobre todo, para crecer con aquello que nos han aportado otras mentes a lo largo de los tiempos. El arte y la cultura no se conciben sin saber lo que ha ocurrido para tratar de construir desde ahí. No tenemos que empezar a inventar el teléfono cada vez, sino que hay que ponerse en los hombros de los gigantes que nos preceden en los ámbitos del pensamiento, la acción, la creatividad y, a partir de ahí, avanzar.

¿Cuáles son, a su juicio, las amenazas y peligros que penden sobre la sociedad actual?

Muchas, pero creo que, sobre todo, no nos damos cuenta del nivel de manipulación al que estamos sometidos como sociedad. Y al no ser conscientes de ello, gran parte de la población cae en sus redes. Por eso es importantísimo tener un espíritu de análisis y de crítica para intentar ser libres. Creo que la propia democracia, en la que tanto creemos, necesita reconstruirse facilitando, sobre todo, sistemas educacionales para que todo el mundo acceda al voto con un verdadero conocimiento de causa de qué es lo que está votando y qué es lo que quiere para el futuro. Me preocupa que muchas veces se acuda a la votación bajo una fuerte manipulación de corrientes de falso pensamiento y de odio, que no nos ayudan a construir, sino todo lo contrario.

«Hay que ponerse en los hombros de los gigantes que nos preceden en el pensamiento, la acción, la creación, y a partir de ahí, avanzar»

Precisamente, la crítica hacia las interferencias [así se tituló su gran retrospectiva en el CAAM en 2017] de los medios de comunicación en el pensamiento es uno de los ejes de su obra.

Es que me temo que los medios de comunicación, sobre todo, los audiovisuales, no están ayudando en general en ese proceso. El medio de comunicación es, en sí mismo, una herramienta extraordinaria y maravillosa, pero debe utilizarse para construir con ella, y no poner en valor cosas que es peligroso poner en valor, como las miserias humanas, o personas y personajes que no son los que deberían estar en el foco. Los medios deben poner en valor toda aquella parte constructiva de la sociedad, como la creatividad en todos los sentidos, la ciencia y el arte, porque, evidentemente, suceden muchas atrocidades en el mundo, pero hay mucha gente y muchos hallazgos que construyen un mundo mejor cada día y que nunca aparecen en los medios. Esa sería una tarea importantísima para avanzar en el espíritu auténticamente democrático: educación, educación y educación. Y hace falta aportar dinero público a la educación y a la investigación. Es fundamental que los gobiernos sean muy conscientes de ello, en lugar de facilitar armas de guerra.

¿Y se han dado pasos suficientes hacia una mayor igualdad en la representación del arte realizado por mujeres?

Evidentemente, hay mucha más conciencia y, sobre todo, la asociación Mujeres en las Artes Visuales (MAV) ha hecho mucho por ello, sobre todo, facilitando estadísticas, porque es tan objetivo como poner datos para exponer esa desigualdad. Aún estamos muy lejos de conseguir una participación cercana al 50%, ¿pero qué ocurre también? Que a los museos tampoco les dan dinero para comprar obras de mujeres artistas y equilibrar sus colecciones. Entonces, a la hora de comprar, sí que hay que criticar y estar pendientes de que tantas mujeres valiosas que han contribuido y están contribuyendo a la historia del arte estén presentes como se merecen en los museos. Y esto se tiene que transmitir a las generaciones futuras y actuales. Luego, la educación sobre los valores de la igualdad debe ser transversal, no solo en el arte. Contra la violencia de género hace falta mucha educación crítica, proponer otros modelos de relación que deberíamos haber implementado hace mucho tiempo. Esta lacra ya debería estar superada hace tiempo, pero no lo está en absoluto.

Pionera de la performance y el arte sonoro en España, cultivó su carrera como artista conceptual por libre, sin miedo a experimentar y cuestionar. ¿Qué destaca hoy de aquellos inicios?

La verdad es que quienes me ayudaron mucho tanto en los inicios como a lo largo de toda mi carrera fueron otras mujeres. Por supuesto, también hombres, pero en su mayor parte, mujeres. Por ejemplo, mis galeristas, las que luego han perdurado en el tiempo, han sido y son todas mujeres, desde la Galerie Brigitte March o Schüppenhauer a la Galería Saro León, en Las Palmas de Gran Canaria. Y ojo, que no tengo ningún prejuicio con respecto a los hombres (Risas), pero ha habido muchas mujeres que también me han abierto camino en las instituciones, y luego ha habido hombres y mujeres que han acogido mi obra con independencia de que yo fuera hombre o mujer, sino porque les interesaba verdaderamente mi obra, y todo esto me ha servido siempre para avanzar.

Sus orígenes fueron muy nómadas: su niñez transcurrió en África y con 17 años cruzó el Atlántico para estudiar en EE.UU, lo cual ha configurado su identidad y su mirada. ¿Cómo es hoy su relación con su ciudad natal?

Pues mi relación ya viene de lejos (Risas). Siempre he ido mostrando mi trabajo en Las Palmas de Gran Canaria a través de mis obras en los museos o de talleres en aulas de música, desde lo primero que inauguré en el CAAM en 1990 hasta la gran retrospectiva que me dedicaron en 2017. Desde mediados de los 80 yo ya había iniciado una apertura más internacional pero he mantenido siempre una relación importante con Canarias, ya que conocí a todo un grupo fundamental de artistas y compositores canarios a través de Martín Chirino, como Juan Hidalgo, uno de mis grandes amigos, Tony Gallardo, Juan José Gil, Falcón Sanabria o Guillermo García-Alcalde. Todo un grupo de grandes artistas, muchos lamentablemente desaparecidos, a los que echo de menos muchísimo. Y a eso se suma que, cuando mi hija terminó la carrera de bióloga, se mudó a Las Palmas y ahí nació su hijo, mi nieto. Entonces, mi relación con Las Palmas es muy grande, sobre todo, por las personas que me unen a ella, que son las verdaderas raíces de una tierra.

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