Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Ocio

Un despegue hacia la libertad

El club de vuelo Tamarán agrupa a los iconos del ala delta en Los Giles

La ilusión, la libertad y las ganas de disfrutar marcan cada despegue

Las Palmas de Gran Canaria

El club de vuelo Tamarán es el más longevo la Isla. Situado en Los Giles, acoge a un grupo de aproximadamente catorce personas que practican ala delta. Entre ellos se encuentran los señores más longevos que aún salen a volar por la zona. La sensación de libertad y alegría los atrapa en cada uno de sus despegues.

Orlando Barrameda tiene 74 años pero, para él, es simplemente un número. Desde que cumplió los 40, se interesó por practicar el vuelo con ala delta. Hoy, con un grupo de amigos que juegan al ajedrez y las cartas, Barrameda se siente «el diferente». Él se define como «un piloto frustrado», y ahora, aunque no pilote un avión, está «muy cerca» de sentir una sensación similar. «A mí, esta impresión, no me la transmite ninguna otra cosa en el mundo», explica.

Actualmente, es el alumno más veterano del club de vuelo Tamarán, ubicado en Los Giles. Ahí tiene «muchos compañeros» con los que queda cada vez que puede para volar juntos. «Ellos ya están acostumbrados a verme, pero otras personas me preguntan que si estoy loco», asegura entre risas. Barrameda garantiza que seguirá volando en ala delta «hasta que el cuerpo le deje». «Yo, si por mí fuera, seguiría practicando el deporte toda mi vida, pero es que las alas pesan unos 35 kilos, y llegará un momento en el que ya no pueda cargarlas», lamenta.

Es un gran aficionado al vuelo en «todas sus formas posibles». Aunque comenzó sus andaduras tirándose en parapente, poco tiempo después decidió probar el ala delta. «Este es, sin ninguna duda, un deporte más seguro que el parapente», resalta. Con una estructura más rígida y una posición del cuerpo extendida, Barrameda se siente mucho más «cómodo y protegido». Ha competido una única vez y ha decidido que nunca más lo hará. «Para mí esto es un hobbie y una forma de divertirme y las competiciones son demasiado duras», acentúa. Las competiciones le hacen sentir que corre un riesgo muy grande para su salud, y él advierte que ya no está para «esos trotes».

Un despegue hacia la libertad  | | JUAN CARLOS CASTRO

Montesdeoca coge carrerilla para volar. / Juan Carlos Castro

Disfrutar

«Este deporte lo hago para disfrutar y eso es lo más importante siempre», subraya. Desde que se mete dentro de las alas y coge carrerilla, él sólo piensa en pasarlo «muy bien» durante los siguientes minutos y horas que esté en el aire. Sin embargo, su sueño en los próximos años es practicar otro deporte diferente. «Estoy frito por hacer skysurf en la playa de Famara», y lo haré antes de irme de este maravilloso mundo». También le gusta despegar en la zona de Las Coloradas, en La Isleta, y desde ahí se traslada volando hasta el hotel Melía, donde aterriza. «Allí siempre hay personas de la tercera edad que se quedan asombrados cuando me quito el casco y ven mi pelo blanco y mi cara de viejito», exclama.

La satisfacción y el sentimiento de relajación cuando aterrizas después de estar volando es «de otro mundo». Barrameda invita a todas las personas «del planeta» a probar este deporte que «no es tan común». «Para volar no necesitas otra cosa que no sean las ganas y el entusiasmo», insiste.

Un despegue hacia la libertad

Preparativos antes de lanzarse a la aventura de volar. / Juan Carlos Castro

El ala delta llegó a Gran Canaria en la década de los años 70 del pasado siglo XX. En los comienzos, las personas que se interesaron por practicar el deporte eran, sobre todo, «hippies». Antonio Río, el presidente del club de vuelo Tamarán, aclara que «aunque cuando aterrizó el ala delta en la Isla había escuelas para aprender, ahora mismo ya no queda ni una». Esto se debe a diversos cambios «del clima y del viento» en las zonas idóneas para practicar el deporte. «Ahora mismo, si alguien quiere comenzar a practicar el deporte, nosotros nos ponemos automáticamente en contacto con la escuela de vuelo de Lanzarote», resalta.

Las condiciones meteorológicas en la Isla son muy adversas para aprender a volar en ala delta. Río recalca la importancia de los tecnicismos para practicar el deporte sin correr ningún riesgo. «Si quieres volar en Los Giles, en Las Coloradas o en cualquier otra parte tienes que controlar muy bien el deporte, porque aquí no es tan fácil», aconseja. Cuando existían las escuelas en Gran Canaria los alumnos, igualmente, se desplazaban en algunas ocasiones a Lanzarote para mejorar las técnicas. «No hay comparación», reitera Río.

Montesdeoca: «Este deporte es más seguro que el parapente, que al final es una tela que se desinfla»

«El proceso desde que comienzas a realizar las primeras carreras hasta que vuelas es muy largo», avisa. El ala delta es, sin embargo, un hobbie para personas con «mucha paciencia». La extensión del tiempo de aprendizaje también varía según las condiciones del viento. «Hay veces que quieres dar una buena clase y el tiempo no acompaña, entonces no hay nada que hacer», indica. Río siempre le dice a sus alumnos y amigos que «ellos no pueden elegir el día que quieren volar, sino por el contrario, el viento decide cuándo se puede y cuándo no».

Para sobrevolar la Isla en ala delta es necesario un viento «intermedio», no muy fuerte pero tampoco demasiado suave. Es aconsejable que sean rachas de aproximadamente «30 o 35 kilómetros por hora». «La dirección también es muy importante porque para despegar o aterrizar el viento tiene que correr en sentido contrario», recuerda.

Manolo Montesdeoca aterriza tras estar una hora volando. Su rostro refleja alegría y satisfacción tras el aterrizaje. Lleva desde el año 1988 practicando el deporte y «no piensa abandonarlo», es más, su próximo acompañante en esta aventura será su perro. Ahora, con 64 años, se siente «mejor que nunca» y es una experiencia que aconseja vivir a todas las personas que conoce.

3.000 metros de altura

Aunque tiene alas con motor, reitera que «le gusta mucho más volar sin él». El sonido de los pájaros y del aire, es lo único que se escucha a 3.000 metros de altura. Aunque ha tenido la oportunidad de volar en parapente, «no le hace mucha gracia». «Bajo mi punto de vista, el parapente es mucho más peligroso. Al final, no deja de ser una tela que puede que se desinfle», previene. «El ala es mucho más rígida y con más velocidad», continúa, «y la rapidez es siempre sinónimo de seguridad en el aire».

Las maniobras más importantes son el despegue y el aterrizaje, pero cuando vuelas, «ya es todo coser y cantar». «Arriba estás muy tranquilo, vas relajado, únicamente tienes que fijarte si hay otras personas volando para no chocarte con ellas por el camino», manifiesta. «Ya luego, todo es disfrutar».

Barrameda: «Todas las personas pueden hacer ala delta, únicamente tienen que tener ganas e ilusión por aprender»

«Vi bajar gente a Vecindario para ir a volar y me interesé por el deporte», recuerda Antonio Bordón. Fue en el año 1982 cuando practicó ala delta por primera vez y ahora es «una máquina». Con 67 años, cuando quiere desconectar acude a sus alas y al lugar de confianza para despegar. «Cuando estás arriba dejas la mente en blanco y el único pensamiento que te pasa por la cabeza es hacer bien las maniobras», asiente.

Aunque tuvo dos roturas de huesos tras un complicado aterrizaje, él no ha pensado nunca en dejar de practicar el deporte. «A la hora de aterrizar hay que tener mucho cuidado porque a veces hay remolinos que no permiten realizar una correcta aproximación», remarca. Bordón recuerda una vez que comenzó a aterrizar con viento de frente y de repente, se puso de cola. «Te asustas un poco, pero al final pasa más veces de las que pensamos y te acostumbras», razona.

Fran sufrió un accidente mientras practicaba ala delta. De esto han pasado, aproximadamente, once años, pero no han sido suficientes para retomarlo. Aunque de ese día no se acuerda porque el golpe le causó un traumatismo craneoencefálico, recuerda los años anteriores como «un sueño».

«Un día iba en bicicleta por la avenida marítima y me encontré a dos de los veteranos del club y me quedé fascinado viendo como volaban», rememora. Desde ese instante Fran se obsesionó con el deporte y no paró hasta verse en el cielo. «Cuando llegué a casa me puse a investigar sobre el precio del equipo y los materiales y miré un club para apuntarme», añade.

El primer día que voló quiso bajarse de las alas «durante todo el trayecto» pero, una vez llegó al suelo, la adrenalina se apoderó de él. «Quería más, quería volver a despegar». Para Fran, volar era lo más parecido a sentirse libre y en paz. «Estás tú sólo, no hay nadie más a tu alrededor, eso no se puede definir con palabras», remata.

La soledad, la libertad y la adrenalina se apoderan de todos los miembros del club Tamarán que, de vez en cuando, quedan para divertirse y recordar viejos tiempos en familia.

Pasos para volar en ala delta

  • Primero. Clase teórica

El primer paso es acudir a clases teóricas. Allí explicarán las partes del ala, los vientos, las fuerzas y también cómo comenzar a hacer las primeras carreras.

  • Segundo. Primeras carreras

El primer paso es ir a una explanada y comenzar a correr con el ala delta a cuestas y con un poco de pendiente para practicar el equilibrio. En este paso no levantas los pies del suelo aún.

  • Tercero. Carreras con pendiente

En segundo lugar, se buscan pendientes más pronunciadas. Desde ahí, se hacen carreras donde el ala ya intenta despegar un poco y se nota un leve planeo. Sin embargo, todavía no se puede volar en esta fase.

  • Cuarto. Carreras con desnivel

Cuando comienza a haber más práctica con las carreras, se empieza a trabajar con desniveles. Corres, despegas y luego aterrizas en una zona un poco más baja, como si saltaras un escalón. Este es, uno de los últimos pasos antes de comenzar a volar de una forma más profesional.

  • Quinto. Volar

Desde el primer paso hasta este, que es el último, puede transcurrir un año. Tras haber realizado todas las carreras y las clases teóricas, ya el alumno está preparado para volar. Sin embargo, el ala que se usa en estos primeros vuelos no es una profesional. Esa se adquiere con el paso del tiempo y el aprendizaje. Además, en ala delta, al menos en el club Tamarán, no existe la posibilidad de que un instructor se suba con el alumno en el primer vuelo ni en las clases previas. El último paso es, pues, un salto sin red. Por ello, para llegar a esta fase es necesario tener los conocimientos adquiridos muy claros.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents