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La regata ARC pone rumbo al Caribe en una travesía sin límites

Un total de 140 veleros zarpan del Muelle Deportivo de Las Palmas de Gran Canaria a la isla de Santa Lucía

Salida de la regata ARC

Juan Carlos Castro

Las Palmas de Gran Canaria

Para Axel Doerwald esta será la segunda vez que cruza el océano Atlántico en un velero. En 2019 partió a bordo del Numeric Rose, su barco, del puerto de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, y cruzó medio mundo durante 45 días hasta llegar a las aguas del Caribe. Cinco años después, hacer la travesía que separa Canarias de la isla caribeña de Santa Lucía puede parecer una hazaña de menor calibre, pero lo vive como si fuera la primera vez en una embarcación adaptada para su silla de ruedas.

El Numeric Rose es uno de los 140 botes que ayer zarparon del Muelle Deportivo de Las Palmas de Gran Canaria rumbo al Caribe. La regata ARC (Atlantic Rally for Cruises) cumple así su 39 edición con una alta participación, similar a la de años anteriores. Un total de 820 navegantes de hasta 38 nacionalidades diferentes acaban de iniciar la que para muchos será la travesía de sus vidas.

Desde primera hora de la mañana de ayer el ajetreo era constante en los diques del Muelle Deportivo. Durante las últimas jornadas las tripulaciones se han afanado para dejarlo todo listo antes de partir, con pequeñas reparaciones y todo el avituallamiento para poder sobrevivir en alta mar durante casi un mes en el caso de los más rezagados. Aun así, siempre quedan algunos flecos por resolver y en algunos barcos estaban los nervios a flor de piel.

Reina la tranquilidad

En el de Doerwald, en cambio, reinaba la tranquilidad. En este caso viaja con cuatro personas, su esposa y unos amigos de Austria y Alemania. «Tardaremos unos 20 días en llegar, 18 con suerte, pero no hay mucho viento», señala bajo un cielo parcialmente encapotado de nubes. La idea será llegar a Santa Lucía y una vez allí regresar a casa, en Toronto (Canadá), para pasar las navidades; más tarde, volverán al Caribe «para disfrutar por varias islas».

La experiencia que han comenzado a vivir no será igual que la de hace cinco años, cuando pasó más de un mes en alta mar, aunque hizo pequeñas escalas en las islas atlánticas de Santa Elena y Fernando Noronha. Doerwald tiene una discapacidad motora, pero eso no es un problema mayor para disfrutar de una travesía trasatlántica, «el barco está especialmente adaptado, lo mandé construir en Sudáfrica», explica.

Y es que, a fin de cuentas, la regata ARC más que una competición es una excusa para vivir una gran experiencia. Una travesía sin límites. Entre los participantes de esta edición, las edades van desde los tres años hasta los 83 del navegante de mayor edad; además de dos gatos y cinco perros, incluido un gran danés que sorprendió a más de un curioso que vio la salida desde el Muelle cuando se asumó por la cubierta.

Los diques del Muelle Deportivo estaban a rebosar de público desde bien temprano, al igual que la Avenida Marítima. Poco a poco, la bahía de Las Palmas se fue llenando de veleros, posicionándose antes del chupinazo que marcaría el inicio de la regata -para eso habría que esperar hasta las 12:45 del mediodía-. Y es que tras 39 ediciones, la ARC se ha convertido en todo un acontecimiento con sus propias tradiciones. En esta ocasión, la pequeña Madeleine, de tres años, será quien lleve el osito de peluche hasta Santa Lucía.

Grabado para la posteridad

Los barcos salieron poco a poco; entre los rezagados estaba el de Bryan Magowan. Este médico escocés decidió hace unos meses iniciar esta aventura a sus 61 años, «ahora estoy retirado y es el momento para hacerlo», apunta minutos antes de soltar amarres. Sus dos hijos van de aquí para allá dentro del barco, el True North. Uno de ellos se encarga de documentarlo todo; y es que el viaje debe quedar grabado para la posteridad.

«¿Qué por qué estamos haciendo la ARC? Eso es una buena pregunta», señala con sorna. Magowan viaja con sus dos hijos y dos amigos de toda la vida. Ninguno de ellos ha hecho algo parecido hasta ahora; eso sí, «llevo desde los 10 años navegando», aclara, por lo que conocimientos tiene, «siempre alrededor de Escocia».

Y aunque el mar del Norte no es el Atlántico, quien lo conoce sabe que no es un mar fácil de domar, especialmente cuando comienzan los temporales del otoño y el invierno. Hace dos meses que llegó a Gran Canaria con su barco -aunque ha estado yendo y viniendo en avión después- y la idea será llegar a Santa Lucía en unos 18 días, «esperamos y deseamos, tenemos comida para ese tiempo», precisa; y, después de eso, su intención es viajar por varias islas de las Antillas durante dos meses.

No todo son primerizos

Pero no todo son primerizos. En ese mismo dique, Fernando Marques y Luis Oliveira ultiman los últimos cabos sueltos antes de soltar lastre. Ambos de Lisboa, son profesionales regatistas y van a emprender una vez más el cruce de orilla a orilla del Atlántico. «Tengo mucha experiencia, en Azores, Madeira, en el Mediterráneo, el Báltico, llevo así más de 20 años», indica Marques. En su caso es segundo de a bordo, mientras su compañero Oliveira es el capitán de la expedición. Junto a ellos viaja un matrimonio estadounidense en un amplio barco.

«Al final esto es una mezcla entre aprendizaje y trabajo, es una experiencia única, no todos los días te animas a cruzar el Atlántico», apunta Marques. Es su primera vez en la ARC -no en el cruce del océano-, pero Oliveira sí que conoce la ruta. En su caso harán un pequeño desvío hasta Cabo Verde, para luego poner rumbo al Caribe, «la idea será llegar dentro de 25 días», apunta.

Y es que ser marineros y portugueses es algo que viene casi de la mano, al menos eso dan a entender. Por delante tienen más de 2.700 millas náuticas -unos 5.100 kilómetros- hasta llegar al Caribe. Lo harán en un ruta que se asemeja a la que realizaron 94 veleros el pasado 10 de noviembre -hace dos semanas- en la ARC Plus, con la diferencia de que esta competición llega a la isla de Granada.

De una forma u otra, la expectación que crea la carrera en el Muelle Deportivo es máxima. Fernando y Olga son hermanos, de la capital, y están junto a unas amigas de Galicia -tierra marinera donde las halla-, «venimos desde hace muchos años, es muy entretenido», indican entre comentario y comentario de cada jugada. Minutos después, aparece en escena el Blue, el último velero en salir del puerto base, pasados unos minutos de las 12 y media. Aunque quienes veían con cierta resignación la marcha de los navegantes era un grupo de chicos y chicas que llevan semanas buscando embarcación. Perdida esta ocasión, tendrán que esperar a la próxima.

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