La calle de Las Palmas de Gran Canaria en la que 'llueven' los cascotes

Los vecinos de Padre Pedro Sanz Sáinz, en Lomo Apolinario, piden la intervención municipal por la caída de fragmentos de un muro.

Denuncian también una situación de inseguridad por el exceso de velocidad al que circulan los automovilistas.

Muro en mala condiciones en un instituto en Lomo Apolinario

Laura de Pablo

La calle Padre Pedro Sanz Sáinz, en el Lomo Apolinario, trae de cabeza a sus vecinos. Un muro que "se cae a pedazos" y una calle que parece "la autopista del Lomo", así se refieren Mavi Arrocha y Jose García, dos de sus residentes, a la situación que viven en el barrio. Una de las paredes del Instituto de Secundaria Ana Luisa Benítez, que se extiende por toda la calle y está ubicada justo en frente de sus casas, a escasos tres metros, presenta huecos, humedades y filtraciones y del cual han saltado cascotes "a riesgo de que le caigan a la gente". “Hace casi tres años vinieron a hacer catas, y uno de los técnicos me llegó a decir que tuviéramos cuidado porque se podía venir abajo, pero desde entonces nadie ha vuelto", apunta Mavi.

Si bien es cierto que la pared del instituto es competencia de la consejería de Educación del Gobierno de Canarias, la inseguridad que les genera la caída de cascotes hace que estos vecinos reclamen una intervención municipal en la vía. “Yo he llegado a hablar con el director del centro para que entre todos nos pongamos de acuerdo, tanto colegio como vecinos, para pedir que nos lo arreglen", añade. "Me dijeron que ellos (el instituto) habían presentado un escrito hace tres años".

Las vecinas Mavi Arrocha y Serafina García, junto al muro en malas condiciones y una de las vallas y bandas colocadas por los bomberos de forma provisional.

Las vecinas Mavi Arrocha y Serafina García, en la calle donde se encuentra el muro en malas condiciones frente a sus casas. Una de las vallas y bandas de seguridad, colocadas por los bomberos de forma provisional. / Andrés Cruz

El muro queda justo frente a sus casas. Una calle estrecha y una minúscula acera obligan a los peatones a bajar a la carretera a riesgo de ser atropellados por un vehículo. “Vinieron los bomberos y pusieron tres vallas y bandas para que nadie pasara por ahí, pero entre el viento que ha hecho estos días y lo estrecho de la acera las vallas terminan en medio de la carretera y terminamos nosotros quitándolas. Al final es hasta más peligroso", apunta Mavi.

"Si cae la mitad de agua que en Valencia, nos vamos pa'l carajo"

En la calle Padre Pedro Sanz Sáinz se van juntando más vecinos. A Mavi y José se une Serafina. El tema de conversación, el mismo. Las lamentaciones giran sobre el famoso y extenso muro. Un problema que no es nuevo en el barrio. "Hace 30 años, la parte de más abajo se vino abajo por las fuertes lluvias", recuerda Jose García, mientras camina hacia la zona para mostrarlo. "Esta parte no aguantó entonces toda el agua que cayó, y ahora nos preocupa que vuelva a pasar lo mismo con el resto del muro que tiene tantos agujeros".

Sin ser expertos, aseguran que en los últimos cinco años, después de las famosas catas de los técnicos, "se ha deteriorado aún más porque vemos más hoyos y más humedad". Temen que emn plena temporada de lluvias, "con la mitad del agua que cayó en Valencia, aquí nos vamos pa'l carajo", lamenta Mavi mientras señala la poca distancia de sus casas respecto al muro. Al mal estado de conservación, se suma que el centro escolar "tiene un huerto, en el que cada vez que riegan, más humedad genera, más se filtra el agua y más casquetes se desprenden". Hasta un árbol está creciendo de ahí de la humedad que hay. Cansados de la dejadez institucional, lanza un grito desesperado al aire: "Yo misma me pondría a tapar los agujeros, fíjate lo que te digo".

Serafina García muestra las hoquedades del muro y las marcas de humedad.

Serafina García muestra las hoquedades del muro y las marcas de humedad en la calle Padre Pedro Sanz Sáinz. / Andrés Cruz

“Es la autopista del Lomo Apolinario”

En esta pequeña vía confluyen varias problemáticas. Al mal estado de conservación de la pared, se suma la inseguridad que sienten los vecinos ante los vehículos que circulan a alta velocidad.

Un vecino denuncia que los vehículos transitan a alta velocidad en Lomo Apolinario

Laura de Pablo

"Entran por aquí a 60 o 70 kilómetros por hora, cuando que el límite máximo permitido es 20 km/h", como recogen las señalizaciones. Al ser una calle tan estrecha, donde además está prohibido aparcar, "ven vía libre para conducir como quieran, esta calle parece la autopista del Lomo", señalan. A pesar de lo que es una clara falta de civismo por parte de los conductores -que se pasan por alto la señalización existente-, los residentes piden más medidas. "A 20 km/h no pasan por aquí ni las patinetas, queremos evitar que pase algo, porque cada vez que abro la puerta de mi casa, tengo que coger a mi nieto con cuidado porque los coches pasan a toda mecha", señala Mavi.

Más presencia policial, un paso de peatones a la entrada de la calle, pero sobre todo, reductores de velocidad es lo que demandan estos vecinos. Una vía de mucha afluencia, a pesar de su estrechez, vía de paso para la zona industrial de Miller Bajo. "Lo llevamos pidiendo desde hace tiempo, hasta en cuatro escritos con recogida de firmas". Aún así, desde el área correspondiente del Ayuntamiento aseguran que "no tienen constancia" de esos escritos; pero que "en cualquier caso se va a actuar".

Paciente oncológico

Guillermo Ascanio es vecino de la misma calle. Se suma a la demanda del resto de residentes. «Vivo en un sótano y tengo que tener la ventana abierta continuamente para evitar problemas de humedad y que esa humedad me afecte aún más en mi enfermedad: un cáncer de pulmón». Narra que nació en este barrio cuando la vía se llamaba calle Norte y calle Sur «porque es una calle que parece que da la vuelta». De hecho, añade que la bajada que llega hasta Miller Bajo ni siquiera existía. «Un vecino la abrió hace años con el tractor que tenía, después el Ayuntamiento la asfaltó». Hoy, esa calle se ha convertido en una especie de atajo para llegar a la zona de La Ballena. «Eso ha hecho que sea una calle de muchísimo tránsito».

Al tener la ventana abierta todo el día el ruido se nota mucho más. «Es insoportable, mi mujer me dice que me estoy quedando sordo porque escucho la tele muy alta, pero es que si no, no hay manera». Guillermo Ascanio añade que «todo el día está respirando el monóxido de carbono de los coches porque necesito tener la ventana abierta, y eso no me favorece». Su propia mujer está incapacitada por una afección en la rodilla. «Va con muletas y no quiero ni que salga a caminar porque tengo miedo de que la atropellen». Añade que él mismo cuando sale a la calle «hace señas» con las manos para que los conductores reduzcan la velocidad. «Y ya ni hablamos del riesgo de que a los niños les pase algo al salir de clase».

En Padre Pedro Sanz Sáinz los vecinos antes aparcaban los coches sobre la única acera disponible. «Es verdad que eso hacía que la gente tuviera que caminar por en medio de la carretera, entre ellos los niños del colegio, y por eso lo prohibieron, pero los estudiantes ni siquiera vienen por aquí porque no hay un paso de peatones para cruzar». Según este vecino, con la prohibición de aparcar lo que provocaron fue que los conductores entren «a toda velocidad porque ya no tienen ningún obstáculo, y nadie pone remedio». Un auténtico martirio, relatan, que se concentra en tan solo una calle. 

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