La noche de la iniciación en la masonería de Pedro Arocena Wood
La primera casa de Pedro Arocena Wood es el único testigo que queda de su iniciación en la masonería

Chalé en la esquina de Camile Saint-Saëns con Maestro Valle, donde residió Pedro Arocena Wood. / José Carlos Guerra
La noche del viernes 21 de abril de 1933, a las nueve y media, Pedro Arocena Wood salía de su casa en la esquina de Camille Saint-Saëns y Maestro Valle, en Ciudad Jardín.
Aquel chalé, diseñado en 1924 por su concuño Rafael Massanet, era, además de su hogar, un testimonio vibrante de la arquitectura canaria de principios del siglo XX. Su imponente estructura combinaba la solidez de la piedra volcánica con la delicadeza de los detalles eclécticos y art déco, reflejando la transición entre tradición y modernidad. Cada elemento de su fachada evocaba una época en la que la arquitectura buscaba armonizar historia e innovación.
Las esquinas, reforzadas con sillería oscura, contrastaban con la claridad de los muros, generando un juego de prismas que realzaba su volumetría irregular. Sin simetría absoluta, las formas se disponían con estudiada precisión, dotándolo de una presencia singular. Los balcones parecían asomarse a un tiempo suspendido, mientras que las ventanas aportaban un aire de serena elegancia a la construcción.
Cada rincón albergaba ecos la arquitectura tradicional del archipiélago, entrelazados con la elegancia del art déco, capturando el espíritu de los años veinte.
Mientras se alejaba, Pedro se volvió para echar un último vistazo a la casa. Quería asegurarse de que sus hijas seguían en la cama. Luego, continuó su camino en solitario, atravesando las serenas calles de Ciudad Jardín rumbo al número 271 de la calle León y Castillo, donde se encontraba la logia Acacia n.º 4.
Cáncer de pulmón
Pedro, perteneciente a una familia de armadores palmeros de origen vasco, aún andaba afligido por el duro golpe que había sufrido dos años atrás. Su esposa y prima hermana, María Luisa Ley Wood, había fallecido a los 33 años de cáncer de pulmón dejándolo solo con dos hijas pequeñas, Magdalena y María Luisa. Aunque ya había experimentado el dolor de perder a un ser querido, pues a los doce años, su madre, María de la Cruz Wood Melián, falleció también de cáncer, aquel nuevo golpe había sido infinitamente más devastador.
Quizás por eso, meses antes había acabado cediendo a las sugerencias de su cuñado Fernando Navarro Mazotti y el hermano de su madrastra, Daniel O’Shanahan Cabrera, que lo invitaban a unirse a la logia Acacia.
A sus treinta y siete años, Pedro confiaba en que esa sociedad secreta le allanaría el camino. Se decía que funcionaba como una red de apoyo mutuo, brindando a sus miembros valiosos contactos en distintos ámbitos sociales y económicos. En Canarias, enclave estratégico del comercio con fuerte presencia británica, las logias –cosmopolitas y con proyección internacional– representaban una oportunidad para impulsar sus aspiraciones. Como ayudante de Obras Públicas del Ayuntamiento, esperaba que sus nuevos hermanos le proporcionaran el respaldo necesario para avanzar en su prometedora carrera. Al fin y al cabo, se rumoraba que hasta el presidente del Gobierno, Manuel Azaña, era masón, al igual que varios ministros y numerosos diputados.
Otros masones
En Las Palmas, también corrían rumores sobre la pertenencia a la masonería de figuras influyentes. Se decía que Néstor, hermano de Miguel Martín-Fernández de la Torre –arquitecto municipal responsable de importantes proyectos urbanos–, se había iniciado en una logia parisina e incluso muchos aseguraban que Nicolás Díaz-Saavedra Navarro había solicitado su ingreso nada más dejar la alcaldía.
Pero no todo respondía a intereses personales; también lo movía una tradición familiar. Como muchos otros postulantes, tenía parientes dentro de la Orden. En concreto, los hermanos Arozena Henríquez, primos de su padre y miembros de la logia Abora n.º 91 de La Palma, habían sido masones entusiastas. Además, lo impulsaba un cierto idealismo. España atravesaba un periodo de reformas y avances en derechos civiles, un escenario en el que el trinomio masónico de libertad, igualdad y fraternidad se hacía realidad. Por ello, los ideales masónicos y republicanos se confundían, lo cual resultaba aún más atractivo para quienes, como él, afiliado a Acción Republicana, veían en la Orden un refugio para el librepensamiento y una forma de resistencia frente al tradicionalismo conservador.
Anhelaba que, en una isla donde la oligarquía terrateniente y la Iglesia aún seguían ejerciendo una influencia desmesurada, aquella logia no sólo se erigiera como un foro de debate filosófico, científico y cultural en una sociedad sumida en la ignorancia, sino también como un sendero para explorar el conocimiento espiritual más allá de los dogmas católicos.
La asociación misteriosa
¿Pero qué era exactamente la masonería? Años atrás, intrigado por el velo de misterio que la envolvía, había buscado respuestas en una de las pocas obras a su alcance: El Grande Oriente, de Galdós. Sin embargo, en lugar de disipar sus dudas, la lectura de aquel Episodio Nacional sólo había avivado su curiosidad, dejándolo con aún más preguntas. Ahora, mientras caminaba por la calle rumbo a la logia, recordaba horrorizado que Salvador Monsalud, su protagonista, acababa arrepintiéndose de haberse iniciado en la hermandad al verse atrapado en una red de intrigas y conspiraciones. Pero ya era demasiado tarde para echarse atrás.
Cuando finalmente llegó al templo, un modesto edificio frente a la Playa de las Alcaravaneras, sin ningún signo exterior que lo distinguiera, Pedro, quien a partir de entonces pasó a ser el candidato, fue conducido hasta la Cámara de reflexiones, donde sufrió la primera de las cuatro pruebas, la de la tierra. Así comenzó su iniciación.
Luego, con los ojos vendados fue admitido en la logia donde continuaron las pruebas. Al principio sintió temor, aunque se calmó nada más reconocer la voz de quien dirigía aquella misteriosa ceremonia. Para su sorpresa, el enigmático Venerable Maestro no era otro que un viejo conocido suyo, Antonio Medina Mesa, capitán del correíllo El Hierro.
Al finalizar la iniciación, recibió el abrazo de todos los presentes, especialmente del orador y el secretario de la logia, quienes resultaron ser Fernando Navarro y Daniel O’Shanahan. A continuación llegó el ágape fraternal, donde la veintena de miembros –que para su decepción eran mayoritariamente empleados, comerciantes y marinos– se sentaron a cenar. Y una vez levantados los manteles, todos regresaron a sus casas.

Primer hogar en Ciudad Jardín de Pedro Arocena Wood. / José Carlos Guerra
Malos tiempos para la masonería
Mientras Pedro se dirigía a la suya, pensó que todo aquello había sido una pérdida de tiempo. Además, corrían malos tiempos para los masones. Ya habían sido proscritos por fascistas y soviéticos, y todo indicaba que pronto correrían la misma suerte bajo el yugo nazi.
No obstante, ignoraba que aquellos acontecimientos no eran más que un ominoso presagio de lo que pronto se desataría a este lado de los Pirineos. España no andaba tan lejos del abismo como muchos se empeñaban en creer. Pronto, la intolerancia se propagaría como un incendio por la piel de toro y, cuando eso ocurriera, no habría refugio para los masones, ni siquiera en Canarias. Su amigo Néstor lo sabía bien; por eso, desde su regreso, no había vuelto a pisar una logia.
Asimismo, desconocía que, tras su iniciación el dos de marzo de 1932, su admirado Manuel Azaña jamás volvió a cruzar las puertas de su logia, ubicada en la calle del Príncipe. Ni que, tres días después, anotó en su diario estas palabras cargadas de sarcasmo: “En la ceremonia del miércoles, enorme concurrencia. No se cabía en los salones de la calle del Príncipe. No me importó nada aquello y durante los preliminares estuve tentado de marcharme”.
Ajeno a todo ello, mientras cruzaba el umbral de aquella extraña casa, cuyas dos ventanas, orientadas al noreste y al sureste, ofrecían una vista privilegiada de ambos solsticios –vinculados en la tradición masónica a los dos san Juanes–, no pudo evitar preguntarse: ¿había cometido un error al unirse a una organización que, a ojos de muchos, lo convertía en un conspirador? Solo el tiempo lo diría.
Suscríbete para seguir leyendo
- Un compañero de la princesa Leonor: 'Estamos todos muy unidos
- La Fiscalía Anticorrupción admite a trámite una segunda denuncia contra la Sociedad de Promoción
- La Policía acude a un local de Las Palmas de Gran Canaria que estaba abierto a altas horas de la noche
- Adiós a un Mercadona de Las Palmas de Gran Canaria
- Un barco partido en dos y 587 contenedores: la increíble operación que cambió el Puerto de Las Palmas para siempre
- Pancartas y banderas para dar la bienvenida al mandatario chino
- Adiós a uno de los supermercados más céntricos de Las Palmas de Gran Canaria
- Diez días para abandonar el Muelle Deportivo: la Autoridad Portuaria inicia el desahucio de las personas que viven en sus barcos