El misterio de los perros de la plaza de Santa Ana: ¿cuál es su verdadero origen?

Aunque todos los canarios conocen estas esculturas, pocos saben que su origen sigue sin resolverse

Perros de la plaza de Santa Ana.

Perros de la plaza de Santa Ana. / LP/DLP

Héctor Rosales

Héctor Rosales

Las Palmas de Gran Canaria

A la vista de todos, se oculta uno de los grandes misterios de Las Palmas de Gran Canaria. Ocho perros de hierro custodian desde hace más de un siglo la plaza de Santa Ana, justo frente a la Catedral de Canarias. Aunque difícilmente se encuentre un grancanario que no los haya visto alguna vez en su vida, o que no tenga una fotografía subido a ellos, nadie sabe con certeza cómo llegaron allí.

El cronista Pedro González Sosa, fallecido recientemente, publicó hace años en LA PROVINCIA/DLP que, según una nota de Diario de Las Palmas, "en abril de 1895, en tiempos de la alcaldía de Felipe Massieu, los perros ya estaban colocados" en la plaza.

Por su parte, el reconocido compositor francés Camille Saint-Saëns, que pasó varios inviernos en la isla, escribió dos años más tarde en una carta a un amigo, que habían "colocado una colección de perros, en hierro, en una de las plazas de la ciudad, en diversas posturas".

Las fechas, al menos, están claras. Sin embargo, el motivo real de la llegada de estas esculturas sigue siendo un misterio. Existen diversas teorías al respecto, algunas más interesantes que otras, pero ninguna ha podido ser confirmada con certeza.

Los perros de la plaza de Santa Ana, desde otro ángulo.

Los perros de la plaza de Santa Ana, desde otro ángulo. / LP/DLP

¿Cuáles son las principales teorías?

Una de las teorías más extendidas en la tradición oral, y actualmente la más aceptada, tal y como recordaba el propio Pedro González Sosa, cuenta que las esculturas viajaban a bordo de un barco con destino a una ciudad africana, cuando una avería obligó a la embarcación a atracar en la capital grancanaria para ser reparada. En señal de agradecimiento por la ayuda recibida, el capitán habría decidido donar los canes de hierro a la ciudad.

Otra hipótesis llega a través de la memoria de la conocida familia Miller. Según Ann Miller, descendiente directa, la estatua habría sido un regalo de James Miller, hijo de Thomas Miller, a la ciudad. No obstante, no hay pruebas de que esto sea cierto, ya que la propia Ann Miller admitió no haber encontrado documentación alguna entre los antiguos papeles familiares, según recogió González Sosa.

Una tercera posibilidad, bastante plausible, apunta a que fue el propio ayuntamiento, bajo el mandato del alcalde Felipe Massieu, quien encargó las esculturas a través de un catálogo de arte urbano europeo. Es una teoría razonable, especialmente si se considera que las esculturas no son piezas únicas.

De hecho, dos esculturas idénticas a las de Santa Ana se encuentran en el Royal Veterinary College, en Hatfield (Inglaterra). Originalmente, estaban en la entrada de la iglesia de San Jorge, en Londres, hasta que fueron trasladadas al hospital veterinario tras la Segunda Guerra Mundial. Como las de Santa Ana, estas piezas llevan la inscripción del taller de fundición de Val d’Osne, en Francia.

Autoría confirmada

Aunque en un principio se atribuía la autoría de las esculturas al inglés Adrian Jones (1845-1938) —veterinario militar, pintor y escultor especializado en figuras animales, cuyas obras guardan cierto parecido con los perros de la plaza capitalina—, el verdadero autor fue el escultor francés Henri Alfred Jacquemart (1824-1896). Su firma, con las iniciales A.J., está presente también en los pedestales de las esculturas de Santa Ana.

Tenemos claras las fechas y la autoría, pero no el motivo que trajo a los ocho canes de hierro colado a Las Palmas de Gran Canaria.

Tracking Pixel Contents