La historia de María Ángeles, la mujer que lleva medio siglo luchando por los vecinos de Ciudad Alta
María Ángeles Sánchez Domínguez, presidenta de Avecalta con sus 87 años, ha dedicado su vida al compromiso social en los barrios del distrito
La oposición a las torres del Canódromo -del que el TSJC ratificó el pasado viernes su carácter de nulidad- ha sido su más reciente movilización

Maria Ángeles, en una de las calles de Ciudad Alta. / La Provincia
Sentada frente a su ordenador en el centro cívico de Ciudad Alta, María Ángeles está inmersa en la redacción de alegaciones sobre un nuevo proyecto urbanístico municipal: las torres de Nueva Ciudad Alta, un programa que proyecta la construcción de seis edificios de entre 16 y 20 plantas distribuidos en varios solares de los barrios de Los Tarahales y Las Torres y sobre el que no está de acuerdo. «Es que suponen otro problema urbanísticos que nos va a traer consecuencias colaterales porque no hay servicios públicos para tanta población», comenta la presidenta de la asociación vecinal.
Este proyecto le recuerda la lucha que emprendió en 2002 en oposición a las torres del Canódromo, cuyo recorrido judicial ha llevado a que el pasado viernes el Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC) ratificara en sentencia la nulidad del mismo, dando la razón a los vecinos.
«Seguimos diciendo lo mismo que le dijimos entonces a Jose Manuel Setién cuando era director de Urbanismo y a Juan José Cardona, como concejal del área, que lo que queremos en el Canódromo es lo que contemplaba el plan original, servicios para el pueblo. No estamos en contra de bibliotecas, ni de centros de salud, ni un parque de verdad, pero no queremos en absoluto que sea utilizado para viviendas», recalca con rotundidad.
Gran conocedora de planes generales de ordenación, urbanismo y hasta de derecho -carrera que empezó a estudiar antes de llegar a Canarias procedente de Madrid donde se crió- no hay articulado que se le resista y al que no eche mano para defender lo que considera ‘justicia social’.
Sus inicios en la reivindicación
Hija de militar, prácticamente salió huyendo de ese ‘establishment’ en el Madrid de la posguerra. Ávida de conocimiento y de lectura se metió en la lucha vecinal nada más llegar a la Isla. «La casa donde íbamos a vivir la habían llenado de carteles con frases de ‘fuera ETA’, como si mi marido fuese un etarra».
Hacer pedagogía con sus nuevos vecinos fue parte de sus inicios. «Como él era comunista, lo asociaban con esa idea», añade. Un represaliado político al que le prohibieron trabajar hasta que llegó la amnistía. A partir de ahí, al verla cómo defendía con vehemencia lo que quería, «empezaron a venir a mí para pedirme que les ayudara a redactar escritos al Ayuntamiento para solucionar los problemas del edificio».
Sigue viviendo en la misma casa desde que llegara a ella con 36 años, aunque defiende su anterior denominación administrativa. «Ahora es Chumberas, pero yo soy de Schamann». Cambios que obedecen, según la líder vecinal, a intereses urbanísticos. «¿Qué decía el famoso plan especial de desarrollo de la ficha del Canódromo? Cuando menciona a Chumberas lo hace porque Mariucha se iba a adentrar en un túnel por debajo del Canódromo para permitir la circulación vehicular».
Sus inquietudes vecinales la llevó a formar parte de la que se conocía antes como Asociación de Cabezas de familias. Ella como madre soltera, porque nunca quiso casarse con aquel hombre que la enamoró ‘locutor de radio y comunista’. «No quise porque no quería ser la señora de nadie». Mujer de izquierdas, como se define, «aunque sin haber llevado nunca bandera feminista porque no la he necesitado», defendió los derechos de la mujer al constituirse formalmente la primera asociación vecinal en 1975, Gayfa.
Derechos sociales y colectivos que no la desvincularon con las necesidades del barrio. «En Escaleritas, lo primero que conseguimos fue la colocación de semáforos en la propia avenida porque no había ni uno y aquello era un rally». El otro gran logro, la creación del colegio público Federico García Lorca, «que ocupó una parte del solar dedicado a las viviendas de protección social construidas en ese momento». Las opciones escolares se habían quedado cortas ante el crecimiento poblacional que ya superaban los mil niños inscritos en el colegio 29 de Abril.
"Muchas casas siguen sin ascensor"
Poco más de medio siglo después de aquellas primeras reivindicaciones para el barrio, la presidenta de Avecalta reconoce que ahora es más difícil involucrar a los vecinos. «Parece que prevalece la individualidad sobre lo colectivo. Convocas una asamblea, pero luego no vienen, muchos se quedan en casa viendo la televisión».
María Ángeles asegura que lo que hoy el barrio necesita sigue siendo lo mismo que hace 50 años, «que se cumplan las leyes». Y una apuesta más clara para atender la situación de los mayores. «Muchas casas siguen estando sin ascensor, y eso aísla a la gente».
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