La historia de Las Palmas de Gran Canaria a través de la publicidad
El escritor Eduardo Reguera publica ‘Mil anuncios curiosos del siglo XX’, una recopilación de los anuncios más bizarros de la época

Las Palmas de Gran Canaria en el siglo XX. / FEDAC
A Las Palmas de Gran Canaria le preceden más de cinco siglos de historia. A lo largo del tiempo grandes acontecimientos han tenido lugar en la capital grancanaria en la que han nacido y vivido grandes personajes históricos. Menos conocidos son los ciudadanos de a pie, sus rutinas, miedos y creencias. Hay muchas maneras de recopilar y entender la historia de la ciudad, pero en pocas ocasiones se ha hecho a través de los anuncios. El libro Mil anuncios curiosos del siglo XX, del escritor Eduardo Reguera hace una exploración por la historia de la ciudad y sus habitantes a través de las páginas de anuncios publicados en el Diario de Las Palmas.
Este volumen es la continuación de Mil anuncios del siglo XIX, publicado el año pasado y que el autor escribió de forma simultánea. El nuevo libro recopila anuncios entre 1900 y 1925, dos décadas en las que se perciben los cambios que vivió la sociedad y su día a día más natural. «Hay anuncios de todo tipo, en los comercios ves las mercancías que vendían y también están los de particulares, donde se ve el carácter socarrón de los canarios», apunta Reguera.

Una página de anuncios del ‘Diario Las Palmas’ recogida en el libro de Reguera. / LP/DLP
Un ejemplo es la peculiar forma de marketing de la empresa de alimentación la Gran Parada en el Puerto de La Luz. Esta tienda publicó en 1911 las bondades de su local como si fueran unos extraterrestres que descubren la vida en la tierra. «Aterrizando lo indispensable para proveernos de esencias, en este caso, comestibles de los más finos, delicados y exquisitos, certificamos (...) que los productos alimenticios más sanos y nutritivos son los que se expenden en la Gran Parada», rezaba el texto.
Vuelven las nodrizas
«La publicidad para los amantes de la sociología es fascinante porque en el del siglo XIX ves cuando llegan los primeros fotógrafos a Gran Canaria o las primeras bicicletas y en el del siglo XX llega la electricidad y se empiezan a vender bombillas, aparece el automóvil, la motocicleta y estalla la Primera Guerra Mundial», destaca el escritor.
De esta forma, a través de la publicidad, el lector descubre que se pone de moda las tecnologías que van apareciendo como el cinematógrafo, o que se alquilan películas a principios del XX y llega el gramófono, aunque se percibe un descenso a raíz de la Gran Guerra. España no participó en el acontecimiento bélico, pero su economía también se vio afectada. En los anuncios se describe la subida de precios de algunos productos o la llegada de artículos «a pesar de la guerra», una frase que se menciona habitualmente. En este sentido, el trabajo de madres nodrizas para amamantar a los bebés se fue perdiendo por la aparición de la leche en polvo, pero durante la contienda muchas importaciones no llegaban a las Islas. «Venía de Inglaterra y como no estaba llegando, vuelve a haber un repunte de las amas nodrizas», destaca Reguera. «Al poco de terminar la guerra encontré una publicidad que anunciaba el regreso del combustible y empiezan a llegar otra vez coches a Gran Canaria», añade.
El reflejo de una época
La búsqueda de empleo es también una forma de conocer las necesidades de la población. Empieza a haber una preocupación por el tema de la salud, porque se ven los anuncios de dentistas, de médicos y de remedios. «La gente empieza a especializarse, en el siglo XX aparecen anuncios para trabajar en oficinas y piden idiomas y cartas de recomendación», señala. Incluso se ve la cara más triste de la sociedad a través de los anuncios de empleo para menores: «Hay un anuncio de alguien que se está hospedando en el Hotel Monopol que pide un niño de 8 años para recados».
Para Reguera la publicidad es «el reflejo de una época sin contaminar», ya que son los propios ciudadanos de aquel momento los que escriben su historia a través de los anuncios que pueden parecer banales, pero que «es una fuente muy interesante y valiosa para conocer cómo éramos».
El escritor estudió la carrera de Publicidad, por lo que este proyecto fue interesante para enlazar su carrera universitaria con su pasión por la historia de la capital grancanaria. A lo largo de los dos volúmenes revisó miles de páginas de periódico en la hemeroteca del Museo Canario para reunir los 2.000 anuncios que se pueden leer en ambos libros. El último se compone por una introducción, y luego, la transcripción ordenada cronológicamente de todos los anuncios e imágenes de algunas páginas originales, así como un mapa de la ciudad. «Es un libro para leer poco a poco, no de principio a fin porque son pequeñas píldoras», explica. Reguera deja aquí su periplo por los anuncios, o como lo denomina el autor la «ventana para mirar al pasado», ya que las siguientes décadas los anuncios se parecen «demasiado a los actuales».
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