El misterio que une al Mercado del Puerto y la Torre Eiffel: ¿Conoces la leyenda?
Durante décadas, se ha repetido en Las Palmas de Gran Canaria que el Mercado del Puerto guarda un vínculo especial con la Torre Eiffel. ¿Llevan los hierros el sello parisino?

La Provincia

Dos años antes se había levantado la torre. Perdón, La Torre. Y que me disculpen los gallegos. Desde entonces, el hierro se puso de moda, y quedó inevitablemente ligado al coloso parisino. Así, no es de extrañar que durante años se haya dicho —y aún se repite— que el Mercado del Puerto de Las Palmas de Gran Canaria guarda una conexión directa con la Torre Eiffel.
Algunos incluso aseguran que fueron los mismos técnicos que trabajaron en la creación parisina quienes viajaron hasta Gran Canaria para construirlo. Pero no hay pruebas de ello. "Para comprobarlo habría que raspar bien el forjado y buscar un sello que así lo identifique", explicaba hace años la arquitecta Magüi González a este mismo periódico. Ahora bien, eso no significa que nada relacione ambas construcciones.
Tras la construcción de la Torre Eiffel en 1889, gracias a los planos de Gustave ídem, todos querían un pedazo de fama. Así, este modelo de arquitectura llegó también a Gran Canaria, impulsado por la necesidad de la ciudad de crecer en torno al recién formado Puerto de la Luz. Aunque hoy pase inadvertida para muchos, el resultado marcaría una forma de estar. Un edificio pensado para durar, sin excesivas pretensiones.
Una planta cuadrada de cruz centralizada y una arquitectura en hierro forjado, sostenida por 44 columnas de hierro fundido en el exterior y otras 20 en el interior. Todo llegado de talleres belgas, presumiblemente. "La simetría y la funcionalidad presiden siempre las características de la obra", resumió el ingeniero de Caminos, Canales y Puertos Pablo Pujadas Álvarez.

El Mercado del Puerto en 1934. / Fedac
Veinte años de espera
Aunque el proyecto del Mercado del Puerto fue encargado por el Ayuntamiento en 1891, no sería hasta más de veinte años después cuando finalmente se construiría, como explica Fernando Martín Galán en La formación de Las Palmas: Ciudad y Puerto. A pesar de tratarse de una necesidad evidente para la ciudad, el proyecto quedó paralizado durante años.
Fue la presión vecinal, organizada en 1903, la que resultó decisiva: los residentes del barrio, conscientes del crecimiento del Puerto de La Luz, exigieron al consistorio sustituir el "tinglado provisional", que servía de mercado improvisado, por una estructura definitiva y techada. Su insistencia dio sus frutos.
El artífice de la obra no fue un francés, aunque no estuvo lejos. El arquitecto catalán Laureano Arroyo llegó a Gran Canaria en 1888, motivado por la delicada salud de su mujer, y ya no abandonó la isla hasta su muerte en 1910. Desde su llegada asumió el cargo de arquitecto municipal de Las Palmas de Gran Canaria y fue responsable de algunos de los proyectos más emblemáticos de la ciudad entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, como la Comandancia Militar de Marina o la Casa-Asilo de San José, actual Clínica San José.
El legado de Arroyo
El historiador Miguel Rodríguez Díaz de Quintana llegó a identificar hasta 500 planos firmados por Arroyo en el Archivo Histórico Provincial de Las Palmas. Entre ellos, el definitivo que serviría para construir el Mercado del Puerto. Concebía su estructura "toda ella de hierro", siguiendo el modelo de arquitectura funcional y moderna que se expandió por Europa tras la Exposición Universal de París de 1889. Según recoge Martín Galán, las obras tuvieron un coste de 183.385 pesetas de la época. En términos actuales, eso equivaldría aproximadamente a entre 1,1 y 1,5 millones de euros.

Techo del Mercado del Puerto en una fotografía tomada entre 1970 y 1980. / Fedac
La parcela destinada al mercado fue analizada por el propio Laureano Arroyo como parte del plan de ensanche de la ciudad en la zona del Puerto, recoge la arquitecta Gazmira Galtier Barroso en su tesis doctoral. Al tratarse de un terreno ubicado en la zona marítimo-terrestre, el Ayuntamiento se vio obligado a solicitar una concesión estatal para su uso.
El expediente se inició en 1898, pero entre los costes previstos de la obra y la complejidad administrativa del trámite, pasarían diez años hasta que se redactara un proyecto definitivo. La concesión fue finalmente otorgada por Real Orden del 20 de enero de 1909, sobre la base del último proyecto redactado por el propio Arroyo en 1908. Las obras comenzarían en 1911, ya fallecido el famoso arquitecto. Nunca llegó a ver cómo se alzaba el mercado que había concebido sobre plano, y al que los vecinos se acostumbraron con naturalidad.
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